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La bendición de ser padre

Redacción
11 de diciembre, 2016

Amo a Guatemala por ser el lugar donde nací. Mi padre vivió los valores de la primera mitad del siglo XX. Las circunstancias fortuitas de la vida hicieron que el partiera hacia el interior de Dios a mi temprana edad. La vida me otorgó un gran dolor esa vez y con el paso de los años vinieron otras circunstancias que, si bien dolieron y me llenaron de pesadumbre, templaron lo que soy.

Hoy comparto el adviento como tantas otras veces y traigo a la memoria aquellos hermosos momentos que compartimos e hicieron de todos sus hijos, mis hermanos y yo hombres de bien. Sobretodo aprendí de mi padre el valor de la palabra empeñada, el coraje y la fuerza interior que nos ayuda a ser lo que somos a lo largo de la vida.

Guatemala es un país que Manuel José Arce llamaba pequeño y cruel. Un país acostumbrado a destruir aquello que amamos y valoramos. Un país que sangra. Pero, cuando veo circunstancias de otros lugares me considero afortunado y dichoso de haber nacido guatemalteco y la bendita gracia de Dios de darme un padre.

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Nunca me prive de esa maravillosa experiencia de ser padre. Aunque jamás tuve un hijo propio, una familia me convertí en esa fuerza maravillosa que implica ver en los niños un alma pura. Mis amigos, aquellos que me acompañan en el peregrinaje de la vida me otorgaron, en la tradición religiosa de padrino de sus hijos. Ese es un maravilloso honor que da sentido a lo que somos siempre.

Mis estudios me llevaron hace casi cuatro lustros a ver nacer a una bella bebe y he compartido durante diecisiete años esa maravillosa experiencia de ver crecer a una persona de bien que siempre ha estado presente en mis oraciones, en mis acciones y en mi recorrido de vida. En suma, esta niña se ha convertido en una persona de bien y con grandes expectativas dando esperanza para que no se extinga lo humano que llevamos dentro en esta frágil vida que muchas veces se torna pasajera.

Aquellos que elegimos ser padres, no lo hacemos por engendrar hijos. Zeus y Cronos, en la mitología griega, engendraban hijos, pero el miedo a ser padres hacia que los devoraran al nacer. Sin embargo, de las dichas más maravillosas que la vida me otorga es que sin haber engendrado un hijo propio he sabido ser padre. La ley y la organización social de este país han creado leyes que potencian un problema engendrado en el odio y la venganza y que se llama ley de femicidio. Esa ley ha destruido las bases de la familia guatemalteca al crear condiciones de desigualdad contra los padres y no contra los hombres.

La impresionante velocidad con la cual los legisladores han destruido la vida sensata de este país nos ha deshumanizado y vuelto una sociedad sin rumbo y sin esperanza.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

La bendición de ser padre

Redacción
11 de diciembre, 2016

Amo a Guatemala por ser el lugar donde nací. Mi padre vivió los valores de la primera mitad del siglo XX. Las circunstancias fortuitas de la vida hicieron que el partiera hacia el interior de Dios a mi temprana edad. La vida me otorgó un gran dolor esa vez y con el paso de los años vinieron otras circunstancias que, si bien dolieron y me llenaron de pesadumbre, templaron lo que soy.

Hoy comparto el adviento como tantas otras veces y traigo a la memoria aquellos hermosos momentos que compartimos e hicieron de todos sus hijos, mis hermanos y yo hombres de bien. Sobretodo aprendí de mi padre el valor de la palabra empeñada, el coraje y la fuerza interior que nos ayuda a ser lo que somos a lo largo de la vida.

Guatemala es un país que Manuel José Arce llamaba pequeño y cruel. Un país acostumbrado a destruir aquello que amamos y valoramos. Un país que sangra. Pero, cuando veo circunstancias de otros lugares me considero afortunado y dichoso de haber nacido guatemalteco y la bendita gracia de Dios de darme un padre.

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Nunca me prive de esa maravillosa experiencia de ser padre. Aunque jamás tuve un hijo propio, una familia me convertí en esa fuerza maravillosa que implica ver en los niños un alma pura. Mis amigos, aquellos que me acompañan en el peregrinaje de la vida me otorgaron, en la tradición religiosa de padrino de sus hijos. Ese es un maravilloso honor que da sentido a lo que somos siempre.

Mis estudios me llevaron hace casi cuatro lustros a ver nacer a una bella bebe y he compartido durante diecisiete años esa maravillosa experiencia de ver crecer a una persona de bien que siempre ha estado presente en mis oraciones, en mis acciones y en mi recorrido de vida. En suma, esta niña se ha convertido en una persona de bien y con grandes expectativas dando esperanza para que no se extinga lo humano que llevamos dentro en esta frágil vida que muchas veces se torna pasajera.

Aquellos que elegimos ser padres, no lo hacemos por engendrar hijos. Zeus y Cronos, en la mitología griega, engendraban hijos, pero el miedo a ser padres hacia que los devoraran al nacer. Sin embargo, de las dichas más maravillosas que la vida me otorga es que sin haber engendrado un hijo propio he sabido ser padre. La ley y la organización social de este país han creado leyes que potencian un problema engendrado en el odio y la venganza y que se llama ley de femicidio. Esa ley ha destruido las bases de la familia guatemalteca al crear condiciones de desigualdad contra los padres y no contra los hombres.

La impresionante velocidad con la cual los legisladores han destruido la vida sensata de este país nos ha deshumanizado y vuelto una sociedad sin rumbo y sin esperanza.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo