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Días de incertidumbre

Redacción
24 de enero, 2016

Los guatemaltecos somos las personas dentro del resto del mundo que compartimos un enorme grado de esperanza. Eso permite a muchos a no sucumbir frente a las arbitrariedades ocasionadas por los vientos de cambio de Guatemala. Lejos de ser cambios integrales muchos de ellos son expresiones iniciales frente a cambios profundos como la impostergable reforma a la Constitución Política de Guatemala.

Unos paisanos usan el eufemismo: cortinas de humo para referirse a distractores de masas para permitir un avance político sin mayores contratiempos. Los salarios diferenciados contrastados contra los del Congreso de la República, las manifestaciones magisteriales, la devaluación del quetzal, el precio de los combustibles otorgan a los actores políticos esa paz y ese camino libre para los cambios fundamentales de Guatemala.

Don Jimmy Morales no es ni siquiera el artífice de los cambios, su gabinete enfrenta problemas heredados cuya solución invitará al cambio. El propone un cambio de valores, de la forma primaria de ver las cosas y de regresar a la senda extraviada de la probidad. Muchas veces siento al Ministerio Público como el Dios Pluto que en la mitología griega reduce las acciones negativas a problemas de dinero.

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Sin embargo las acciones tendentes a recuperar un orden civilizado están distantes de poder realizarse si como guatemaltecos no encontramos esa capacidad de poder recuperar las familias cuyo fundamento sigue siendo la base de la Constitución República de Guatemala. Ese recuperar familias no debe ser atrapado en esa quimera de considerar que lo fundamental es dotar a los hijos de un futuro prometedor cuando su propio presente es una calamidad. Ese futuro llegará. Claro que llegará como una realidad alterna donde los valores propios de la civilización se habrán olvidado para siempre.

Don Jimmy Morales no tiene otro compromiso que un compromiso político, ser un estadista y rodearse de hombres probos para conducir el Estado de Guatemala por sendas geopolíticas que evite la destrucción de la unidad como República. La democracia por sí sola no crea milagros sino se cuenta con una correcta acción diplomática que permita al Estado de Guatemala situarse en los caminos de la libertad. Procurar un Estado Providencia como fue su discurso inicial está más cerca de dirigir una iglesia que un Estado político cuyas acciones deben ser tendentes a recuperar la hegemonía y dignidad legítima frente a otros Estados.

La erradicación de la corrupción significa la erradicación de aquello que la genera: hacer obras que necesitan de un contratista que trabaja para alguien que no puede pagarle más que recurriendo a la expoliación.

Creer que el Estado es la salvación del ciudadano es extraviar la idea democrática en la equivocada frese de un gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo. Los ciudadanos y las familias deben ser los artífices de cambio y salvar lo que se ha perdido: la solidaridad familiar en el contexto de una vida con valores.

Días de incertidumbre

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24 de enero, 2016

Los guatemaltecos somos las personas dentro del resto del mundo que compartimos un enorme grado de esperanza. Eso permite a muchos a no sucumbir frente a las arbitrariedades ocasionadas por los vientos de cambio de Guatemala. Lejos de ser cambios integrales muchos de ellos son expresiones iniciales frente a cambios profundos como la impostergable reforma a la Constitución Política de Guatemala.

Unos paisanos usan el eufemismo: cortinas de humo para referirse a distractores de masas para permitir un avance político sin mayores contratiempos. Los salarios diferenciados contrastados contra los del Congreso de la República, las manifestaciones magisteriales, la devaluación del quetzal, el precio de los combustibles otorgan a los actores políticos esa paz y ese camino libre para los cambios fundamentales de Guatemala.

Don Jimmy Morales no es ni siquiera el artífice de los cambios, su gabinete enfrenta problemas heredados cuya solución invitará al cambio. El propone un cambio de valores, de la forma primaria de ver las cosas y de regresar a la senda extraviada de la probidad. Muchas veces siento al Ministerio Público como el Dios Pluto que en la mitología griega reduce las acciones negativas a problemas de dinero.

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Sin embargo las acciones tendentes a recuperar un orden civilizado están distantes de poder realizarse si como guatemaltecos no encontramos esa capacidad de poder recuperar las familias cuyo fundamento sigue siendo la base de la Constitución República de Guatemala. Ese recuperar familias no debe ser atrapado en esa quimera de considerar que lo fundamental es dotar a los hijos de un futuro prometedor cuando su propio presente es una calamidad. Ese futuro llegará. Claro que llegará como una realidad alterna donde los valores propios de la civilización se habrán olvidado para siempre.

Don Jimmy Morales no tiene otro compromiso que un compromiso político, ser un estadista y rodearse de hombres probos para conducir el Estado de Guatemala por sendas geopolíticas que evite la destrucción de la unidad como República. La democracia por sí sola no crea milagros sino se cuenta con una correcta acción diplomática que permita al Estado de Guatemala situarse en los caminos de la libertad. Procurar un Estado Providencia como fue su discurso inicial está más cerca de dirigir una iglesia que un Estado político cuyas acciones deben ser tendentes a recuperar la hegemonía y dignidad legítima frente a otros Estados.

La erradicación de la corrupción significa la erradicación de aquello que la genera: hacer obras que necesitan de un contratista que trabaja para alguien que no puede pagarle más que recurriendo a la expoliación.

Creer que el Estado es la salvación del ciudadano es extraviar la idea democrática en la equivocada frese de un gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo. Los ciudadanos y las familias deben ser los artífices de cambio y salvar lo que se ha perdido: la solidaridad familiar en el contexto de una vida con valores.