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La inseguridad y la indignación selectiva

Nicholas Virzi
17 de agosto, 2015

Explicar no es excusar. Recientemente salió a luz el video donde algunos soldados golpeaban a unos menores de edad. Esto ocasionó la revulsión popular contra los abusos de los militares contra los jóvenes. Los medios nacionales instantáneamente reprocharon la golpiza “salvaje” y “brutal” que los “militares” le habían proporcionado a los “menores de edad”.

Aclaro. Los soldados a todas luces son culpables. Siendo culpables, deberían de ser castigados. Y cabría dentro de un régimen de estado de derecho que fuesen castigados por la máxima pena permitido por la ley.

Pero ¿de que son culpables? En el esquema guatemalteco, ¿su crimen alcanza el nivel de seriedad como para ser clasificada como salvaje y brutal?

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Digo que no. Vi el video. La golpiza que proporcionaron los soldados a los menores en el video fue fuera de orden, pero constituye un “delito” relativamente menor. Actos peores de brutalidad ocurren todos los días en los colegios secundarios del país. Aun así, los soldados perdieron la disciplina militar y actuaron fuera de lo legal y profesionalmente permitido. Deben de ser castigados. Soldados no pueden actuar fuera de la ley, como si fueran el jurado y el juez, el acusador y sentenciador del castigo a la vez. Ninguna sociedad civilizada, fundada en derecho, puede permitir que sus soldados, o policías, actúen como si fueran … civiles.

A civiles les perdonamos todo tipo de pecado. Se los excusamos. Cuando de civiles se trata, nada es culpa del culpable, ni del juzgador. Si en un pueblo se lapida con un chicote en la plaza pública a un sospechoso de ser delincuente, lo llamamos “justicia indígena”, y dejen de preguntar. Nadie cuestiona la indignidad humana que sufre la “victima” al ser torturado por una turba, por haber sido condenado sin beneficio de las garantías de derechos humanos que solo la civilización occidental pretenda otorgar. Habiendo sido condenado en una corte canguro, nadie se molesta en cuestionar si el castigo es proporcional al crimen, o si se violan sus derechos humanos y civiles al ser maltratado y humillado públicamente. No vaya ser que se nos acuse de ser racistas. Echando injuria sobre herida, decimos que los criminales solo cometen sus actos individuales por los pecados colectivos de los que somos tomos culpables. Fieles al relativismo moral de la sociedad “moderna”, decimos que los males sociales determinan los actos criminales, no los criminales mismos. La pobreza, no la persona, es culpable.

Hablemos de algunos de los peores tipos de civiles, los mareros crueles que cometen actos crueles de criminalidad, como violaciones en serie, sicariato, extorsiones, tortura mental y física, mutilaciones físicas, decapitaciones, etc. Esto no es tema de indignación pública, ni mucho menos de la comunidad internacional. Toda la preocupación de la comunidad internacional se centra en que se prevenga cualquier acto de “limpieza social”, que, hoy por hoy, puede interpretarse como incluir la aplicación de la ley, sin la cual no tendríamos Estado de derecho.

Encima de esto. Por si acaso se agarra a un criminal, llueven las escusas de la modernidad progresista, que nos explican con contundencia que nada es culpa del malhechor, sino de la sociedad. Si no fuera por la pobreza, la desigualdad, la exclusión, etc., no habría criminalidad violenta. Es un argumento válido en el sentido lógico.

Pero válido no es sinónimo de cierto. De hecho, es falso este argumento en particular. Por ejemplo, había mucho más pobreza hace 50 años, y mucho menos crimen, de todo tipo. El problema es que pedimos que el Estado ya no funcione como Estado, sino como un ente, no Rector, sino Regalador. Esperamos que el Estado sea lo suficientemente grande como para regalar todo tipo de beneficio a costo ajeno (al receptor), pero exigimos que no actue contundentemente como para establecer el imperio de la ley y el orden.

La criminalidad en Guatemala surge porque el Estado no atiende a su primera y mas importante función, la seguridad y el orden. Delinquir en Guatemala paga. ¿Por qué no cometer crímenes? Lo que restringe a algunos ciudadanos retrogradas son los valores, la religión. Personas no restringidas por un sentimiento autoregulador hacen un cálculo racional de los beneficios altos y costos casi nulos de la criminalidad. La conclusión racional, de nuevo, es fácil. El crimen paga. Por eso vemos nuestra sociedad sumida en violencia e incertidumbre, temor y terror.

Ante este contexto, importa poco que los índices de homicidios estén bajando. Los niveles de violencia que vivimos, pese a la tendencia reciente a la baja, mantienen a la sociedad en un estado de temor y terror constante. Vivimos en un estado donde el ciudadano promedio teme por su vida y corre un alto riesgo de ser asaltado en su carro por su teléfono celular cuando el tráfico se estanca, cosa que sucede a diario en todas las vías principales de la ciudad capital.

Ante esta situación mandamos los “soldados” a componer una situación extremadamente peligrosa. Mandamos a jóvenes menores de 25 años a lidiar con los peores y mas peligrosos problemas de la sociedad guatemalteca. Cada segundo que los jóvenes en el servicio militar pasan en las zona violentas, que nosotros que vivimos en Guatemala evitamos ir a todo costo, les sube su nivel de estrés psicológico y emocional de manera exponencial. Aun asi, esperamos que nos cumplan al 100%, cosa que no pedimos de ningún otro funcionario público.

En fin, si el soldado cumple con darnos seguridad, nadie se lo agradece. Si falla, nadie se lo perdona. Vaya conjunto de valores sociales que tenemos. Ojo con lo que se pide. Se retiran los soldados de las zonas mas peligrosas, ¿habrá menos violencia? ¿O más?

La inseguridad y la indignación selectiva

Nicholas Virzi
17 de agosto, 2015

Explicar no es excusar. Recientemente salió a luz el video donde algunos soldados golpeaban a unos menores de edad. Esto ocasionó la revulsión popular contra los abusos de los militares contra los jóvenes. Los medios nacionales instantáneamente reprocharon la golpiza “salvaje” y “brutal” que los “militares” le habían proporcionado a los “menores de edad”.

Aclaro. Los soldados a todas luces son culpables. Siendo culpables, deberían de ser castigados. Y cabría dentro de un régimen de estado de derecho que fuesen castigados por la máxima pena permitido por la ley.

Pero ¿de que son culpables? En el esquema guatemalteco, ¿su crimen alcanza el nivel de seriedad como para ser clasificada como salvaje y brutal?

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Digo que no. Vi el video. La golpiza que proporcionaron los soldados a los menores en el video fue fuera de orden, pero constituye un “delito” relativamente menor. Actos peores de brutalidad ocurren todos los días en los colegios secundarios del país. Aun así, los soldados perdieron la disciplina militar y actuaron fuera de lo legal y profesionalmente permitido. Deben de ser castigados. Soldados no pueden actuar fuera de la ley, como si fueran el jurado y el juez, el acusador y sentenciador del castigo a la vez. Ninguna sociedad civilizada, fundada en derecho, puede permitir que sus soldados, o policías, actúen como si fueran … civiles.

A civiles les perdonamos todo tipo de pecado. Se los excusamos. Cuando de civiles se trata, nada es culpa del culpable, ni del juzgador. Si en un pueblo se lapida con un chicote en la plaza pública a un sospechoso de ser delincuente, lo llamamos “justicia indígena”, y dejen de preguntar. Nadie cuestiona la indignidad humana que sufre la “victima” al ser torturado por una turba, por haber sido condenado sin beneficio de las garantías de derechos humanos que solo la civilización occidental pretenda otorgar. Habiendo sido condenado en una corte canguro, nadie se molesta en cuestionar si el castigo es proporcional al crimen, o si se violan sus derechos humanos y civiles al ser maltratado y humillado públicamente. No vaya ser que se nos acuse de ser racistas. Echando injuria sobre herida, decimos que los criminales solo cometen sus actos individuales por los pecados colectivos de los que somos tomos culpables. Fieles al relativismo moral de la sociedad “moderna”, decimos que los males sociales determinan los actos criminales, no los criminales mismos. La pobreza, no la persona, es culpable.

Hablemos de algunos de los peores tipos de civiles, los mareros crueles que cometen actos crueles de criminalidad, como violaciones en serie, sicariato, extorsiones, tortura mental y física, mutilaciones físicas, decapitaciones, etc. Esto no es tema de indignación pública, ni mucho menos de la comunidad internacional. Toda la preocupación de la comunidad internacional se centra en que se prevenga cualquier acto de “limpieza social”, que, hoy por hoy, puede interpretarse como incluir la aplicación de la ley, sin la cual no tendríamos Estado de derecho.

Encima de esto. Por si acaso se agarra a un criminal, llueven las escusas de la modernidad progresista, que nos explican con contundencia que nada es culpa del malhechor, sino de la sociedad. Si no fuera por la pobreza, la desigualdad, la exclusión, etc., no habría criminalidad violenta. Es un argumento válido en el sentido lógico.

Pero válido no es sinónimo de cierto. De hecho, es falso este argumento en particular. Por ejemplo, había mucho más pobreza hace 50 años, y mucho menos crimen, de todo tipo. El problema es que pedimos que el Estado ya no funcione como Estado, sino como un ente, no Rector, sino Regalador. Esperamos que el Estado sea lo suficientemente grande como para regalar todo tipo de beneficio a costo ajeno (al receptor), pero exigimos que no actue contundentemente como para establecer el imperio de la ley y el orden.

La criminalidad en Guatemala surge porque el Estado no atiende a su primera y mas importante función, la seguridad y el orden. Delinquir en Guatemala paga. ¿Por qué no cometer crímenes? Lo que restringe a algunos ciudadanos retrogradas son los valores, la religión. Personas no restringidas por un sentimiento autoregulador hacen un cálculo racional de los beneficios altos y costos casi nulos de la criminalidad. La conclusión racional, de nuevo, es fácil. El crimen paga. Por eso vemos nuestra sociedad sumida en violencia e incertidumbre, temor y terror.

Ante este contexto, importa poco que los índices de homicidios estén bajando. Los niveles de violencia que vivimos, pese a la tendencia reciente a la baja, mantienen a la sociedad en un estado de temor y terror constante. Vivimos en un estado donde el ciudadano promedio teme por su vida y corre un alto riesgo de ser asaltado en su carro por su teléfono celular cuando el tráfico se estanca, cosa que sucede a diario en todas las vías principales de la ciudad capital.

Ante esta situación mandamos los “soldados” a componer una situación extremadamente peligrosa. Mandamos a jóvenes menores de 25 años a lidiar con los peores y mas peligrosos problemas de la sociedad guatemalteca. Cada segundo que los jóvenes en el servicio militar pasan en las zona violentas, que nosotros que vivimos en Guatemala evitamos ir a todo costo, les sube su nivel de estrés psicológico y emocional de manera exponencial. Aun asi, esperamos que nos cumplan al 100%, cosa que no pedimos de ningún otro funcionario público.

En fin, si el soldado cumple con darnos seguridad, nadie se lo agradece. Si falla, nadie se lo perdona. Vaya conjunto de valores sociales que tenemos. Ojo con lo que se pide. Se retiran los soldados de las zonas mas peligrosas, ¿habrá menos violencia? ¿O más?