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Plebiscito

Redacción
06 de octubre, 2016
Debo reconocer que los movimientos de izquierda, a nivel mundial, no descansan. Esta ideología que promete el cielo pero que genera el infierno en vida, sigue con la intención de tomar el poder. Encuentra espacios vacíos, aunque sea pequeños, y se mete. Es fácil reconocerlos, pues lo único que saben hacer es destruir, a cambio de dinero y poder para sus dirigentes.
Los acuerdos de paz que firmó el gobierno de turno en Guatemala, junto con unos guerrilleros, ha sido una de las acciones más destructivas. Nosotros los votantes nunca tuvimos el privilegio de decidir si lo queríamos o no. Fue un acuerdo “negociado” entre personas que creían saber lo que era mejor para Guatemala. ¡Qué equivocados estaban!
En el corto plazo, todo parecía ser bueno. Era el “fin” de 36 años de un guerra horrible. Pero, ¿fue realmente el fin? No, por mucho.
Cuando empezaron a llegar los millones de dólares, principalmente de Europa, los guerrilleros encontraron la nueva forma de seguir viviendo. Y formaron ONGs que lucharían por los derechos de los pueblos indígenas. Y así empezó la guerra de cuarta generación. Sin armas y con mucho dinero.
Nunca nos preguntaron si queríamos eso. Decidieron por nosotros. Y el precio que estamos pagando es demasiado alto. Se llama conflictividad social. Con banderas de defensores de los derechos indigenas, mujeres, ambiente, territorio, etcétera, se oponen a todo lo que generen progreso y bienestar.
Con el poder del dinero, influyen en el gobierno de turno, con impunidad. Esa misma impunidad que los acuerdos de “paz” dieron a los guerrilleros. Unilateralmente, pues el ejército no tuvo la misma suerte. Y ahora vemos a militares siendo enjuiciados y condenados por jueces abiertamente parcializados.
El domingo vimos cómo perdieron su botín, cuando Colombia dijo NO a aceptar los miles de millones de dólares que recibiría la guerrilla, por medio del incremento del 400% de los impuestos. Rechazó la impunidad total hacia la guerrilla. El “líder” tiene más de 140 condenas, pero no cumpliría ninguna. Diez curules, gratis, para siempre, violando la libertad y decisión soberana de los votantes, a decidir a quiénes quieren allí.
Los que apoyamos el NO desde Guate, celebramos. Debo reconocer que con cierta envidia. Si hubiéramos podido decidir, seguramente lo hubiéramos rechazado.
Lo que sí nos preguntaron fue si aceptábamos los cambios a la Constitución, derivados de estos desatinados acuerdos. Y dijimos NO. Pero eso ya se les olvidó a los gobernantes de turno. También se les olvida que el pueblo soberano de Guatemala nunca le ha dado más del 3% del voto popular a los partidos políticos de izquierda. En las elecciones recientes, fueron cinco partidos políticos, y escasamente alcanzaron ese porcentaje.
Está más que claro cuál es la voluntad del pueblo, de nosotros los guatemaltecos que trabajamos, que queremos vivir en paz, con una vida digna. ¿No se dan cuenta de esto nuestros gobernantes? ¡No queremos a los izquierdosos! ¿Por qué, entonces, les hacen caso?
Los mandantes somos nosotros, no los ministros, ni el presidente, ni los jueces, ni los alcaldes. Nosotros, los que votamos, trabajamos, tributamos. Sí, nosotros, los que queremos vivir en paz, queremos tener trabajo y llevar nuestra vida, dignamente, con poco o con mucho, pero nuestra.
Y no aquella impuesta por otros que creen saber qué es lo mejor para los demás.
Ya dijimos no a las reformas constitucionales, a los partidos de izquierda, a la injerencia extranjera.  Parece que necesitamos un plebiscito para revocar esos “desacuerdos” de paz. Y volveremos a decir NO.
República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Plebiscito

Redacción
06 de octubre, 2016
Debo reconocer que los movimientos de izquierda, a nivel mundial, no descansan. Esta ideología que promete el cielo pero que genera el infierno en vida, sigue con la intención de tomar el poder. Encuentra espacios vacíos, aunque sea pequeños, y se mete. Es fácil reconocerlos, pues lo único que saben hacer es destruir, a cambio de dinero y poder para sus dirigentes.
Los acuerdos de paz que firmó el gobierno de turno en Guatemala, junto con unos guerrilleros, ha sido una de las acciones más destructivas. Nosotros los votantes nunca tuvimos el privilegio de decidir si lo queríamos o no. Fue un acuerdo “negociado” entre personas que creían saber lo que era mejor para Guatemala. ¡Qué equivocados estaban!
En el corto plazo, todo parecía ser bueno. Era el “fin” de 36 años de un guerra horrible. Pero, ¿fue realmente el fin? No, por mucho.
Cuando empezaron a llegar los millones de dólares, principalmente de Europa, los guerrilleros encontraron la nueva forma de seguir viviendo. Y formaron ONGs que lucharían por los derechos de los pueblos indígenas. Y así empezó la guerra de cuarta generación. Sin armas y con mucho dinero.
Nunca nos preguntaron si queríamos eso. Decidieron por nosotros. Y el precio que estamos pagando es demasiado alto. Se llama conflictividad social. Con banderas de defensores de los derechos indigenas, mujeres, ambiente, territorio, etcétera, se oponen a todo lo que generen progreso y bienestar.
Con el poder del dinero, influyen en el gobierno de turno, con impunidad. Esa misma impunidad que los acuerdos de “paz” dieron a los guerrilleros. Unilateralmente, pues el ejército no tuvo la misma suerte. Y ahora vemos a militares siendo enjuiciados y condenados por jueces abiertamente parcializados.
El domingo vimos cómo perdieron su botín, cuando Colombia dijo NO a aceptar los miles de millones de dólares que recibiría la guerrilla, por medio del incremento del 400% de los impuestos. Rechazó la impunidad total hacia la guerrilla. El “líder” tiene más de 140 condenas, pero no cumpliría ninguna. Diez curules, gratis, para siempre, violando la libertad y decisión soberana de los votantes, a decidir a quiénes quieren allí.
Los que apoyamos el NO desde Guate, celebramos. Debo reconocer que con cierta envidia. Si hubiéramos podido decidir, seguramente lo hubiéramos rechazado.
Lo que sí nos preguntaron fue si aceptábamos los cambios a la Constitución, derivados de estos desatinados acuerdos. Y dijimos NO. Pero eso ya se les olvidó a los gobernantes de turno. También se les olvida que el pueblo soberano de Guatemala nunca le ha dado más del 3% del voto popular a los partidos políticos de izquierda. En las elecciones recientes, fueron cinco partidos políticos, y escasamente alcanzaron ese porcentaje.
Está más que claro cuál es la voluntad del pueblo, de nosotros los guatemaltecos que trabajamos, que queremos vivir en paz, con una vida digna. ¿No se dan cuenta de esto nuestros gobernantes? ¡No queremos a los izquierdosos! ¿Por qué, entonces, les hacen caso?
Los mandantes somos nosotros, no los ministros, ni el presidente, ni los jueces, ni los alcaldes. Nosotros, los que votamos, trabajamos, tributamos. Sí, nosotros, los que queremos vivir en paz, queremos tener trabajo y llevar nuestra vida, dignamente, con poco o con mucho, pero nuestra.
Y no aquella impuesta por otros que creen saber qué es lo mejor para los demás.
Ya dijimos no a las reformas constitucionales, a los partidos de izquierda, a la injerencia extranjera.  Parece que necesitamos un plebiscito para revocar esos “desacuerdos” de paz. Y volveremos a decir NO.
República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo