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La justicia que nos rige

Redacción
15 de marzo, 2015

La sociedad para regular la conducta de propios y extraños acude a la moral, y la moral lo resuelve por las buenas; pero cuando se ve rebasada por lo atroz de la falta, entonces, crea la ley y se ampara en ella para castigar lo que se convirtió en delito, y la ley lo resuelve por la fuerza: medidas sustitutivas, la cárcel o la pena de muerte.

La ley es la base sobre la que se construye el desarrollo. Sin ley no hay educación, salud, economía, ni paz. Pero, sin ley sí hay violencia incontrolable, corrupción y pobreza. Si hay una ley que se aplica igual para todos, que castiga a los maleantes y protege a los inocentes, esa ley hará de un Estado el país de las maravillas.

Guatemala nunca será regida por la fuerza de una ley que haga justicia. Siempre habrá una mafia que será relevada por otra igual o peor.

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Y, ahora al harakiri de los guatemaltecos se suma con mucha influencia la contribución de actores extranjeros: CICIG, embajadas de países amigos, países cooperantes, empleados y funcionarios de la ONU, comunidad internacional, ONGes de EEUU y la Unión Europea, becas y premios para jueces y magistrados perversos. Todo esto coronado por ayuda en dinero, vehículos, edificios y estudios costeados por esos mismos cooperantes, que a cambio imponen la esencia de esa perversidad.

La mafia que se imponía en el organismo judicial antes de los Acuerdos de Paz, fue relevada por otra peor, dirigida por los nuevos capos –hoy conocidos como la Sociedad Civil y los cooperantes.

Gustavo Porras Castejón, el guatemalteco más inteligente que existe según los que hablan bien de él, apodado el Sholón Porras, escribió un libro que se titula Las huellas de Guatemala, que en su capítulo VIII, La Firma de la Paz, El rayo que cayó de un cielo sereno, pág. 412, declara: “…Rodrigo Asturias, jefe de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA). Palabras más o menos Asturias me dijo: “Mirá, Gustavo, ya firmamos los acuerdos más problemáticos que quedaban, de manera que es un hecho que firmaremos la paz. Nosotros tenemos plena confianza en ustedes, y también confianza en el Ejército como institución. Sin embargo, hay un problema que no se ha tratado, y es el de los poderes paralelos que han sido construidos por inteligencia militar, integrados por desertores nuestros que operan como una guerrilla y que son responsables de los asesinatos más bestiales. Incluso, le hemos informado a Hellen Mack que quien mató a su hermana no fue Beteta, sino un desertor de URNG apodado la Yegua.

Todo el Organismo Judicial –uno de los tres poderes del Estado–, más el Ministerio Público, más la Sociedad Civil, más la mayoría de los Medios de Comunicación Social, más un ejército de funcionarios extranjeros pro derechos humanos, más funcionarios guatemaltecos que se hicieron y se siguen haciendo de la vista gorda, juzgaron y condenaron a Noel de Jesús Beteta como el autor de ese asesinato.

Ahora todos los guatemaltecos que teníamos la certeza de de que ese juicio era una payasada, pagamos el precio porque con nuestra tolerancia dejamos que ese árbol llamado, La Justicia Que Nos Rige creciera torcido. Lo que conocemos como Capos de la Mafia, delinquen para enriquecerse, y así es como ahora se volvieron millonarios los que como titiriteros manejan a su conveniencia la justicia que nos rige.

La justicia que nos rige

Redacción
15 de marzo, 2015

La sociedad para regular la conducta de propios y extraños acude a la moral, y la moral lo resuelve por las buenas; pero cuando se ve rebasada por lo atroz de la falta, entonces, crea la ley y se ampara en ella para castigar lo que se convirtió en delito, y la ley lo resuelve por la fuerza: medidas sustitutivas, la cárcel o la pena de muerte.

La ley es la base sobre la que se construye el desarrollo. Sin ley no hay educación, salud, economía, ni paz. Pero, sin ley sí hay violencia incontrolable, corrupción y pobreza. Si hay una ley que se aplica igual para todos, que castiga a los maleantes y protege a los inocentes, esa ley hará de un Estado el país de las maravillas.

Guatemala nunca será regida por la fuerza de una ley que haga justicia. Siempre habrá una mafia que será relevada por otra igual o peor.

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Y, ahora al harakiri de los guatemaltecos se suma con mucha influencia la contribución de actores extranjeros: CICIG, embajadas de países amigos, países cooperantes, empleados y funcionarios de la ONU, comunidad internacional, ONGes de EEUU y la Unión Europea, becas y premios para jueces y magistrados perversos. Todo esto coronado por ayuda en dinero, vehículos, edificios y estudios costeados por esos mismos cooperantes, que a cambio imponen la esencia de esa perversidad.

La mafia que se imponía en el organismo judicial antes de los Acuerdos de Paz, fue relevada por otra peor, dirigida por los nuevos capos –hoy conocidos como la Sociedad Civil y los cooperantes.

Gustavo Porras Castejón, el guatemalteco más inteligente que existe según los que hablan bien de él, apodado el Sholón Porras, escribió un libro que se titula Las huellas de Guatemala, que en su capítulo VIII, La Firma de la Paz, El rayo que cayó de un cielo sereno, pág. 412, declara: “…Rodrigo Asturias, jefe de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA). Palabras más o menos Asturias me dijo: “Mirá, Gustavo, ya firmamos los acuerdos más problemáticos que quedaban, de manera que es un hecho que firmaremos la paz. Nosotros tenemos plena confianza en ustedes, y también confianza en el Ejército como institución. Sin embargo, hay un problema que no se ha tratado, y es el de los poderes paralelos que han sido construidos por inteligencia militar, integrados por desertores nuestros que operan como una guerrilla y que son responsables de los asesinatos más bestiales. Incluso, le hemos informado a Hellen Mack que quien mató a su hermana no fue Beteta, sino un desertor de URNG apodado la Yegua.

Todo el Organismo Judicial –uno de los tres poderes del Estado–, más el Ministerio Público, más la Sociedad Civil, más la mayoría de los Medios de Comunicación Social, más un ejército de funcionarios extranjeros pro derechos humanos, más funcionarios guatemaltecos que se hicieron y se siguen haciendo de la vista gorda, juzgaron y condenaron a Noel de Jesús Beteta como el autor de ese asesinato.

Ahora todos los guatemaltecos que teníamos la certeza de de que ese juicio era una payasada, pagamos el precio porque con nuestra tolerancia dejamos que ese árbol llamado, La Justicia Que Nos Rige creciera torcido. Lo que conocemos como Capos de la Mafia, delinquen para enriquecerse, y así es como ahora se volvieron millonarios los que como titiriteros manejan a su conveniencia la justicia que nos rige.