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De la fashionista a la realista

Redacción
17 de octubre, 2016

Por Luis Felipe Garrán

El aula está repleta. Muchos estudiantes esperan la llegada de su catedrático. Las mesas están dispuestas en forma ascendente y al frente hay una infografía del cerebro humano. Parece ser una universidad importante. ¿Stanford? ¿Georgetown? Entra la profesora Gwyneth y logra sacar algunas sonrisas en los rostros de los alumnos; alguno incluso suelta una risilla. Cuando les dice que para la lección del día les hablará del cerebro, a muchos se les queda una cara de incredulidad. ¿Qué pasa?

Pues resulta que Gwyneth tiene unos cinco años. No; no es ningún reportaje sobre alguna niña prodigio que, apenas contando con un lustro de vida, ya sabe más cosas (y con mayor precisión) que la Wikipedia. No. Se trata del nuevo anuncio de la marca de muñecas Barbie.

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Acostumbrados a ver muñecas de tallas imposibles (no lo digo yo, se ha comprobado que son tallas imposibles… y esperpénticas) en autos deportivos, con mansiones costeras, rodeadas de amigas que visten igual y de muñecos Ken con cuerpo de Max Steel  y rostro de bailarina rusa, cuesta entender el nuevo concepto que presenta Barbie en su nueva campaña publicitaria.

El estilo Beverly Hills de Barbie parecía ser el ideal; todas las chicas soñaban desde muy pequeñas con vivir la vida de la muñeca de plástico, y qué mejor que tener la colección completa para montar, a placer, un mundo de ensueño. Sin embargo, ¿podía llegar a ser esto perjudicial?

La forma de vivir de Barbie en sus anuncios (y en sus películas) está muy alejada de la realidad de la gran mayoría de niñas que juegan con ella. No es que sea malo que jueguen a las “chicas 90210” e inventen diálogos e historias para sus muñecas, pero, detrás de eso, van creándose juicios equivocados.

Los cánones de belleza y el concepto de felicidad de Barbie han sido cuestionados por muchos. No todos podemos tener un jacuzzi en el jardín; ni un súper deportivo, convertible y rosado, con tan solo 18 años (o los que sea que tenga Barbie; supongo que no han de ser muchos más), pero en los anuncios esas muñecas se ven tan felices que, de alguna manera, muchas querían tener algo así para sentir la “verdadera felicidad”.

Es verdad que desde hace algún tiempo, la compañía de juguetes que desarrolla Barbie había metido colecciones como Veterinaria o Doctora, pero el enfoque seguía siendo desacertado. El gran éxito de la nueva campaña de Barbie es que la protagonista ya no es esa muñeca que nació allá por 1959, sino las niñas que juegan con ella.

En el juego, actividad tan importante durante la infancia, el centro debe ser el niño; sin él, ese balón de fútbol, esa muñeca o ese caballito de madera no tienen sentido de ser. Los niños son los auténticos protagonistas del juego y, no solo eso, son los narradores omniscientes de las situaciones que ellos mismo van creando. Gwyneth quiere ser profesora; si llega a serlo o no cuando sea mayor no es importante, porque en este momento es solo una niña que ha decidido pasárselo bien con sus muñecas mientras les presenta la lección del día de la clase de neurociencia.

En el anuncio también aparecen Brooklyn y Matty. La primera está jugando a ser veterinaria, y la segunda a ser entrenadora de fútbol americano (¿Por qué no?). Bueno, para nosotros están jugando, porque para ellas eso es más que un juego; es la construcción de sus sueños y aspiraciones.

You can be anything, o “puedes ser cualquier cosa”. Así termina el comercial. No pretendo hacerle propaganda gratuita a una empresa como esa, pero me asombró, para bien, el cambio de mentalidad que proponen. En medio de La civilización del espectáculo de Mario Vargas Llosa  en que vivimos, una de las empresas que más la ha promovido ha decidido plantear una nueva forma de entender el juego que ellos crearon; lo importante es el niño que juega, y la idea del juguete es que sea capaz de imaginarse a sí mismo haciendo todo aquello que imagina y se propone.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

De la fashionista a la realista

Redacción
17 de octubre, 2016

Por Luis Felipe Garrán

El aula está repleta. Muchos estudiantes esperan la llegada de su catedrático. Las mesas están dispuestas en forma ascendente y al frente hay una infografía del cerebro humano. Parece ser una universidad importante. ¿Stanford? ¿Georgetown? Entra la profesora Gwyneth y logra sacar algunas sonrisas en los rostros de los alumnos; alguno incluso suelta una risilla. Cuando les dice que para la lección del día les hablará del cerebro, a muchos se les queda una cara de incredulidad. ¿Qué pasa?

Pues resulta que Gwyneth tiene unos cinco años. No; no es ningún reportaje sobre alguna niña prodigio que, apenas contando con un lustro de vida, ya sabe más cosas (y con mayor precisión) que la Wikipedia. No. Se trata del nuevo anuncio de la marca de muñecas Barbie.

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Acostumbrados a ver muñecas de tallas imposibles (no lo digo yo, se ha comprobado que son tallas imposibles… y esperpénticas) en autos deportivos, con mansiones costeras, rodeadas de amigas que visten igual y de muñecos Ken con cuerpo de Max Steel  y rostro de bailarina rusa, cuesta entender el nuevo concepto que presenta Barbie en su nueva campaña publicitaria.

El estilo Beverly Hills de Barbie parecía ser el ideal; todas las chicas soñaban desde muy pequeñas con vivir la vida de la muñeca de plástico, y qué mejor que tener la colección completa para montar, a placer, un mundo de ensueño. Sin embargo, ¿podía llegar a ser esto perjudicial?

La forma de vivir de Barbie en sus anuncios (y en sus películas) está muy alejada de la realidad de la gran mayoría de niñas que juegan con ella. No es que sea malo que jueguen a las “chicas 90210” e inventen diálogos e historias para sus muñecas, pero, detrás de eso, van creándose juicios equivocados.

Los cánones de belleza y el concepto de felicidad de Barbie han sido cuestionados por muchos. No todos podemos tener un jacuzzi en el jardín; ni un súper deportivo, convertible y rosado, con tan solo 18 años (o los que sea que tenga Barbie; supongo que no han de ser muchos más), pero en los anuncios esas muñecas se ven tan felices que, de alguna manera, muchas querían tener algo así para sentir la “verdadera felicidad”.

Es verdad que desde hace algún tiempo, la compañía de juguetes que desarrolla Barbie había metido colecciones como Veterinaria o Doctora, pero el enfoque seguía siendo desacertado. El gran éxito de la nueva campaña de Barbie es que la protagonista ya no es esa muñeca que nació allá por 1959, sino las niñas que juegan con ella.

En el juego, actividad tan importante durante la infancia, el centro debe ser el niño; sin él, ese balón de fútbol, esa muñeca o ese caballito de madera no tienen sentido de ser. Los niños son los auténticos protagonistas del juego y, no solo eso, son los narradores omniscientes de las situaciones que ellos mismo van creando. Gwyneth quiere ser profesora; si llega a serlo o no cuando sea mayor no es importante, porque en este momento es solo una niña que ha decidido pasárselo bien con sus muñecas mientras les presenta la lección del día de la clase de neurociencia.

En el anuncio también aparecen Brooklyn y Matty. La primera está jugando a ser veterinaria, y la segunda a ser entrenadora de fútbol americano (¿Por qué no?). Bueno, para nosotros están jugando, porque para ellas eso es más que un juego; es la construcción de sus sueños y aspiraciones.

You can be anything, o “puedes ser cualquier cosa”. Así termina el comercial. No pretendo hacerle propaganda gratuita a una empresa como esa, pero me asombró, para bien, el cambio de mentalidad que proponen. En medio de La civilización del espectáculo de Mario Vargas Llosa  en que vivimos, una de las empresas que más la ha promovido ha decidido plantear una nueva forma de entender el juego que ellos crearon; lo importante es el niño que juega, y la idea del juguete es que sea capaz de imaginarse a sí mismo haciendo todo aquello que imagina y se propone.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo