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Del problema de las mariposas

Redacción
09 de octubre, 2016

Reinoso atesora ese mes bendito. Le hizo un altar y le reza en las mañanas. ¿Cómo olvidar, cómo olvidarla? Despertar y ver el amanecer entre sus pestañas; ver sus pestañas subir mientras abría los ojos y ver el sol salir al fondo. Con más cariño aún recuerda el recorrido de sus ojos, abría el izquierdo primero, el derecho después, luego se estiraba.
La veía despertar y se preguntaba ¿qué hice para merecer esto? En qué agua bendita me han bañado, qué salvo recé bien.
Reinoso se vestía mientras ella se bañaba y bajaba a hacerle el desayuno -o lo que ella creía que era desayuno- puesto a que con un jugo y un café sería suficiente.
Génesis bajaba siempre con su bata puesta, la traslúcida; su figura se adivinaba entre las costuras a la orilla.
Reinoso siempre pensó que hasta su nombre estaba bendito. Admiraba su belleza, su inteligencia y fortaleza. Era su musa, su diosa y su medicina. La cura de sus males, la nueva sonrisa que llevaba puesta.
Génesis regaba el jardín a las 4 de la tarde, decía que a esa hora la tierra absorbía mejor los nutrientes. También decía que a las cuatro no entorpecía el vuelo de las mariposas. Secretamente, Génesis se sentía triste; hace bastante tiempo ya que había notado el problema de las mariposas.
Una de aquellas tardes soleadas, Génesis presenció un asesinato. Se trataba de un vago que quería la billetera de su vecina, Esmeralda. Al abstenerse de entregarla, el ladrón se enfureció, fue entonces cuando jaló el gatillo. Génesis tenía arritmia, ya saben, un ir y venir de emociones en el corazón. No pudo contener el sentimiento, había olvidado la pastilla de las mañanas y entonces, cayó muerta en los brazos de unas rosas espinadas, que rasguñaron sus brazos.
Un mes después del paraíso, Reinoso lo entendió. Veía los videos del casamiento -aquellos que tenía solo porque Génesis insistió-, lo sentía todo cercano y confuso.
Una mes antes, Génesis fue desposada por Reinoso en la Yurrita, la iglesia favorita de su madre. Un mes después, ella partió. En el centro de aquellas dos esquinas, fueron felices, fueron amados, fueron dichosos.
Reinoso recordará por siempre aquel día en el que, después de regar el jardín, vio a Génesis llorando. Se acercó a ella, le acarició con la mano la espalda y preguntó: ¿qué pasa? Fue entonces cuando Génesis contestó: son las mariposas. Aquel día no lo entendió, pero 39 años después de muerta Génesis y un día mientras regaba el jardín, por fin comprendió: son las mariposas, ya no vuelan en los jardines.
Entró a la sala y llorando escribió en un papel:

Del problema de las mariposas

Agusanadas encuentran el camino. Luego se vuelven aladas; hace tiempo que vuelan lejos, lejos de mi, lejos de todos. Desde que no estás, se fueron el resto de mariposas contigo, no encuentro camino ni fe. Te volviste la mariposa que tanto extrañabas en mi jardín; te fuiste, no dijiste adiós.

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República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Del problema de las mariposas

Redacción
09 de octubre, 2016

Reinoso atesora ese mes bendito. Le hizo un altar y le reza en las mañanas. ¿Cómo olvidar, cómo olvidarla? Despertar y ver el amanecer entre sus pestañas; ver sus pestañas subir mientras abría los ojos y ver el sol salir al fondo. Con más cariño aún recuerda el recorrido de sus ojos, abría el izquierdo primero, el derecho después, luego se estiraba.
La veía despertar y se preguntaba ¿qué hice para merecer esto? En qué agua bendita me han bañado, qué salvo recé bien.
Reinoso se vestía mientras ella se bañaba y bajaba a hacerle el desayuno -o lo que ella creía que era desayuno- puesto a que con un jugo y un café sería suficiente.
Génesis bajaba siempre con su bata puesta, la traslúcida; su figura se adivinaba entre las costuras a la orilla.
Reinoso siempre pensó que hasta su nombre estaba bendito. Admiraba su belleza, su inteligencia y fortaleza. Era su musa, su diosa y su medicina. La cura de sus males, la nueva sonrisa que llevaba puesta.
Génesis regaba el jardín a las 4 de la tarde, decía que a esa hora la tierra absorbía mejor los nutrientes. También decía que a las cuatro no entorpecía el vuelo de las mariposas. Secretamente, Génesis se sentía triste; hace bastante tiempo ya que había notado el problema de las mariposas.
Una de aquellas tardes soleadas, Génesis presenció un asesinato. Se trataba de un vago que quería la billetera de su vecina, Esmeralda. Al abstenerse de entregarla, el ladrón se enfureció, fue entonces cuando jaló el gatillo. Génesis tenía arritmia, ya saben, un ir y venir de emociones en el corazón. No pudo contener el sentimiento, había olvidado la pastilla de las mañanas y entonces, cayó muerta en los brazos de unas rosas espinadas, que rasguñaron sus brazos.
Un mes después del paraíso, Reinoso lo entendió. Veía los videos del casamiento -aquellos que tenía solo porque Génesis insistió-, lo sentía todo cercano y confuso.
Una mes antes, Génesis fue desposada por Reinoso en la Yurrita, la iglesia favorita de su madre. Un mes después, ella partió. En el centro de aquellas dos esquinas, fueron felices, fueron amados, fueron dichosos.
Reinoso recordará por siempre aquel día en el que, después de regar el jardín, vio a Génesis llorando. Se acercó a ella, le acarició con la mano la espalda y preguntó: ¿qué pasa? Fue entonces cuando Génesis contestó: son las mariposas. Aquel día no lo entendió, pero 39 años después de muerta Génesis y un día mientras regaba el jardín, por fin comprendió: son las mariposas, ya no vuelan en los jardines.
Entró a la sala y llorando escribió en un papel:

Del problema de las mariposas

Agusanadas encuentran el camino. Luego se vuelven aladas; hace tiempo que vuelan lejos, lejos de mi, lejos de todos. Desde que no estás, se fueron el resto de mariposas contigo, no encuentro camino ni fe. Te volviste la mariposa que tanto extrañabas en mi jardín; te fuiste, no dijiste adiós.

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