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Mi Guatemala lo merece

Betty Marroquin
20 de enero, 2016

Creo que me equivoqué de negocio, porque decididamente es más cómodo y lucrativo ser activista de Derechos Humanos. Rinde más ser parásito de la sociedad que no produce nada más que mentiras y quejas, poner en mal a mi país por doquier, continuar con la cantaleta de la famosa guerra que terminó hace 20 años (si, VEINTE), y por ende, vivir de los incautos (aunque comienzo a creer que no son tan incautos) donantes extranjeros que los alimentan. Si uno lee los titulares del exterior relacionados por ejemplo, con Claudia Paz y Paz, pareciera que seguimos en guerra. La mayoría de boletines de prensa sobre ella describen a Guatemala como un país retrogrado, lleno de asesinos (blancos todos) que sólo buscan aniquilar a su pueblo indígena subyugado y abusado en todas las formas imaginables. Hablan de mi Guatemala como si fuese la Cambodia de Pol Pot. Realmente me enfurece que esta gente viva de hacernos trizas con tanta mentira. Amar a Guatemala es admitir que tenemos retos enormes, problemas dantescos, pero que deseamos solucionarlos de raíz y en paz. Amar a Guatemala es hablar de los bancos comunales, de los programas de asistencia a la pequeña empresa, de lo que hace Funsepa para ayudar a las escuelitas públicas en el área rural del país, de buscar fondos para apoyar los esfuerzos de médicos que operan gratis en las zonas más necesitadas, de buscar más apoyo en programas que estimulen a la mujer indígena a trabajar con dignidad mejorando su auto estima y por ende, a su familia. Eso sería amar a Guatemala. No buscar que un país en quiebra pague DIEZ MILLONES DE DÓLARES a 26 supuestas víctimas de la guerra.

Y que me dicen de los extranjeros que viniendo a Guatemala, viendo el progreso que tenemos, se permiten criticarnos y ayudar a estos parásitos a continuar con su cometido. Antes los creía pobres incautos, pero ahora pienso que lo hacen porque al igual que los de aquí, para ser parásito de la sociedad no se necesita ser guatemalteco. Es la única explicación lógica que encuentro a su actuación.

Ahora resulta que Nineth Montenegro, la admirada diputada, no sabía que Encuentro por Guatemala se gasta Q114,000.00 al mes en sólo 5 empleados. Que sus técnicos ganan Q40 MIL al mes. Esto me recuerda los muchos activistas que uno ve en un carrito apaleado entre semana, y que el domingo salen en su bien escondida y moderna Range Rover a pasear. Es como los guerrilleros que hablan de igualitarismo y critican a los burgueses pero viajan en primera clase, beben Brunello di Montalcino y van a la Scalla cada vez que saltan el charco. Sarta de hipócritas. Igualitos al hijo de Fidel Castro que tiene zendo yate mega gigante con el se deleita del Mediterráneo. Y ¿quién paga por eso? No son fruto de su arduo trabajo, porque de trabajar, de correr riesgos arriesgando su patrimonio para producir algo, no tienen ni la menor idea. Es fruto de la plata que reciben de donantes por vivir haciendo pedazos a su pueblo.

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Es hora de contrarrestar esto. Debemos contarle al mundo lo que es realmente Guatemala. Debemos hacerle contrapeso al veneno que esta gente desparrama a su paso, y hablar de nuestros problemas con otra actitud. Hablar de los aciertos, que debieran ser apoyados y diseminados en todo el país. Es hora de buscar mayor apoyo para los programas sociales positivos, modernos y proactivos. De fiscalizar para evitar que la ayuda termine en carros de lujo, que se vaya en viáticos por viajes. Espero tanto que el Señor Presidente utilice todas sus herramientas como se debe y haga que cumplan su función. El Ministerio de Relaciones Exteriores, el Inguat, el Ministerio de Cultura y Deportes, la Secretaría de Bienestar Social, son algunos de los entes que deben ir al exterior a promover Guatemala. A demostrar que tenemos desarrollo y que merecemos más apoyo. Pero eso sí, que le bajen a los MIL DÓLARES DIARIOS que reciben por ejemplo algunos Ministros como viáticos cuando viajan al exterior.

Basta aprovecharse del cargo, de la ayuda del exterior, del poder que tienen. Debemos mostrar al mundo lo que somos realmente. Y somos mucho más que un país de gente que se odia, de gente que se quiere destruir unos a otros, de gente que no puede vivir en paz. Basta con el veneno. Si aman a Guatemala debieran trabajar por ella y no por su propio pecunio. Ser servidor público es un honor y un privilegio. Nuestra Guatemala merece nuestro mejor esfuerzo.

Mi Guatemala lo merece

Betty Marroquin
20 de enero, 2016

Creo que me equivoqué de negocio, porque decididamente es más cómodo y lucrativo ser activista de Derechos Humanos. Rinde más ser parásito de la sociedad que no produce nada más que mentiras y quejas, poner en mal a mi país por doquier, continuar con la cantaleta de la famosa guerra que terminó hace 20 años (si, VEINTE), y por ende, vivir de los incautos (aunque comienzo a creer que no son tan incautos) donantes extranjeros que los alimentan. Si uno lee los titulares del exterior relacionados por ejemplo, con Claudia Paz y Paz, pareciera que seguimos en guerra. La mayoría de boletines de prensa sobre ella describen a Guatemala como un país retrogrado, lleno de asesinos (blancos todos) que sólo buscan aniquilar a su pueblo indígena subyugado y abusado en todas las formas imaginables. Hablan de mi Guatemala como si fuese la Cambodia de Pol Pot. Realmente me enfurece que esta gente viva de hacernos trizas con tanta mentira. Amar a Guatemala es admitir que tenemos retos enormes, problemas dantescos, pero que deseamos solucionarlos de raíz y en paz. Amar a Guatemala es hablar de los bancos comunales, de los programas de asistencia a la pequeña empresa, de lo que hace Funsepa para ayudar a las escuelitas públicas en el área rural del país, de buscar fondos para apoyar los esfuerzos de médicos que operan gratis en las zonas más necesitadas, de buscar más apoyo en programas que estimulen a la mujer indígena a trabajar con dignidad mejorando su auto estima y por ende, a su familia. Eso sería amar a Guatemala. No buscar que un país en quiebra pague DIEZ MILLONES DE DÓLARES a 26 supuestas víctimas de la guerra.

Y que me dicen de los extranjeros que viniendo a Guatemala, viendo el progreso que tenemos, se permiten criticarnos y ayudar a estos parásitos a continuar con su cometido. Antes los creía pobres incautos, pero ahora pienso que lo hacen porque al igual que los de aquí, para ser parásito de la sociedad no se necesita ser guatemalteco. Es la única explicación lógica que encuentro a su actuación.

Ahora resulta que Nineth Montenegro, la admirada diputada, no sabía que Encuentro por Guatemala se gasta Q114,000.00 al mes en sólo 5 empleados. Que sus técnicos ganan Q40 MIL al mes. Esto me recuerda los muchos activistas que uno ve en un carrito apaleado entre semana, y que el domingo salen en su bien escondida y moderna Range Rover a pasear. Es como los guerrilleros que hablan de igualitarismo y critican a los burgueses pero viajan en primera clase, beben Brunello di Montalcino y van a la Scalla cada vez que saltan el charco. Sarta de hipócritas. Igualitos al hijo de Fidel Castro que tiene zendo yate mega gigante con el se deleita del Mediterráneo. Y ¿quién paga por eso? No son fruto de su arduo trabajo, porque de trabajar, de correr riesgos arriesgando su patrimonio para producir algo, no tienen ni la menor idea. Es fruto de la plata que reciben de donantes por vivir haciendo pedazos a su pueblo.

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Basta aprovecharse del cargo, de la ayuda del exterior, del poder que tienen. Debemos mostrar al mundo lo que somos realmente. Y somos mucho más que un país de gente que se odia, de gente que se quiere destruir unos a otros, de gente que no puede vivir en paz. Basta con el veneno. Si aman a Guatemala debieran trabajar por ella y no por su propio pecunio. Ser servidor público es un honor y un privilegio. Nuestra Guatemala merece nuestro mejor esfuerzo.