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Todo es cuestión de perspectiva

Betty Marroquin
22 de julio, 2015

Mi Mentor, el Dr Armando de la Torre, siempre nos dice que “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira” y creo que es un pensamiento sabio. Ha sido fuerte la reacción contra las palabras de Donald Trump sobre la inmigración ilegal y los mexicanos en los Estados Unidos. Lo que ha sido percibido como racismo de su parte, ha generado una ola de rechazos hacia todo lo que suene a Trump, especialmente por parte de la comunidad políticamente correcta y de la vasta población Latina en ese país. Sin embargo, el personaje está ganando votos en el Partido Republicano. Sondeos recientes del Washington Post y ABC le otorgan un 57% de voto favorable.   Evidentemente, es un error asumir que los comentarios en cuestión lo hagan perder votos, y eventualmente, perder la nominación de su partido. Por el contrario, le han ayudado a ganar más simpatizantes dentro del mismo partido. Cabe recordar que el sistema electoral de ése país no es “un hombre, un voto” y por ende, lo que piense la gran mayoría no viene siendo tan importante, si lo fuera, Al Gore hubiera sido Presidente de los Estados Unidos.   Lo cierto del caso es que los Estados Unidos han sido desde su nacimiento uno de los destinos preferidos de inmigrantes de todo rincón del planeta. Inmigrantes que buscan seguir el famoso “sueño americano” y retan al peligro en todas sus manifestaciones para llegar.   Y hoy día, la cosa no ha cambiado tanto. Todos los años hay nuevos pedidos de TPS (Sistema de protección temporal) que se otorgaba a las víctimas de desastres para que pudieran vivir temporalmente en los Estados Unidos, trabajar, levantar cabeza y luego irse.

Jason Riley, del Wall Street Journal, en su artículo del 14 de julio escribe que no existe un estudio formal que ligue el flujo migratorio a un alza en el índice de criminalidad en los Estados Unidos. Lanza la interrogante de porqué es precisamente ése personaje quien esté hablando del problema de inmigración, mientras quedan cuasi en silencio otros líderes Republicanos de reconocida trayectoria que han propuesto y apoyado proyectos de Ley, o inclusive, escrito libros sobre el tema. ¿Será que el Donald está representando una masa de población estadounidense que ve en los inmigrantes una amenaza que atenta contra la estabilidad social, contra los valores que han fundado su país, y contra la identidad que lo caracteriza? Trump insultó sobre todo a los mexicanos. Para ver el otro lado de la moneda, vale la pena recordar un par de realidades.

Es innegable que entre todas las comunidades de inmigrantes en los Estados Unidos, la mexicana es muy especial. El mexicano-estadounidense promedio hace porras a la selección de México si esta juega contra los Estados Unidos y pareciera vivir añorando su México lindo y querido, aunque habita en los Estados Unidos. Me pregunto ¿cómo hubieran reaccionado los mexicanos si un grupo de inmigrantes estadounidenses hubieran osado cantado el himno nacional de México en inglés en pleno Zócalo? Esto sucedió en Washington-DC, en mayo del 2006, cuando un grupo de mexicanos y otros hispanos cantaron el himno nacional de ese país en español, frente al Capitolio.  Recuerdo que para muchos fue una afronta, mientras que los políticamente correctos lo aceptaron e inclusive aplaudieron como aceptan que le pongan un charro a la Águila Calva. Dígame usted, amigo lector, ¿si esto sucediera en Guatemala, le gustaría? Francamente, yo no permito que se metan con nuestra hermosa bandera, con nuestro majestuoso Quetzal, con nuestra inigualable Monja Blanca, o con nuestras imponentes Ceibas. Son nuestras, tienen un significado que debemos abrazar y defender.

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Puede ser que para muchos los símbolos patrios sean algo anticuado, absurdo e irrelevante. En los Estados Unidos, sucede en algunos momentos cuando los políticamente correctos se manifiestan, pero tengo muy presente como nos unimos todos, ciudadanos y residentes, cuando el ataque del 11 de septiembre. Se respiraba amor patrio, Demócratas y Republicanos se unieron bajo su misma bandera, y el país entero se volcó para apoyar a sus líderes, el mítico Alcalde Rudy Giuliani, y al Presidente George W Bush. Sin embargo, esa unión pasó a la historia.   La polarización de fuerzas actual ha profundizado las diferencias al punto, que temas como la reforma de inmigración están más que nunca cuesta arriba. Recuerdo los eufóricos reportes en los medios de Guatemala el año pasado, anunciando la reforma de plumazo que trató de imponer el Presidente Obama, y como los que hemos seguido el tema por los últimos 20 años lo veíamos con escepticismo. ¿Qué pasó? ¿En qué quedó?

Comprendo la acogida del magnate entre la comunidad Republicana. El hombre se pasó, sin duda, pero su comentario tiene una razón de ser que va a tocar un nervio al descubierto en una buena porción de la población.   Será interesante ver qué acontece en las primarias, si llega Trump. Es más, pienso que le haga más daño a su popularidad el ataque al Senador John McCain que sus comentarios racistas. Para quién no lo sabe, Trump dijo que McCain no es un héroe de guerra porque para él los que han sido atrapados no son héroes.

En cuanto a lo que nos concierne, nuestra gente, principal fuente de divisas para Guatemala, debemos apoyarlos, pero no podemos pretender influir en los asuntos internos del país que los hospeda, por múltiples razones dignas de otro artículo. Mejorar las leyes de inmigración y más aún, la aplicación de las mismas, en los Estados Unidos es competencia del Congreso, casi una prerrogativa de quien domine el Subcomité de Inmigración del Comité de lo Judicial en la Cámara de Representantes. Esperemos en un futuro logren hacerlo. Desde aquí, debemos continuar luchando por mejorar Guatemala y con ello, creando las condiciones para que nuestros trabajadores, nuestros talentos, se queden aquí y no tengan la necesidad de irse tan lejos de su terruño.

Todo es cuestión de perspectiva

Betty Marroquin
22 de julio, 2015

Mi Mentor, el Dr Armando de la Torre, siempre nos dice que “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira” y creo que es un pensamiento sabio. Ha sido fuerte la reacción contra las palabras de Donald Trump sobre la inmigración ilegal y los mexicanos en los Estados Unidos. Lo que ha sido percibido como racismo de su parte, ha generado una ola de rechazos hacia todo lo que suene a Trump, especialmente por parte de la comunidad políticamente correcta y de la vasta población Latina en ese país. Sin embargo, el personaje está ganando votos en el Partido Republicano. Sondeos recientes del Washington Post y ABC le otorgan un 57% de voto favorable.   Evidentemente, es un error asumir que los comentarios en cuestión lo hagan perder votos, y eventualmente, perder la nominación de su partido. Por el contrario, le han ayudado a ganar más simpatizantes dentro del mismo partido. Cabe recordar que el sistema electoral de ése país no es “un hombre, un voto” y por ende, lo que piense la gran mayoría no viene siendo tan importante, si lo fuera, Al Gore hubiera sido Presidente de los Estados Unidos.   Lo cierto del caso es que los Estados Unidos han sido desde su nacimiento uno de los destinos preferidos de inmigrantes de todo rincón del planeta. Inmigrantes que buscan seguir el famoso “sueño americano” y retan al peligro en todas sus manifestaciones para llegar.   Y hoy día, la cosa no ha cambiado tanto. Todos los años hay nuevos pedidos de TPS (Sistema de protección temporal) que se otorgaba a las víctimas de desastres para que pudieran vivir temporalmente en los Estados Unidos, trabajar, levantar cabeza y luego irse.

Jason Riley, del Wall Street Journal, en su artículo del 14 de julio escribe que no existe un estudio formal que ligue el flujo migratorio a un alza en el índice de criminalidad en los Estados Unidos. Lanza la interrogante de porqué es precisamente ése personaje quien esté hablando del problema de inmigración, mientras quedan cuasi en silencio otros líderes Republicanos de reconocida trayectoria que han propuesto y apoyado proyectos de Ley, o inclusive, escrito libros sobre el tema. ¿Será que el Donald está representando una masa de población estadounidense que ve en los inmigrantes una amenaza que atenta contra la estabilidad social, contra los valores que han fundado su país, y contra la identidad que lo caracteriza? Trump insultó sobre todo a los mexicanos. Para ver el otro lado de la moneda, vale la pena recordar un par de realidades.

Es innegable que entre todas las comunidades de inmigrantes en los Estados Unidos, la mexicana es muy especial. El mexicano-estadounidense promedio hace porras a la selección de México si esta juega contra los Estados Unidos y pareciera vivir añorando su México lindo y querido, aunque habita en los Estados Unidos. Me pregunto ¿cómo hubieran reaccionado los mexicanos si un grupo de inmigrantes estadounidenses hubieran osado cantado el himno nacional de México en inglés en pleno Zócalo? Esto sucedió en Washington-DC, en mayo del 2006, cuando un grupo de mexicanos y otros hispanos cantaron el himno nacional de ese país en español, frente al Capitolio.  Recuerdo que para muchos fue una afronta, mientras que los políticamente correctos lo aceptaron e inclusive aplaudieron como aceptan que le pongan un charro a la Águila Calva. Dígame usted, amigo lector, ¿si esto sucediera en Guatemala, le gustaría? Francamente, yo no permito que se metan con nuestra hermosa bandera, con nuestro majestuoso Quetzal, con nuestra inigualable Monja Blanca, o con nuestras imponentes Ceibas. Son nuestras, tienen un significado que debemos abrazar y defender.

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Puede ser que para muchos los símbolos patrios sean algo anticuado, absurdo e irrelevante. En los Estados Unidos, sucede en algunos momentos cuando los políticamente correctos se manifiestan, pero tengo muy presente como nos unimos todos, ciudadanos y residentes, cuando el ataque del 11 de septiembre. Se respiraba amor patrio, Demócratas y Republicanos se unieron bajo su misma bandera, y el país entero se volcó para apoyar a sus líderes, el mítico Alcalde Rudy Giuliani, y al Presidente George W Bush. Sin embargo, esa unión pasó a la historia.   La polarización de fuerzas actual ha profundizado las diferencias al punto, que temas como la reforma de inmigración están más que nunca cuesta arriba. Recuerdo los eufóricos reportes en los medios de Guatemala el año pasado, anunciando la reforma de plumazo que trató de imponer el Presidente Obama, y como los que hemos seguido el tema por los últimos 20 años lo veíamos con escepticismo. ¿Qué pasó? ¿En qué quedó?

Comprendo la acogida del magnate entre la comunidad Republicana. El hombre se pasó, sin duda, pero su comentario tiene una razón de ser que va a tocar un nervio al descubierto en una buena porción de la población.   Será interesante ver qué acontece en las primarias, si llega Trump. Es más, pienso que le haga más daño a su popularidad el ataque al Senador John McCain que sus comentarios racistas. Para quién no lo sabe, Trump dijo que McCain no es un héroe de guerra porque para él los que han sido atrapados no son héroes.

En cuanto a lo que nos concierne, nuestra gente, principal fuente de divisas para Guatemala, debemos apoyarlos, pero no podemos pretender influir en los asuntos internos del país que los hospeda, por múltiples razones dignas de otro artículo. Mejorar las leyes de inmigración y más aún, la aplicación de las mismas, en los Estados Unidos es competencia del Congreso, casi una prerrogativa de quien domine el Subcomité de Inmigración del Comité de lo Judicial en la Cámara de Representantes. Esperemos en un futuro logren hacerlo. Desde aquí, debemos continuar luchando por mejorar Guatemala y con ello, creando las condiciones para que nuestros trabajadores, nuestros talentos, se queden aquí y no tengan la necesidad de irse tan lejos de su terruño.