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Lo que está mal y lo que está peor con discusión de ley de juventud

Redacción
10 de febrero, 2016

Esta semana hubo mucha controversia respecto de la llamada ley de la juventud. La demanda por esta ley data del 2008, fecha desde la cual algunos grupos organizados han solicitado la aprobación de esta normativa.

¿Qué es exactamente la ley de la juventud? En mi opinión la ley se explica en dos aspectos. El primero está compuesto por una serie de “derechos” que enuncian a favor de los jóvenes: derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la cultura, al deporte, a la recreación, a la participación cívica. El segundo aspecto de la ley es el burocrático. La ley sugiere nada más eliminar la CONJUVE y crear una Secretaría de la juventud de la presidencia de la República.

La creación de la secretaría de la juventud de la presidencia es un problema en sí mismo. Implicará más gasto público dentro del propio organismo ejecutivo. Al día de hoy las secretarías del ejecutivo son un foco de despilfarro y la discusión debería ir en el sentido contrario: cómo podemos depurar el ejecutivo y prescindir de secretarías superfluas y ahorrar millones de quetzales y hacer más operativo el gobierno.

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Sin embargo, lo que acabó por detener la discusión de la ley en el Congreso fue un tema completamente diferente: la ley prevé que se provea educación sexual a los jóvenes. Que este tema haya parado la ley me preocupa aún más que el impulso de la ley misma.

Entiendo que exista gente a quien inquiete o disguste la idea. Pero el asunto es el siguiente: si se acepta la existencia de la educación estatal, se tiene que aceptar que el gobierno es laico y por tanto sus servicios no están sujetos a credo o religión alguna.

En el caso de la educación privada, el consumidor elige los factores relevantes para la educación de su hijo. Puede decidir que su hijo estudie en un colegio religioso o laico, que preste o no educación sexual. Pero en el caso de la educación pública, el usuario no es un consumidor en sentido estricto sino un receptor de un servicio que está sujeto a las normas burocráticas del aparato estatal. Como debe ser igual para todos, será una educación laica y su contenido con base a un plan central de estudios.

Solo nos quedan tres opciones. 1. Aceptar la educación pública y admitir que la educación debe ser laica y no sujeta a temas religiosos, 2. Vivir bajo un Estado religioso y recibir educación basada en un credo particular; y 3. Rechazar la educación pública y dejarla en manos de los particulares.

Lo que está mal y lo que está peor con discusión de ley de juventud

Redacción
10 de febrero, 2016

Esta semana hubo mucha controversia respecto de la llamada ley de la juventud. La demanda por esta ley data del 2008, fecha desde la cual algunos grupos organizados han solicitado la aprobación de esta normativa.

¿Qué es exactamente la ley de la juventud? En mi opinión la ley se explica en dos aspectos. El primero está compuesto por una serie de “derechos” que enuncian a favor de los jóvenes: derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la cultura, al deporte, a la recreación, a la participación cívica. El segundo aspecto de la ley es el burocrático. La ley sugiere nada más eliminar la CONJUVE y crear una Secretaría de la juventud de la presidencia de la República.

La creación de la secretaría de la juventud de la presidencia es un problema en sí mismo. Implicará más gasto público dentro del propio organismo ejecutivo. Al día de hoy las secretarías del ejecutivo son un foco de despilfarro y la discusión debería ir en el sentido contrario: cómo podemos depurar el ejecutivo y prescindir de secretarías superfluas y ahorrar millones de quetzales y hacer más operativo el gobierno.

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Sin embargo, lo que acabó por detener la discusión de la ley en el Congreso fue un tema completamente diferente: la ley prevé que se provea educación sexual a los jóvenes. Que este tema haya parado la ley me preocupa aún más que el impulso de la ley misma.

Entiendo que exista gente a quien inquiete o disguste la idea. Pero el asunto es el siguiente: si se acepta la existencia de la educación estatal, se tiene que aceptar que el gobierno es laico y por tanto sus servicios no están sujetos a credo o religión alguna.

En el caso de la educación privada, el consumidor elige los factores relevantes para la educación de su hijo. Puede decidir que su hijo estudie en un colegio religioso o laico, que preste o no educación sexual. Pero en el caso de la educación pública, el usuario no es un consumidor en sentido estricto sino un receptor de un servicio que está sujeto a las normas burocráticas del aparato estatal. Como debe ser igual para todos, será una educación laica y su contenido con base a un plan central de estudios.

Solo nos quedan tres opciones. 1. Aceptar la educación pública y admitir que la educación debe ser laica y no sujeta a temas religiosos, 2. Vivir bajo un Estado religioso y recibir educación basada en un credo particular; y 3. Rechazar la educación pública y dejarla en manos de los particulares.