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Taracena no es indispensable

Redacción
17 de octubre, 2016

Esta semana podría ser crucial en la elección de una nueva junta directiva del Congreso. Tradicionalmente, la organización política que funge como partido oficial tiene las mayores probabilidades de ganar. En el 2016, sin embargo, se rompió esa tendencia con la presidencia de Mario Taracena, del partido Unidad Nacional de la Esperanza—UNE—.

Un análisis de la presidencia de Taracena podría dividirse en dos partes. La primera estuvo caracterizada por algunas “bonitas sorpresas”. En los primeros meses, el experimentado político emprendió una cruzada por la transparencia, al publicar listados de trabajadores, salarios, y precios de alquileres. Asimismo, impulsó reformas a la Ley Orgánica del Congreso y la Ley de Servicio Civil, las cuales han disminuido el transfuguismo y han abierto la puerta para una depuración de los trabajadores “fantasma” que han permanecido en el Congreso por años. Aparte de estas iniciativas, fue un operador efectivo para movilizar la agenda legislativa en diversos temas, entre ellos la Ley Electoral y de Partidos Políticos.

La segunda parte no tuvo éxitos concretos. En los últimos meses, el ritmo de trabajo del Congreso se vio disminuido. La discusión de un Código de Migración de más de doscientos artículos bloqueó la agenda legislativa por varias semanas, y su intento por cuestionar la constitucionalidad del pacto colectivo fue un rotundo fracaso. En la actualidad, esta dinámica en el Congreso se mantiene, y la agenda se ha reducido a dos temas: la discusión del presupuesto para el 2017 y las reformas constitucionales presentadas hace algunos días. En ambos, los partidos políticos no han alcanzado un acuerdo.

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Los logros mencionados en la primera parte de su mandato no garantizan una reelección de Taracena. Su particular estilo de gestión, políticamente “incorrecto”, le ha generado un buen número de adversarios, no solo en otros partidos sino a lo interno de la UNE. La posibilidad de que éste busque una candidatura presidencial en el 2019, también ha hecho que la secretaria general de su partido, Sandra Torres, desconfíe de sus verdaderos intereses. A eso se agrega que, a diferencia del año pasado, en esta ocasión la bancada oficial esté dispuesta a jugársela con tal de controlar el Legislativo.

Si Taracena no es reelecto, varios colegas analistas han argumentado que esto representaría un revés para el proceso de reforma institucional, iniciado a partir de la crisis política del 2015. El hábil político ha logrado que en la mente del ciudadano, su reelección se perciba como indispensable para continuar la lucha contra la corrupción. En este sentido, una pregunta necesaria es: ¿En realidad se detendría este proceso de cambio de no lograrse un segundo periodo de Taracena?

Desde mi perspectiva, a pesar de lo aplaudible de sus acciones, Mario Taracena no es indispensable para profundizar la lucha contra la corrupción. La presión de la ciudadanía, y la acción de otros actores como el Ministerio Público, la Comisión contra la Impunidad de Guatemala, y hay que decirlo, la Embajada de Estados Unidos, seguirán siendo los principales motores que podrían impulsar cambios en el Congreso. Ciertamente, la falta de un líder favorable a las demandas de dichos actores podría dificultar los procesos de transformación; sin embargo, considero que el impulso por reformas no se determina por la estadía en el poder de un hombre, ni tampoco será frenado por la llegada al poder de otro, que en un acto de miopía e insensatez, busque un retorno al sistema del pasado.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Taracena no es indispensable

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17 de octubre, 2016

Esta semana podría ser crucial en la elección de una nueva junta directiva del Congreso. Tradicionalmente, la organización política que funge como partido oficial tiene las mayores probabilidades de ganar. En el 2016, sin embargo, se rompió esa tendencia con la presidencia de Mario Taracena, del partido Unidad Nacional de la Esperanza—UNE—.

Un análisis de la presidencia de Taracena podría dividirse en dos partes. La primera estuvo caracterizada por algunas “bonitas sorpresas”. En los primeros meses, el experimentado político emprendió una cruzada por la transparencia, al publicar listados de trabajadores, salarios, y precios de alquileres. Asimismo, impulsó reformas a la Ley Orgánica del Congreso y la Ley de Servicio Civil, las cuales han disminuido el transfuguismo y han abierto la puerta para una depuración de los trabajadores “fantasma” que han permanecido en el Congreso por años. Aparte de estas iniciativas, fue un operador efectivo para movilizar la agenda legislativa en diversos temas, entre ellos la Ley Electoral y de Partidos Políticos.

La segunda parte no tuvo éxitos concretos. En los últimos meses, el ritmo de trabajo del Congreso se vio disminuido. La discusión de un Código de Migración de más de doscientos artículos bloqueó la agenda legislativa por varias semanas, y su intento por cuestionar la constitucionalidad del pacto colectivo fue un rotundo fracaso. En la actualidad, esta dinámica en el Congreso se mantiene, y la agenda se ha reducido a dos temas: la discusión del presupuesto para el 2017 y las reformas constitucionales presentadas hace algunos días. En ambos, los partidos políticos no han alcanzado un acuerdo.

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Los logros mencionados en la primera parte de su mandato no garantizan una reelección de Taracena. Su particular estilo de gestión, políticamente “incorrecto”, le ha generado un buen número de adversarios, no solo en otros partidos sino a lo interno de la UNE. La posibilidad de que éste busque una candidatura presidencial en el 2019, también ha hecho que la secretaria general de su partido, Sandra Torres, desconfíe de sus verdaderos intereses. A eso se agrega que, a diferencia del año pasado, en esta ocasión la bancada oficial esté dispuesta a jugársela con tal de controlar el Legislativo.

Si Taracena no es reelecto, varios colegas analistas han argumentado que esto representaría un revés para el proceso de reforma institucional, iniciado a partir de la crisis política del 2015. El hábil político ha logrado que en la mente del ciudadano, su reelección se perciba como indispensable para continuar la lucha contra la corrupción. En este sentido, una pregunta necesaria es: ¿En realidad se detendría este proceso de cambio de no lograrse un segundo periodo de Taracena?

Desde mi perspectiva, a pesar de lo aplaudible de sus acciones, Mario Taracena no es indispensable para profundizar la lucha contra la corrupción. La presión de la ciudadanía, y la acción de otros actores como el Ministerio Público, la Comisión contra la Impunidad de Guatemala, y hay que decirlo, la Embajada de Estados Unidos, seguirán siendo los principales motores que podrían impulsar cambios en el Congreso. Ciertamente, la falta de un líder favorable a las demandas de dichos actores podría dificultar los procesos de transformación; sin embargo, considero que el impulso por reformas no se determina por la estadía en el poder de un hombre, ni tampoco será frenado por la llegada al poder de otro, que en un acto de miopía e insensatez, busque un retorno al sistema del pasado.

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