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Por favor, una traducción

Redacción
12 de enero, 2016

Existe una señal inequívoca para morir en paz. En el momento en el que uno añade una palabra nueva al idioma se da cuenta de que ha hecho un aporte tan grandioso y eterno que puede pasar el resto de su vida en el séptimo día. Algo así le ocurrió a James Bartholomew cuando en un artículo en The Spectator acuñó la frase virtue signalling. He estado dándole vueltas y he solo se me ocurre “apuntadores de virtud”. Se aceptan sugerencias.

En cualquier caso, se trata de un fenómeno que llevamos observando desde hace varios años pero que hasta hace poco no tenía nombre. Describe la manera en la que muchas personas dicen o escriben cosas para indicar que son virtuosos, generosos, comprometidos con el país, buena gente, al fin y al cabo. Señales sutiles: al compartir una publicación de X revista “pseudoprogre intentan decir que son admirablemente open minded. Al rechazar todos los monocultivos (sin entender mucho más de ellos que la raíz latina mono), intentan exhibir su notable apoyo a los derechos humanos. Al enviar la foto de Aylan intentan decir que están comprometidos con los refugiados. Una de las características del virtue signalling es que no requiere hacer nada virtuoso. No requiere de ninguna acción más allá de la expresión, no hace falta ir a visitar familias pobres ni ayudar a un vecino en necesidad. No requiere de hacer nada.

Se demuestra superioridad moral simplemente por las visiones que se tienen del mundo, por las cosas en las que uno cree. Las visiones sobre el mundo pueden referirse a unas u otras acciones que pueden ser o no morales, pero ellas no implican moralidad en sí. No se es más o menos bueno por creer en una cosa o en otra, pero sí por actuar de una u otra manera. Generalmente las confundimos porque las visiones suelen inspirar a actuar moral o inmoralmente, pero el simple hecho de creer o no en algo no implica en ningún caso moralidad. No suele ser eso lo que creen los virtue signallers. Estos utilizan Facebook y Twitter para exhibir una supuesta ventaja moral por sus visiones del mundo ante las cuales no cabe disputa. Parece que basta con desdeñar a cierto sector social o con conmoverse con una fotografía para poder alardear virtud.

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Bartholomew ha dado en el clavo: la frase se ha dispersado en inglés porque cubre una necesidad. No digo que sea universal, pero desde luego no es inusual. Se trata de marcar una línea entre lo que digo y lo que hago, de distinguir entre el autobombo y la moralidad, y recordar que la ética no es ética si no es práctica, que no está para contemplarse sino para ejercitarse. No basta con dar señales de bondad y compromiso político en Twitter y poner una bumper sticker de I love CICIG en el carro. No tienen nada de malo, está claro, pero no bastan para poder darse el lujo de considerarse buena persona. Y ahora viene lo importante, esta superioridad moral autodefinida por nuestras visiones del mundo suele implicar una minusvaloración de la visión contraria. Nos lleva a demonizar a todos aquellos que no piensen como nosotros, que apoyen a X candidato o que no estén de acuerdo con el blog feminista del Huffpost, pues en nuestro esquema esa visión del mundo implica inmoralidad. Y esto sencillamente no es así. Si nos dejamos llevar por este espejismo destruiremos toda posibilidad de diálogo con quienes piensan distinto a nosotros. Cometeremos el grave error de basar nuestros juicios morales en nuestras propias y limitadas comprensiones del mundo y terminaremos encerrados y aislados en el diminuto espacio de lo que yo digo y lo que los otros dicen, y no en lo que todos hacemos. El mundo hispano tiene necesidad de una traducción, porque tiene necesidad de expresar esta realidad para así empezar a combatirla.

Por favor, una traducción

Redacción
12 de enero, 2016

Existe una señal inequívoca para morir en paz. En el momento en el que uno añade una palabra nueva al idioma se da cuenta de que ha hecho un aporte tan grandioso y eterno que puede pasar el resto de su vida en el séptimo día. Algo así le ocurrió a James Bartholomew cuando en un artículo en The Spectator acuñó la frase virtue signalling. He estado dándole vueltas y he solo se me ocurre “apuntadores de virtud”. Se aceptan sugerencias.

En cualquier caso, se trata de un fenómeno que llevamos observando desde hace varios años pero que hasta hace poco no tenía nombre. Describe la manera en la que muchas personas dicen o escriben cosas para indicar que son virtuosos, generosos, comprometidos con el país, buena gente, al fin y al cabo. Señales sutiles: al compartir una publicación de X revista “pseudoprogre intentan decir que son admirablemente open minded. Al rechazar todos los monocultivos (sin entender mucho más de ellos que la raíz latina mono), intentan exhibir su notable apoyo a los derechos humanos. Al enviar la foto de Aylan intentan decir que están comprometidos con los refugiados. Una de las características del virtue signalling es que no requiere hacer nada virtuoso. No requiere de ninguna acción más allá de la expresión, no hace falta ir a visitar familias pobres ni ayudar a un vecino en necesidad. No requiere de hacer nada.

Se demuestra superioridad moral simplemente por las visiones que se tienen del mundo, por las cosas en las que uno cree. Las visiones sobre el mundo pueden referirse a unas u otras acciones que pueden ser o no morales, pero ellas no implican moralidad en sí. No se es más o menos bueno por creer en una cosa o en otra, pero sí por actuar de una u otra manera. Generalmente las confundimos porque las visiones suelen inspirar a actuar moral o inmoralmente, pero el simple hecho de creer o no en algo no implica en ningún caso moralidad. No suele ser eso lo que creen los virtue signallers. Estos utilizan Facebook y Twitter para exhibir una supuesta ventaja moral por sus visiones del mundo ante las cuales no cabe disputa. Parece que basta con desdeñar a cierto sector social o con conmoverse con una fotografía para poder alardear virtud.

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Bartholomew ha dado en el clavo: la frase se ha dispersado en inglés porque cubre una necesidad. No digo que sea universal, pero desde luego no es inusual. Se trata de marcar una línea entre lo que digo y lo que hago, de distinguir entre el autobombo y la moralidad, y recordar que la ética no es ética si no es práctica, que no está para contemplarse sino para ejercitarse. No basta con dar señales de bondad y compromiso político en Twitter y poner una bumper sticker de I love CICIG en el carro. No tienen nada de malo, está claro, pero no bastan para poder darse el lujo de considerarse buena persona. Y ahora viene lo importante, esta superioridad moral autodefinida por nuestras visiones del mundo suele implicar una minusvaloración de la visión contraria. Nos lleva a demonizar a todos aquellos que no piensen como nosotros, que apoyen a X candidato o que no estén de acuerdo con el blog feminista del Huffpost, pues en nuestro esquema esa visión del mundo implica inmoralidad. Y esto sencillamente no es así. Si nos dejamos llevar por este espejismo destruiremos toda posibilidad de diálogo con quienes piensan distinto a nosotros. Cometeremos el grave error de basar nuestros juicios morales en nuestras propias y limitadas comprensiones del mundo y terminaremos encerrados y aislados en el diminuto espacio de lo que yo digo y lo que los otros dicen, y no en lo que todos hacemos. El mundo hispano tiene necesidad de una traducción, porque tiene necesidad de expresar esta realidad para así empezar a combatirla.