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Botín para la prosperidad

María Dolores Arias
10 de marzo, 2015

La semana pasada el vicepresidente de los EE. UU. Joe Biden visitó Guatemala con el propósito de reunirse con los presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica –Guatemala, Honduras y El Salvador-. Esta visita tenía como propósito oficial asistir a la II Cumbre para la Alianza de la Prosperidad del Triángulo Norte en la cual se establecerían los acuerdos para lograr dicho desarrollo.

En esa reunión se establecieron varios acuerdos por parte de los gobernantes, los cuales agruparon en cuatro principales temas: dinamizar el sector productivo, desarrollar el capital humano, seguridad y acceso a la justicia, y fortalecer las instituciones. Aunque todavía no se ha precisado el monto a invertir por cada país, el vicepresidente Biden mencionó la solicitud de Barack Obama al Congreso por US$1 mil millones para apoyar esta alianza.

De esta visita y cumbre para la “prosperidad” se pueden analizar varios aspectos. Primero, muchos de los cuarenta acuerdos firmados se pueden llevar a cabo de manera unilateral, es decir, no se necesita de ninguna cumbre y mucho menos de la “visita de supervisión” del vicepresidente de EE.UU. para que los presidentes de la región –cual niños malcriados- hagan su trabajo.

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Varios de los acuerdos para dinamizar el sector productivo se pueden llevar a cabo inmediatamente como el establecer la ventanilla única para el registro de las empresas, esta ventanilla sólo necesita de la simplificación de la “tramitología” interminable impuesta por las mismas leyes y códigos locales. Si tan sólo se eliminan todas esas trabas sería más fácil empezar a producir desde la formalidad y pagar impuestos para felicidad de los gobernantes.

Acuerdos como desarticular maras, mejorar el sistema penitenciario, hacer reformas profundas al sistema policial, implementar juicios orales, profesionalizar el servicio civil, fortalecer la carrera judicial y combatir la corrupción son compromisos que no necesitan más que las ganas de querer hacer las cosas por parte de los gobernantes.

Es claro que la zanahoria de US$1 mil millones puesta enfrente de las narices de los presidentes del Triángulo Norte hace que las cosas “aparenten” caminar más rápido. Y este es el segundo aspecto a analizar: la ayuda externa.

La historia nos ha demostrado que los países que más ayuda externa han recibido son los que menos se han desarrollado, las causas van desde que se acostumbran a recibir dinero haciendo poco o casi nada a cambio, hasta que mucho del dinero se ha ido en proyectos de “consumo” –léase programas sociales-, en el mejor de los casos han sido sobrevalorados y en el peor lo han “malversado” los políticos de turno. Esto sin considerar el efecto que tiene en la moral de quien recibe la dádiva.

Otra de las consecuencias es la falta de urgencia en hacer las reformas económicas y políticas necesarias para fomentar el crecimiento y desarrollo. Irónicamente, esa ayuda que está destinada para ese propósito es uno de los obstáculos para alcanzarlo.

Ahora bien, si consideramos que en los tres países del Triángulo Norte la corrupción alcanza niveles alarmantes ya que ninguno llega a los 40 puntos en el Índice de Percepción de la Corrupción 2014–donde 100 es el máximo-, es decir ni de panzazo pasan la prueba. Imaginen entonces el botín que significa la ayuda prometida por el gobierno estadounidense, además de los préstamos que gustosamente el Banco Interamericano para el Desarrollo –BID- está dispuesto a otorgarles.

Con las condiciones actuales y sin cambios sustanciales previstos en el corto plazo, la tal alianza se convertirá en el “Botín” para la Prosperidad de los politiqueros de turno y sus allegados, la cual una vez más será financiada por los tributarios de los países correspondientes.

Así que si de verdad les preocupa la prosperidad de sus países señores presidentes del Triángulo Norte, pueden empezar desde ya a implementar reformas que no necesitan de “somatón” de mesa ni de “zanahoria” por delante de ningún gobernante gringo.

@Md30

Facebook.com/mda30

Botín para la prosperidad

María Dolores Arias
10 de marzo, 2015

La semana pasada el vicepresidente de los EE. UU. Joe Biden visitó Guatemala con el propósito de reunirse con los presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica –Guatemala, Honduras y El Salvador-. Esta visita tenía como propósito oficial asistir a la II Cumbre para la Alianza de la Prosperidad del Triángulo Norte en la cual se establecerían los acuerdos para lograr dicho desarrollo.

En esa reunión se establecieron varios acuerdos por parte de los gobernantes, los cuales agruparon en cuatro principales temas: dinamizar el sector productivo, desarrollar el capital humano, seguridad y acceso a la justicia, y fortalecer las instituciones. Aunque todavía no se ha precisado el monto a invertir por cada país, el vicepresidente Biden mencionó la solicitud de Barack Obama al Congreso por US$1 mil millones para apoyar esta alianza.

De esta visita y cumbre para la “prosperidad” se pueden analizar varios aspectos. Primero, muchos de los cuarenta acuerdos firmados se pueden llevar a cabo de manera unilateral, es decir, no se necesita de ninguna cumbre y mucho menos de la “visita de supervisión” del vicepresidente de EE.UU. para que los presidentes de la región –cual niños malcriados- hagan su trabajo.

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Varios de los acuerdos para dinamizar el sector productivo se pueden llevar a cabo inmediatamente como el establecer la ventanilla única para el registro de las empresas, esta ventanilla sólo necesita de la simplificación de la “tramitología” interminable impuesta por las mismas leyes y códigos locales. Si tan sólo se eliminan todas esas trabas sería más fácil empezar a producir desde la formalidad y pagar impuestos para felicidad de los gobernantes.

Acuerdos como desarticular maras, mejorar el sistema penitenciario, hacer reformas profundas al sistema policial, implementar juicios orales, profesionalizar el servicio civil, fortalecer la carrera judicial y combatir la corrupción son compromisos que no necesitan más que las ganas de querer hacer las cosas por parte de los gobernantes.

Es claro que la zanahoria de US$1 mil millones puesta enfrente de las narices de los presidentes del Triángulo Norte hace que las cosas “aparenten” caminar más rápido. Y este es el segundo aspecto a analizar: la ayuda externa.

La historia nos ha demostrado que los países que más ayuda externa han recibido son los que menos se han desarrollado, las causas van desde que se acostumbran a recibir dinero haciendo poco o casi nada a cambio, hasta que mucho del dinero se ha ido en proyectos de “consumo” –léase programas sociales-, en el mejor de los casos han sido sobrevalorados y en el peor lo han “malversado” los políticos de turno. Esto sin considerar el efecto que tiene en la moral de quien recibe la dádiva.

Otra de las consecuencias es la falta de urgencia en hacer las reformas económicas y políticas necesarias para fomentar el crecimiento y desarrollo. Irónicamente, esa ayuda que está destinada para ese propósito es uno de los obstáculos para alcanzarlo.

Ahora bien, si consideramos que en los tres países del Triángulo Norte la corrupción alcanza niveles alarmantes ya que ninguno llega a los 40 puntos en el Índice de Percepción de la Corrupción 2014–donde 100 es el máximo-, es decir ni de panzazo pasan la prueba. Imaginen entonces el botín que significa la ayuda prometida por el gobierno estadounidense, además de los préstamos que gustosamente el Banco Interamericano para el Desarrollo –BID- está dispuesto a otorgarles.

Con las condiciones actuales y sin cambios sustanciales previstos en el corto plazo, la tal alianza se convertirá en el “Botín” para la Prosperidad de los politiqueros de turno y sus allegados, la cual una vez más será financiada por los tributarios de los países correspondientes.

Así que si de verdad les preocupa la prosperidad de sus países señores presidentes del Triángulo Norte, pueden empezar desde ya a implementar reformas que no necesitan de “somatón” de mesa ni de “zanahoria” por delante de ningún gobernante gringo.

@Md30

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