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Manifestaciones no convencionales de la opinión pública

Redacción
26 de enero, 2016

La opinión pública se manifiesta de diferentes maneras y muchas de estas manifestaciones podemos encontrarlas a modo de blogs, tuits, hashtags o fotos de perfil. Sin embargo, hay una manifestación que me parece especialmente reveladora y es la de los memes.

Este fenómeno cobra especial interés cuando los usuarios deciden crear memes ya no solo de situaciones absurdas y sin relevancia, sino también como una forma de expresarse acerca de lo que ocurre a su alrededor. En Guatemala actualmente vivimos una situación política convulsa y difícil, marcada especialmente por la corrupción y la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos. Gran parte de este clima social se ve reflejado en las redes sociales a través del alto número de creaciones de memes políticos, la gran mayoría de estos en tono cómico.

Estos políticos se caracterizan porque parecen estar constantemente burlándose de los ciudadanos. Sus actos criminales no pasan desapercibidos por la sociedad, crímenes que van desde el robo y narcotráfico al el asesinato y la extorsión. Sin embargo, y probablemente sea esto lo que más enfurece a la sociedad guatemalteca, cada vez que comparecen públicamente dan muestras de su ineptitud y se ponen en ridículo a ellos mismos, poniendo en ridículo a la sociedad guatemalteca.

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Y parece que muchas veces la mejor manera de hacerles justicia a este tipo de grandes criminales es riéndose de ellos. Sería demasiado calificarles de criminal masterminds y la gente, que aprecia esto inmediatamente, los convierte en payasos, ridiculizándolos a través de memes. Por esta razón Guatemala se ha convertido en un fructífero productor de “memística” de la más alta calidad.

Nuestros políticos no podrían ser súper villanos en una película de acción. La maldad tradicional requiere inteligencia, cálculo y un plan maquiavélico para que no ser descubiertos. Nosotros, en cambio, tenemos un montón de diputados ni siquiera se molestan en disimular. ¿Dónde quedaron los malvados clásicos, los que actúan por un motivo, los que sienten odio de verdad, los que sienten algo? Los nuestros no están motivados por ideologías, ni por razones, ni siquiera por odios o venganzas. No están motivados por nada más que por dinero. Lo que se esconde detrás de sus actos es la pura banalidad, la nada.

Hannah Arendt explicó este tipo de maldad cuando realizó su análisis sobre Eichmann, uno de los nazis más conocidos y con peor prensa. Durante su juicio, al que ella asistió como periodista, pudo obtener una conclusión moral sobre las razones por las que Eichmann había actuado: la maldad de este hombre era banal. Era incapaz de darse cuenta de las implicaciones de sus acciones, sus acciones no estaban motivadas por intenciones horribles y enfermizas, sino más bien por nada, por la vacuidad. “A pesar de los esfuerzos del fiscal, cualquiera podía darse cuenta de que aquel hombre no era un <monstruo>, pero en realidad se hizo difícil no sospechar que fuera un payaso”.

Lo que Arendt logra es precisamente refutar la idea de que es la razón la que lleva a grandes desastres. Al afirmar que el mal no tiene profundidad, que el mal tantas veces no proviene del exceso de pensamiento y cálculo sino precisamente de la falta de este, consigue resarcir la confianza en el hombre y en el mundo. Se rechaza así la idea de que la realidad sea por sí misma corrupta. Al hablar de Eichmann como un payaso Arendt crea distancia en lugar de deseo de venganza y en último término, Arendt nos permite recuperar la confianza en la realidad, en el hombre y en el mundo. “Llamar al mal banal …implica que las fuentes del mal no son misteriosas ni profundas sino que están completamente al alcance de nuestras manos. Si esto es así, no infectan el mundo a una profundidad que nos podría hacer desesperar del mundo mismo. Como un hongo, pueden devastar la realidad pudriendo su superficie. Sus raíces, sin embargo, son lo suficientemente profundas como para sostenerse”.

Manifestaciones no convencionales de la opinión pública

Redacción
26 de enero, 2016

La opinión pública se manifiesta de diferentes maneras y muchas de estas manifestaciones podemos encontrarlas a modo de blogs, tuits, hashtags o fotos de perfil. Sin embargo, hay una manifestación que me parece especialmente reveladora y es la de los memes.

Este fenómeno cobra especial interés cuando los usuarios deciden crear memes ya no solo de situaciones absurdas y sin relevancia, sino también como una forma de expresarse acerca de lo que ocurre a su alrededor. En Guatemala actualmente vivimos una situación política convulsa y difícil, marcada especialmente por la corrupción y la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos. Gran parte de este clima social se ve reflejado en las redes sociales a través del alto número de creaciones de memes políticos, la gran mayoría de estos en tono cómico.

Estos políticos se caracterizan porque parecen estar constantemente burlándose de los ciudadanos. Sus actos criminales no pasan desapercibidos por la sociedad, crímenes que van desde el robo y narcotráfico al el asesinato y la extorsión. Sin embargo, y probablemente sea esto lo que más enfurece a la sociedad guatemalteca, cada vez que comparecen públicamente dan muestras de su ineptitud y se ponen en ridículo a ellos mismos, poniendo en ridículo a la sociedad guatemalteca.

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Y parece que muchas veces la mejor manera de hacerles justicia a este tipo de grandes criminales es riéndose de ellos. Sería demasiado calificarles de criminal masterminds y la gente, que aprecia esto inmediatamente, los convierte en payasos, ridiculizándolos a través de memes. Por esta razón Guatemala se ha convertido en un fructífero productor de “memística” de la más alta calidad.

Nuestros políticos no podrían ser súper villanos en una película de acción. La maldad tradicional requiere inteligencia, cálculo y un plan maquiavélico para que no ser descubiertos. Nosotros, en cambio, tenemos un montón de diputados ni siquiera se molestan en disimular. ¿Dónde quedaron los malvados clásicos, los que actúan por un motivo, los que sienten odio de verdad, los que sienten algo? Los nuestros no están motivados por ideologías, ni por razones, ni siquiera por odios o venganzas. No están motivados por nada más que por dinero. Lo que se esconde detrás de sus actos es la pura banalidad, la nada.

Hannah Arendt explicó este tipo de maldad cuando realizó su análisis sobre Eichmann, uno de los nazis más conocidos y con peor prensa. Durante su juicio, al que ella asistió como periodista, pudo obtener una conclusión moral sobre las razones por las que Eichmann había actuado: la maldad de este hombre era banal. Era incapaz de darse cuenta de las implicaciones de sus acciones, sus acciones no estaban motivadas por intenciones horribles y enfermizas, sino más bien por nada, por la vacuidad. “A pesar de los esfuerzos del fiscal, cualquiera podía darse cuenta de que aquel hombre no era un <monstruo>, pero en realidad se hizo difícil no sospechar que fuera un payaso”.

Lo que Arendt logra es precisamente refutar la idea de que es la razón la que lleva a grandes desastres. Al afirmar que el mal no tiene profundidad, que el mal tantas veces no proviene del exceso de pensamiento y cálculo sino precisamente de la falta de este, consigue resarcir la confianza en el hombre y en el mundo. Se rechaza así la idea de que la realidad sea por sí misma corrupta. Al hablar de Eichmann como un payaso Arendt crea distancia en lugar de deseo de venganza y en último término, Arendt nos permite recuperar la confianza en la realidad, en el hombre y en el mundo. “Llamar al mal banal …implica que las fuentes del mal no son misteriosas ni profundas sino que están completamente al alcance de nuestras manos. Si esto es así, no infectan el mundo a una profundidad que nos podría hacer desesperar del mundo mismo. Como un hongo, pueden devastar la realidad pudriendo su superficie. Sus raíces, sin embargo, son lo suficientemente profundas como para sostenerse”.