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Entre extremos

Betty Marroquin
02 de febrero, 2016

El otro día conocí a un empresario extranjero de visita en Guatemala, interesado en invertir en nuestro país porque está crecientemente desencantado con su país: Los Estados Unidos de América. Es una persona que ha viajado y alimentado su materia gris, que ha hecho su fortuna inteligentemente en ese que ha sido hasta ahora el país de las oportunidades. Me causó impresión escucharlo hablar de una nación distinta a la que tradicionalmente hemos admirado como bastión de la libertad y el progreso. Describió su percepción de que su país se está tornando crecientemente socialista, donde la iniciativa privada se está viendo seriamente afectada y amenazada, y con ello, la verdadera fuente generadora de empleo y de riqueza para la otrora fuerte clase media. Fue a su vez refrescante escucharlo explicar porqué ve a Guatemala como una tierra de oportunidades donde hay mucho campo para producir, dejar volar la creatividad y la iniciativa propia, como un país que está luchando por preservar su libertad y su democracia. Una alentadora visión de nuestro país, que si bien incluye clarísimos los retos que enfrentamos, también ve desde fuera nuestro potencial con un vaso medio lleno, no medio vacío.

Esto me incentivó a explorar un poco más el panorama electoral estadounidense actual, que encuentro más fascinante y polarizado que nunca. Por primera vez en mucho tiempo, y si bien en la campaña anterior tuvimos personajes opuestos como Barak Obama y Sarah Palin, en esta elección los polos antagónicos están aflorando y extendiéndose aún más lejos del espectro, y con ello mostrando una radiografía de los nuevos y futuros Estados Unidos de América. Queda claro que la extrema izquierda y la extrema derecha están hoy más que nunca a flor de piel en ése país.

En el que fuera el primer termómetro electoral, el Caucus de Iowa, vemos una extrema izquierda en Bernie Sanders, que habla sin tapujos contra el sector privado, contra Wall Street, a favor de alzar impuestos, con la típica retórica falaz de críticas al capitalismo y al sistema de libre mercado, y claramente contrario al intervencionismo de su país en el mundo exterior.  Viaja en jet privado, pero se jacta con gran orgullo de que no recibe donaciones de las grandes corporaciones. Dice que quisiera que los Estados Unidos fuesen otra Dinamarca, otra Noruega u otra Suecia. Dato curioso, representa a Vermont en el Senado conjuntamente con uno de los Senadores más importantes y poderosos del Congreso de los Estados Unido. Me refiero al mítico y fascinante Senador Patrick Leahy, quien nada más y nada menos prácticamente guarda la llave de acceso del exterior a todos los programas y asistencia económica que cualquier ente recibe de su país. Es así que Sanders representa al típico pensador del tradicionalmente socialista Vermont, y se auto proclama “socialista democrático”. Inesperadamente, Sanders ha llegado al punto de empatar con quien fuera vista como la clara ungida del Partido Demócrata, la ex Secretario/ex Primera Dama/ex Senadora Hillary Clinton, en el primer Caucus. Si Sanders gana la elección seguramente veríamos un efecto inclinado más aún hacia la izquierda en la política exterior de los Estados Unidos. Es decir, favorecería todo lo que salga de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y que remotamente huela a sindicato, además de que aboga por un impuesto adicional a Wall Street y a las grandes corporaciones que como es lógico, sería trasladado al consumidor encareciendo todo.

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Hillary Clinton es sin lugar a dudas, un político brillante. Posee una elocuencia admirable, y un cierto carisma que si alguien con un oído un poco más unidimensional cae fácilmente embelesado de su retórica. Ella representa la continuidad, la prolongación, de la Administración del Presidente Barak Obama.  Por ende, la política exterior actual de los Estados Unidos no tendría muchos cambios. Para Guatemala podría significar una agudización de la caza de brujas contra el Ejército, la institucionalización de la polarización, el triunfo de su amiga Claudia Paz y Paz y de sus grupo, y seguramente condicionamientos ulteriores para obligarnos a pagar el resarcimiento de Chixoy, de los actuales 260 millones de DÓLARES que la Mack logró que nos impusiera la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y de cualquier otro resarcimiento por cualquier otro caso por el que se les antoje condenarnos. Creo que en materia comercial quizás no sería tan dañina, y podría intentar empujar la reforma a la Ley de Inmigración que como debiera ser ya cristalinamente claro para todos, jamás avanzará si no existe consenso en el Congreso así la Presidencia patalee, llore y haga lo que haga para lograrla. Así que creer en esa promesa de campaña es de ilusos.

Entre los Republicanos el juego no es menos circense. Ted Cruz le ganó este primer round a Donald Trump.   Cruz, crecido en Texas, era ciudadano canadiense hasta hace 15 meses. Cometió errores en la presentación de sus estados financieros y apoyó la paralización del Estado cuando el presupuesto no estaba siendo aprobado como él deseaba. Candidato de la ultra conservadora facción del “Tea Party”, lanzó una de cal y una de arena cuando tomó una cierta distancia de su grupo en su discurso triunfal en Iowa, y aseveró claramente que no está a favor de la amnistía para los inmigrantes ilegales. Declaró que “ningún ilegal obtendrá jamás la ciudadanía” si él es electo Presidente, a pesar que su padre es cubano. Cruz es un férreo defensor de la iniciativa privada y está bastante cerca del modelo libertario. Luego tenemos a Trump, quien a mi criterio, es un brillante estratega, ya que perdió pero no exageradamente y aún falta el Caucus de New Hampshire. Mientras que Sanders ha encontrado un público receptivo en los jóvenes ilusos que quieren comprar tenis baratos hechos en China pero protestan contra la globalización y el libre mercado, Trump comparte con Cruz un público receptivo en esa gran mayoría estadounidense que ve al inmigrante distinto a sí mismo como una amenaza a su cultura, a su bolsillo y a su supervivencia. Trump dice todo lo que la gente común no se atrevía a decir públicamente por ser políticamente incorrecto. Y digo atrevía porque ahora no sólo lo dicen, también lo gritan y escriben en pancartas y T-shirts. Nota tragi-cómica son los niños que literalmente lloran por Trump. Si, niños que lloran por Trump. Haga una búsqueda en Youtube y verá. Pero lo cierto es que el hombre ha ganando muchos adeptos disguste a quien disguste y podría ganar suficientes delegados para obtener la nominación del Partido Republicano si gana en New Hampshire.

Para aclarar más el tema de los Caucus, como el de Iowa recién pasado, hay que comprender que son importantes porque primero que nada, sirven de termómetro para medir las inclinaciones del electorado en cuanto a temas relevantes, y sobre todo, simpatía hacia el candidato. También sirven para la obtención de delegados que votarán por la nominación en la Asamblea Nacional de cada partido. El caucus Republicano varía del Demócrata en cuanto a forma, pero de fondo son lo mismo. En el Republicano el votante emite su voto secreto y el porcentaje de apoyo que reciba cada candidato decidirá que delegados van a la convención. En el Demócrata, el tema se complica. Por ejemplo en Iowa: Los demócratas afiliados se congregan en uno de los 1700 centros de votación del estado. Luego de dar sus últimos discursos, se agrupan según el candidato predilecto y los indecisos forman su propio grupo. Con una fórmula matemática se decide cuantos delegados recibe cada candidato y por ende el ganador (número de personas en el grupo multiplicado por el número de delegados, se divide en el número de votantes en el caucus). Por ejemplo, si de ese centro de votación deben surgir 4 delegados, y participan 200 votantes en el caucus de los cuales 100 apoyan a Sanders, se debe multiplicar los 100 de Sanders por 4 que da 400, y luego lo divide en 200 que da 2. Sanders obtendría 2 delegados. Obviamente gana quién mas delegados obtiene en todo el Estado.

En resumen, en esta elección vemos un pueblo estadounidense sumamente dividido. De los amantes de la izquierda romántica a los xenófobos rematados. Entre quienes quieren un mundo “igual para todos” pero quieren continuar bajando música pirateada gratis, vestir bueno y barato (y por ende olvidan que para ello los productos que visten no pueden ser producidos en los Estados Unidos), y que culpan de todos los males a las grandes corporaciones (excluyendo a los cineastas porque Dios libre que les quiten su circo del Siglo XXI). Y, los que amando las mismas cosas, desean preservar el país en el que nacieron con sus libertades individuales intactas, pero le temen a todo aquel que sea diferente y no se asimile culturalmente a la sociedad de los hot dogs, el baseball y la música country.

Más allá del show de circo político que nos ofrecen, sea una opción o la otra, lo que suceda con Guatemala es lo que más nos preocupa. Especulando, Trump y Cruz muy probablemente tratarían de incentivar políticas que impliquen creación de empleo en países como el nuestro para que la inmigración decrezca, pero los aviones continuarían llegando cargados de ilegales. Clinton fortalecería los sindicatos y a los grupos de derechos humanos, apretando las tuercas de las condiciones impuestas para accesar a cualquier beneficio económico sea de asistencia o comercial. Sanders vetaría cualquier cosa que el Congreso le proponga que asemeje un beneficio comercial, o remotamente suene a favorecer a “los ricos”. Peor aún; si pudiera anularía el DR-CAFTA. Esperemos que quien gane la Presidencia de los Estados Unidos de América permita a Guatemala continuar su camino hacia el desarrollo sostenible y el progreso, en un sistema libre y democrático. Veremos que sucede en el siguiente escalón: el Caucus de New Hampshire.

Entre extremos

Betty Marroquin
02 de febrero, 2016

El otro día conocí a un empresario extranjero de visita en Guatemala, interesado en invertir en nuestro país porque está crecientemente desencantado con su país: Los Estados Unidos de América. Es una persona que ha viajado y alimentado su materia gris, que ha hecho su fortuna inteligentemente en ese que ha sido hasta ahora el país de las oportunidades. Me causó impresión escucharlo hablar de una nación distinta a la que tradicionalmente hemos admirado como bastión de la libertad y el progreso. Describió su percepción de que su país se está tornando crecientemente socialista, donde la iniciativa privada se está viendo seriamente afectada y amenazada, y con ello, la verdadera fuente generadora de empleo y de riqueza para la otrora fuerte clase media. Fue a su vez refrescante escucharlo explicar porqué ve a Guatemala como una tierra de oportunidades donde hay mucho campo para producir, dejar volar la creatividad y la iniciativa propia, como un país que está luchando por preservar su libertad y su democracia. Una alentadora visión de nuestro país, que si bien incluye clarísimos los retos que enfrentamos, también ve desde fuera nuestro potencial con un vaso medio lleno, no medio vacío.

Esto me incentivó a explorar un poco más el panorama electoral estadounidense actual, que encuentro más fascinante y polarizado que nunca. Por primera vez en mucho tiempo, y si bien en la campaña anterior tuvimos personajes opuestos como Barak Obama y Sarah Palin, en esta elección los polos antagónicos están aflorando y extendiéndose aún más lejos del espectro, y con ello mostrando una radiografía de los nuevos y futuros Estados Unidos de América. Queda claro que la extrema izquierda y la extrema derecha están hoy más que nunca a flor de piel en ése país.

En el que fuera el primer termómetro electoral, el Caucus de Iowa, vemos una extrema izquierda en Bernie Sanders, que habla sin tapujos contra el sector privado, contra Wall Street, a favor de alzar impuestos, con la típica retórica falaz de críticas al capitalismo y al sistema de libre mercado, y claramente contrario al intervencionismo de su país en el mundo exterior.  Viaja en jet privado, pero se jacta con gran orgullo de que no recibe donaciones de las grandes corporaciones. Dice que quisiera que los Estados Unidos fuesen otra Dinamarca, otra Noruega u otra Suecia. Dato curioso, representa a Vermont en el Senado conjuntamente con uno de los Senadores más importantes y poderosos del Congreso de los Estados Unido. Me refiero al mítico y fascinante Senador Patrick Leahy, quien nada más y nada menos prácticamente guarda la llave de acceso del exterior a todos los programas y asistencia económica que cualquier ente recibe de su país. Es así que Sanders representa al típico pensador del tradicionalmente socialista Vermont, y se auto proclama “socialista democrático”. Inesperadamente, Sanders ha llegado al punto de empatar con quien fuera vista como la clara ungida del Partido Demócrata, la ex Secretario/ex Primera Dama/ex Senadora Hillary Clinton, en el primer Caucus. Si Sanders gana la elección seguramente veríamos un efecto inclinado más aún hacia la izquierda en la política exterior de los Estados Unidos. Es decir, favorecería todo lo que salga de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y que remotamente huela a sindicato, además de que aboga por un impuesto adicional a Wall Street y a las grandes corporaciones que como es lógico, sería trasladado al consumidor encareciendo todo.

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Hillary Clinton es sin lugar a dudas, un político brillante. Posee una elocuencia admirable, y un cierto carisma que si alguien con un oído un poco más unidimensional cae fácilmente embelesado de su retórica. Ella representa la continuidad, la prolongación, de la Administración del Presidente Barak Obama.  Por ende, la política exterior actual de los Estados Unidos no tendría muchos cambios. Para Guatemala podría significar una agudización de la caza de brujas contra el Ejército, la institucionalización de la polarización, el triunfo de su amiga Claudia Paz y Paz y de sus grupo, y seguramente condicionamientos ulteriores para obligarnos a pagar el resarcimiento de Chixoy, de los actuales 260 millones de DÓLARES que la Mack logró que nos impusiera la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y de cualquier otro resarcimiento por cualquier otro caso por el que se les antoje condenarnos. Creo que en materia comercial quizás no sería tan dañina, y podría intentar empujar la reforma a la Ley de Inmigración que como debiera ser ya cristalinamente claro para todos, jamás avanzará si no existe consenso en el Congreso así la Presidencia patalee, llore y haga lo que haga para lograrla. Así que creer en esa promesa de campaña es de ilusos.

Entre los Republicanos el juego no es menos circense. Ted Cruz le ganó este primer round a Donald Trump.   Cruz, crecido en Texas, era ciudadano canadiense hasta hace 15 meses. Cometió errores en la presentación de sus estados financieros y apoyó la paralización del Estado cuando el presupuesto no estaba siendo aprobado como él deseaba. Candidato de la ultra conservadora facción del “Tea Party”, lanzó una de cal y una de arena cuando tomó una cierta distancia de su grupo en su discurso triunfal en Iowa, y aseveró claramente que no está a favor de la amnistía para los inmigrantes ilegales. Declaró que “ningún ilegal obtendrá jamás la ciudadanía” si él es electo Presidente, a pesar que su padre es cubano. Cruz es un férreo defensor de la iniciativa privada y está bastante cerca del modelo libertario. Luego tenemos a Trump, quien a mi criterio, es un brillante estratega, ya que perdió pero no exageradamente y aún falta el Caucus de New Hampshire. Mientras que Sanders ha encontrado un público receptivo en los jóvenes ilusos que quieren comprar tenis baratos hechos en China pero protestan contra la globalización y el libre mercado, Trump comparte con Cruz un público receptivo en esa gran mayoría estadounidense que ve al inmigrante distinto a sí mismo como una amenaza a su cultura, a su bolsillo y a su supervivencia. Trump dice todo lo que la gente común no se atrevía a decir públicamente por ser políticamente incorrecto. Y digo atrevía porque ahora no sólo lo dicen, también lo gritan y escriben en pancartas y T-shirts. Nota tragi-cómica son los niños que literalmente lloran por Trump. Si, niños que lloran por Trump. Haga una búsqueda en Youtube y verá. Pero lo cierto es que el hombre ha ganando muchos adeptos disguste a quien disguste y podría ganar suficientes delegados para obtener la nominación del Partido Republicano si gana en New Hampshire.

Para aclarar más el tema de los Caucus, como el de Iowa recién pasado, hay que comprender que son importantes porque primero que nada, sirven de termómetro para medir las inclinaciones del electorado en cuanto a temas relevantes, y sobre todo, simpatía hacia el candidato. También sirven para la obtención de delegados que votarán por la nominación en la Asamblea Nacional de cada partido. El caucus Republicano varía del Demócrata en cuanto a forma, pero de fondo son lo mismo. En el Republicano el votante emite su voto secreto y el porcentaje de apoyo que reciba cada candidato decidirá que delegados van a la convención. En el Demócrata, el tema se complica. Por ejemplo en Iowa: Los demócratas afiliados se congregan en uno de los 1700 centros de votación del estado. Luego de dar sus últimos discursos, se agrupan según el candidato predilecto y los indecisos forman su propio grupo. Con una fórmula matemática se decide cuantos delegados recibe cada candidato y por ende el ganador (número de personas en el grupo multiplicado por el número de delegados, se divide en el número de votantes en el caucus). Por ejemplo, si de ese centro de votación deben surgir 4 delegados, y participan 200 votantes en el caucus de los cuales 100 apoyan a Sanders, se debe multiplicar los 100 de Sanders por 4 que da 400, y luego lo divide en 200 que da 2. Sanders obtendría 2 delegados. Obviamente gana quién mas delegados obtiene en todo el Estado.

En resumen, en esta elección vemos un pueblo estadounidense sumamente dividido. De los amantes de la izquierda romántica a los xenófobos rematados. Entre quienes quieren un mundo “igual para todos” pero quieren continuar bajando música pirateada gratis, vestir bueno y barato (y por ende olvidan que para ello los productos que visten no pueden ser producidos en los Estados Unidos), y que culpan de todos los males a las grandes corporaciones (excluyendo a los cineastas porque Dios libre que les quiten su circo del Siglo XXI). Y, los que amando las mismas cosas, desean preservar el país en el que nacieron con sus libertades individuales intactas, pero le temen a todo aquel que sea diferente y no se asimile culturalmente a la sociedad de los hot dogs, el baseball y la música country.

Más allá del show de circo político que nos ofrecen, sea una opción o la otra, lo que suceda con Guatemala es lo que más nos preocupa. Especulando, Trump y Cruz muy probablemente tratarían de incentivar políticas que impliquen creación de empleo en países como el nuestro para que la inmigración decrezca, pero los aviones continuarían llegando cargados de ilegales. Clinton fortalecería los sindicatos y a los grupos de derechos humanos, apretando las tuercas de las condiciones impuestas para accesar a cualquier beneficio económico sea de asistencia o comercial. Sanders vetaría cualquier cosa que el Congreso le proponga que asemeje un beneficio comercial, o remotamente suene a favorecer a “los ricos”. Peor aún; si pudiera anularía el DR-CAFTA. Esperemos que quien gane la Presidencia de los Estados Unidos de América permita a Guatemala continuar su camino hacia el desarrollo sostenible y el progreso, en un sistema libre y democrático. Veremos que sucede en el siguiente escalón: el Caucus de New Hampshire.