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El maestro es el corazón del sistema educativo

Redacción
29 de febrero, 2016

Un buen docente logrará que sus alumnos aprendan aún cuando su clase la de bajo las ramas de un árbol y no cuente con material didáctico, pero un docente mal preparado, ni en las instalaciones más bonitas y modernas ni contando con tecnología de punta y los más lindos textos podrá estimular el aprendizaje de sus estudiantes. Ambas situaciones son extremas pero sirven únicamente para ilustrar el impacto que el docente tiene sobre sus alumnos. Es que es una ecuación sencilla y bastante obvia, pero que a menudo se le presta poca atención.

El presupuesto aprobado para el presente año para el Ministerio de Educación es de Q12,858 millones y contiene tres reglones destinados a servicios de formación y profesionalización a docentes que suman Q30.9 millones o 0.24 % del total del presupuesto anual. Esto alcanza para invertir menos de Q200 anuales para cada uno de los cerca de 155,000 docentes del sector oficial, traducido a menos de Q20 por docente por mes. En el sector privado también se percibe una baja inversión en la formación docente. Para muchos, la formación y profesionalización del docente no es considerada inversión sino un gasto y su rentabilidad es difícil de medir. No solo los resultados se perciben a largo plazo, sino que no es visible a simple vista cual docente está bien formado y cual no.

La apariencia física de una persona no nos permite saber su nivel de educación ni percibir su capacidad de enseñanza. Por otro lado, las inversiones en infraestructura, ya sean en pintura, canchas deportivas, tecnología o incluso en nuevos libros de texto son fácilmente visibles para cualquiera. Estas tienen el beneficio que entran por los ojos e impactan directamente en la inscripción de estudiantes. Yendo a extremos nuevamente: un colegio privado con puertas caídas, paredes rayadas, canchas de tierra y pintura pelada pero con docentes muy bien formados y capaces de impactar positivamente la vida de sus estudiantes difícilmente logrará captar a muchos alumnos cuyos padres estén dispuestos a pagar el costo real de su educación. Por otro lado, una institución educativa vestida coquetamente, bien pintada y con gramilla verde en sus canchas deportivas pero con docentes mal formados probablemente capte más el interés de los padres y logre más inscripciones con padres dispuestos a pagar más porque “si el colegio se ve bonito, ha de ser bueno”.

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Otro factor que afecta negativamente la disposición de muchos directores de instituciones privadas a invertir en la formación continua de sus docentes es la posibilidad que luego que éstos asistan a programas de formación sean contratados por otro colegio, perdiendo así su inversión, sin considerar el costo de no tener a sus docentes bien formados. Esto se ilustra claramente en las palabras de Derek Curtis Bok, presidente de la Universidad de Harvard entre los años 1971 y 1991: “Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia”.

Y es que la formación de un docente no es un evento finito, sino continuo. Al igual que los empresarios capacitan continuamente a su personal, las instituciones educativas deben formar continuamente a sus docentes para que se mantengan actualizados. Nuevas metodologías pedagógicas surgen y las no tan nuevas necesitan ser reforzadas. Al igual que hay que regar continua y consistentemente una planta para que se mantenga viva y bonita, el conocimiento de los docentes debe ser alimentado continuamente para que sean efectivos en el aula.

El conocimiento se confunde a menudo con la capacidad de estimular el aprendizaje. Un ingeniero puede tener muchos conocimientos matemáticos pero poca capacidad de lograr que otros los comprendan. Los docentes deben tener el conocimiento pedagógico y conocer las distintas metodologías que los llevarán a facilitar el aprendizaje de sus estudiantes y por ende, convirtiéndose en facilitadores de sus alumnos. Si bien el conocimiento es importante y no debe faltar (es muy difícil – si no imposible – enseñar un tema del cual se tiene poco conocimiento) el aspecto pedagógico es trascendental.

Es fácil comprender que hay muchas necesidades: desde la construcción de escuelas, pago de sueldos, alimentación de los estudiantes y muchas otras más, y todas deben ponerse en la balanza; un estudiante desnutrido no aprenderá bien, al igual que un maestro con poca formación logrará que sus alumnos aprendan. La priorización de los desembolsos debe realizarse en función de aquellos aspectos que más impactan en el aprendizaje de los alumnos y en la calidad educativa.

El impacto del docente fue claramente reconocido por Andy Rooney (1919-2011), un notable periodista de la radio y la televisión en Estados Unidos cuando dijo: “La mayoría de nosotros no tenemos más de cinco o seis personas que nos recuerdan. Los maestros tienen miles de personas que les recuerdan por el resto de sus vidas.”

El maestro es el corazón del sistema educativo

Redacción
29 de febrero, 2016

Un buen docente logrará que sus alumnos aprendan aún cuando su clase la de bajo las ramas de un árbol y no cuente con material didáctico, pero un docente mal preparado, ni en las instalaciones más bonitas y modernas ni contando con tecnología de punta y los más lindos textos podrá estimular el aprendizaje de sus estudiantes. Ambas situaciones son extremas pero sirven únicamente para ilustrar el impacto que el docente tiene sobre sus alumnos. Es que es una ecuación sencilla y bastante obvia, pero que a menudo se le presta poca atención.

El presupuesto aprobado para el presente año para el Ministerio de Educación es de Q12,858 millones y contiene tres reglones destinados a servicios de formación y profesionalización a docentes que suman Q30.9 millones o 0.24 % del total del presupuesto anual. Esto alcanza para invertir menos de Q200 anuales para cada uno de los cerca de 155,000 docentes del sector oficial, traducido a menos de Q20 por docente por mes. En el sector privado también se percibe una baja inversión en la formación docente. Para muchos, la formación y profesionalización del docente no es considerada inversión sino un gasto y su rentabilidad es difícil de medir. No solo los resultados se perciben a largo plazo, sino que no es visible a simple vista cual docente está bien formado y cual no.

La apariencia física de una persona no nos permite saber su nivel de educación ni percibir su capacidad de enseñanza. Por otro lado, las inversiones en infraestructura, ya sean en pintura, canchas deportivas, tecnología o incluso en nuevos libros de texto son fácilmente visibles para cualquiera. Estas tienen el beneficio que entran por los ojos e impactan directamente en la inscripción de estudiantes. Yendo a extremos nuevamente: un colegio privado con puertas caídas, paredes rayadas, canchas de tierra y pintura pelada pero con docentes muy bien formados y capaces de impactar positivamente la vida de sus estudiantes difícilmente logrará captar a muchos alumnos cuyos padres estén dispuestos a pagar el costo real de su educación. Por otro lado, una institución educativa vestida coquetamente, bien pintada y con gramilla verde en sus canchas deportivas pero con docentes mal formados probablemente capte más el interés de los padres y logre más inscripciones con padres dispuestos a pagar más porque “si el colegio se ve bonito, ha de ser bueno”.

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Y es que la formación de un docente no es un evento finito, sino continuo. Al igual que los empresarios capacitan continuamente a su personal, las instituciones educativas deben formar continuamente a sus docentes para que se mantengan actualizados. Nuevas metodologías pedagógicas surgen y las no tan nuevas necesitan ser reforzadas. Al igual que hay que regar continua y consistentemente una planta para que se mantenga viva y bonita, el conocimiento de los docentes debe ser alimentado continuamente para que sean efectivos en el aula.

El conocimiento se confunde a menudo con la capacidad de estimular el aprendizaje. Un ingeniero puede tener muchos conocimientos matemáticos pero poca capacidad de lograr que otros los comprendan. Los docentes deben tener el conocimiento pedagógico y conocer las distintas metodologías que los llevarán a facilitar el aprendizaje de sus estudiantes y por ende, convirtiéndose en facilitadores de sus alumnos. Si bien el conocimiento es importante y no debe faltar (es muy difícil – si no imposible – enseñar un tema del cual se tiene poco conocimiento) el aspecto pedagógico es trascendental.

Es fácil comprender que hay muchas necesidades: desde la construcción de escuelas, pago de sueldos, alimentación de los estudiantes y muchas otras más, y todas deben ponerse en la balanza; un estudiante desnutrido no aprenderá bien, al igual que un maestro con poca formación logrará que sus alumnos aprendan. La priorización de los desembolsos debe realizarse en función de aquellos aspectos que más impactan en el aprendizaje de los alumnos y en la calidad educativa.

El impacto del docente fue claramente reconocido por Andy Rooney (1919-2011), un notable periodista de la radio y la televisión en Estados Unidos cuando dijo: “La mayoría de nosotros no tenemos más de cinco o seis personas que nos recuerdan. Los maestros tienen miles de personas que les recuerdan por el resto de sus vidas.”