Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Ser Liberal en Guatemala

Redacción
17 de febrero, 2016

Ser liberal en Guatemala no es fácil: el liberal se enfrenta a una sociedad con preceptos colectivistas bastante arraigados, estructuras y grupos conservadores con alta incidencia, expresiones progresivas que propugnan una fuerte participación gubernamental y, sobretodo, a un entorno aún dividido entre lo militar vs. lo guerrillero (y todos sus derivados en sus formas actuales, en ambos bandos). Todo lo anterior, por supuesto, son generalizaciones, pero proveen una idea del enjambre conceptual en el que vivimos y lo complicado que resulta que las ideas liberales permeen dentro de nuestra sociedad.

Y es que no nos engañemos, cualquier defensa que abogue por la propiedad privada, el libre mercado (real, sin prebendas ni privilegios estatales), y la reducción de la intervención estatal tanto en la economía como en la vida de las personas (también al ámbito sexual), se estrella rápidamente con rebates, sean argumentativamente lógicos o no, que acusan al exponente de ser aliado del sector privado organizado, de multinacionales, explotador del trabajador, oligarca, etc. Adicionalmente, la popularización del término “neo-liberal” para referirse de una manera peyorativa a la alineación con las políticas dictadas desde el Consenso de Washington han provocado un gran daño a la causa liberal en una América Latina donde un conservador, un mercantilista, un rentista del estado, un militar y un liberal son arrojados a un mismo saco sin mayor evaluación.

Más allá de realizar una reflexión conceptual del liberalismo como ideología, esta columna pretende dar ciertas luces de cuáles son las vías para un liberal de promulgar sus ideas e incidir en la acción dentro de un entorno tan complejo como el guatemalteco. De la experiencia española se pueden extraer ciertas lecciones. Antonio José Chinchetru, del Instituto Juan de Mariana, en su columna “El fracaso del entrismo liberal” (https://www.juandemariana.org/ijmactualidad/analisis-diario/el-fracaso-del-entrismo-liberal), nos habla del fracaso del “entrismo”, práctica en la que individuos, en este caso liberales, han intentado entrar a partidos de corte derechista o centro-derecha con la idea de influir “desde dentro” para que dichas agrupaciones adopten posturas próximas al liberalismo. Dicha práctica ha fallado ya que en España, indica Chinchetru, los partidos son “organizaciones fuertemente jerarquizadas…y no caben debates ideológicos o intelectuales de fondo.” Chinchetru considera que la opción remanente para el liberal es de influir mediante la opinión pública por medio de organizaciones, medios de comunicación, dirigentes políticos y formadores de opinión específicos con el afán que las ideas liberales vayan calando e internalizándose en la sociedad.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Si trasladamos esta reflexión al caso guatemalteco, el diagnóstico, me temo, es más sombrío. Como bien sabemos, la gran mayoría de los partidos actuales y sus estructuras giran en torno a la figura de un caudillo, quien muchas veces toma un partido “franquicia” con el único fin de contar con una figura electoral con la cual posicionarse con los votantes. El vacío de institucionalidad e ideología en los partidos políticos en Guatemala es crónico y se evidencia, a bote pronto, en dos factores: el corto ciclo de vida (aquellos que llegan a gobernar suelen minimizarse luego de su desgaste en el ejercicio en el poder, con la UNE como excepción) y el transfuguismo rampante en el Congreso (diputados cambiándose de partido sin ninguna conexión ideológica, ni siquiera nominal). Esto nos aleja aún más de cualquier conversación ideológica en los partidos políticos, vistos lamentablemente como un vehículo más para optar al poder y sus subsecuentes negocios, cuando idealmente, una base ideológica debería ser suficientemente sólida para soportar los embates propios del círculo de vida del partido político guatemalteco.

Continuando con la premisa de Chinchetru, me pregunto, ¿qué le queda al liberal guatemalteco? A mi forma de ver, existen tres opciones. Por un lado, siguiendo con su conclusión, intentar influir mediante la opinión pública, organizaciones, medios y formadores de opinión será una opción siempre importante y que debe permanecer constante para el liberal. Además, está abierta para aquellos que no escojan el camino de la política. Sin embargo, los riesgos inherentes a esta elección recaen en el hecho que los efectos deseados (llámese incidir en el sentido común mediante ideas liberales) serán evidenciados solamente a largo plazo y que los medios usualmente se les asocia con grupos de poder o de interés, por lo que una población de por sí escéptica estará renuente a aceptar ideas dependiendo del medio emisor de las mismas. Por otro lado, existe la opción de apoyar, de manera individual o a través de organizaciones, iniciativas que tiendan a la reducción del Estado sin ampliar privilegios para algunos, ciertamente una combinación difícil de lograr.

Finalmente, aplicar el “entrismo” para promover cambios desde dentro de los partidos puede ser una tarea titánica y tal vez condenada al fracaso dadas las estructuras actuales de los partidos y las prácticas que promueven el favoritismo, compadrazgo y sobretodo, el dinero como factores determinantes que inciden en la selección de candidatos a cargos de elección y en la promulgación de políticas públicas. Recordemos que los partidos políticos actuales surgen del andamiaje legal vigente que, a su vez, provee los incentivos para que exista una debilidad institucional partidista que a su vez impide un basamento ideológico sólido. Existen, sin embargo, proyectos interesantes, como el Partido Liberal de Guatemala cuya ideología es claramente liberal y, a mi parecer, ha intentado manejarse de una forma distinta al salirse del molde caudillista tradicional de los partidos actuales y, creo, vale la pena explorar ya que puede consolidarse como esa oferta política que satisfaga al electorado liberal.

En conclusión, las visiones y marcos conceptuales colectivistas tan arraigados y generalizados que de manera virtualmente axiomática recurren a la social-democracia y otros sistemas estatistas como modelo a seguir hacen que el ser liberal en Guatemala (y parece que en España también) sea un caso complicado. Lamentablemente, denominaciones y grupos políticos han secuestrado el mote de liberal de una manera muy efectiva pero han generado consecuencias nefastas para el liberalismo en Guatemala. Queda pues, recurrir a los canales anteriormente planteados para intentar incidir, sea de manera individual u organizada, en políticas públicas y sobretodo, en el sentido común para lograr una inclinación general hacia ideas liberales.

Jorge V. Ávila Prera

@JorgeAvilaPrera

Ser Liberal en Guatemala

Redacción
17 de febrero, 2016

Ser liberal en Guatemala no es fácil: el liberal se enfrenta a una sociedad con preceptos colectivistas bastante arraigados, estructuras y grupos conservadores con alta incidencia, expresiones progresivas que propugnan una fuerte participación gubernamental y, sobretodo, a un entorno aún dividido entre lo militar vs. lo guerrillero (y todos sus derivados en sus formas actuales, en ambos bandos). Todo lo anterior, por supuesto, son generalizaciones, pero proveen una idea del enjambre conceptual en el que vivimos y lo complicado que resulta que las ideas liberales permeen dentro de nuestra sociedad.

Y es que no nos engañemos, cualquier defensa que abogue por la propiedad privada, el libre mercado (real, sin prebendas ni privilegios estatales), y la reducción de la intervención estatal tanto en la economía como en la vida de las personas (también al ámbito sexual), se estrella rápidamente con rebates, sean argumentativamente lógicos o no, que acusan al exponente de ser aliado del sector privado organizado, de multinacionales, explotador del trabajador, oligarca, etc. Adicionalmente, la popularización del término “neo-liberal” para referirse de una manera peyorativa a la alineación con las políticas dictadas desde el Consenso de Washington han provocado un gran daño a la causa liberal en una América Latina donde un conservador, un mercantilista, un rentista del estado, un militar y un liberal son arrojados a un mismo saco sin mayor evaluación.

Más allá de realizar una reflexión conceptual del liberalismo como ideología, esta columna pretende dar ciertas luces de cuáles son las vías para un liberal de promulgar sus ideas e incidir en la acción dentro de un entorno tan complejo como el guatemalteco. De la experiencia española se pueden extraer ciertas lecciones. Antonio José Chinchetru, del Instituto Juan de Mariana, en su columna “El fracaso del entrismo liberal” (https://www.juandemariana.org/ijmactualidad/analisis-diario/el-fracaso-del-entrismo-liberal), nos habla del fracaso del “entrismo”, práctica en la que individuos, en este caso liberales, han intentado entrar a partidos de corte derechista o centro-derecha con la idea de influir “desde dentro” para que dichas agrupaciones adopten posturas próximas al liberalismo. Dicha práctica ha fallado ya que en España, indica Chinchetru, los partidos son “organizaciones fuertemente jerarquizadas…y no caben debates ideológicos o intelectuales de fondo.” Chinchetru considera que la opción remanente para el liberal es de influir mediante la opinión pública por medio de organizaciones, medios de comunicación, dirigentes políticos y formadores de opinión específicos con el afán que las ideas liberales vayan calando e internalizándose en la sociedad.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Si trasladamos esta reflexión al caso guatemalteco, el diagnóstico, me temo, es más sombrío. Como bien sabemos, la gran mayoría de los partidos actuales y sus estructuras giran en torno a la figura de un caudillo, quien muchas veces toma un partido “franquicia” con el único fin de contar con una figura electoral con la cual posicionarse con los votantes. El vacío de institucionalidad e ideología en los partidos políticos en Guatemala es crónico y se evidencia, a bote pronto, en dos factores: el corto ciclo de vida (aquellos que llegan a gobernar suelen minimizarse luego de su desgaste en el ejercicio en el poder, con la UNE como excepción) y el transfuguismo rampante en el Congreso (diputados cambiándose de partido sin ninguna conexión ideológica, ni siquiera nominal). Esto nos aleja aún más de cualquier conversación ideológica en los partidos políticos, vistos lamentablemente como un vehículo más para optar al poder y sus subsecuentes negocios, cuando idealmente, una base ideológica debería ser suficientemente sólida para soportar los embates propios del círculo de vida del partido político guatemalteco.

Continuando con la premisa de Chinchetru, me pregunto, ¿qué le queda al liberal guatemalteco? A mi forma de ver, existen tres opciones. Por un lado, siguiendo con su conclusión, intentar influir mediante la opinión pública, organizaciones, medios y formadores de opinión será una opción siempre importante y que debe permanecer constante para el liberal. Además, está abierta para aquellos que no escojan el camino de la política. Sin embargo, los riesgos inherentes a esta elección recaen en el hecho que los efectos deseados (llámese incidir en el sentido común mediante ideas liberales) serán evidenciados solamente a largo plazo y que los medios usualmente se les asocia con grupos de poder o de interés, por lo que una población de por sí escéptica estará renuente a aceptar ideas dependiendo del medio emisor de las mismas. Por otro lado, existe la opción de apoyar, de manera individual o a través de organizaciones, iniciativas que tiendan a la reducción del Estado sin ampliar privilegios para algunos, ciertamente una combinación difícil de lograr.

Finalmente, aplicar el “entrismo” para promover cambios desde dentro de los partidos puede ser una tarea titánica y tal vez condenada al fracaso dadas las estructuras actuales de los partidos y las prácticas que promueven el favoritismo, compadrazgo y sobretodo, el dinero como factores determinantes que inciden en la selección de candidatos a cargos de elección y en la promulgación de políticas públicas. Recordemos que los partidos políticos actuales surgen del andamiaje legal vigente que, a su vez, provee los incentivos para que exista una debilidad institucional partidista que a su vez impide un basamento ideológico sólido. Existen, sin embargo, proyectos interesantes, como el Partido Liberal de Guatemala cuya ideología es claramente liberal y, a mi parecer, ha intentado manejarse de una forma distinta al salirse del molde caudillista tradicional de los partidos actuales y, creo, vale la pena explorar ya que puede consolidarse como esa oferta política que satisfaga al electorado liberal.

En conclusión, las visiones y marcos conceptuales colectivistas tan arraigados y generalizados que de manera virtualmente axiomática recurren a la social-democracia y otros sistemas estatistas como modelo a seguir hacen que el ser liberal en Guatemala (y parece que en España también) sea un caso complicado. Lamentablemente, denominaciones y grupos políticos han secuestrado el mote de liberal de una manera muy efectiva pero han generado consecuencias nefastas para el liberalismo en Guatemala. Queda pues, recurrir a los canales anteriormente planteados para intentar incidir, sea de manera individual u organizada, en políticas públicas y sobretodo, en el sentido común para lograr una inclinación general hacia ideas liberales.

Jorge V. Ávila Prera

@JorgeAvilaPrera