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La gran apuesta

Redacción
02 de febrero, 2016

El título de esta columna no está referido a una película de Hollywood de reciente aparición, en la que varios analistas financieros discuten sobre la inminente crisis económica de los Estados Unidos y sus causas. Más bien se refiere a otro tipo de película, una de carácter político que se inició ya hace muchos meses en torno a la elección de la Corte de Constitucionalidad y en la cual se mueven considerables intereses, unos muy visibles y otros quizá no tanto.

Que la elección de la Corte es clave para el funcionamiento del sistema político, no cabe duda alguna. Que hay muchos grupos que intentan influir por razones políticas, económicas e ideológicas, también ya se ha comentado. Pero quizá en lo que conviene centrar la mirada no es en el “trailer” de esta especie de película (cuyos avances ya hemos visto en los medios de comunicación) ni en el argumento central de la historia, sino en los recursos técnicos que veremos desfilar frente a nuestros propios ojos, es decir, en las tácticas y estrategias que distintos grupos utilizarán para mover el resultado en una u otra dirección. Es allí donde radica el verdadero interés de los próximos días.

Primero hay que recordar que estamos frente a una especie de “juego de espejos”. Lo que vemos no siempre esta allí. Por ejemplo, algunos cuerpos electorales anuncian con gran despliegue de bombos y platillos, el hecho de asumir los contenidos de la ley de comisiones de postulación, como reglas de juego para su propio proceso. En la práctica, aun cuando ciertas formalidades se siguen, los resultados no siempre están atados al espíritu de la ley. Ya lo veremos. También podemos afirmar que algunos grupos buscan ejercer, en una especie de “auditoría social comprometida” una especie de presión adicional para mover los hilos de la discusión hacia aquellos personajes que mejor les gustan, tomando el especial cuidado de diseñar, en el camino, perfiles que como buenos chalecos de sastre, ya tienen prefigurado a su ocupante. En esto, las reglas asociadas a la ley de comisiones de postulación les prestan un invaluable apoyo.

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Pero hay más sorpresas en la bolsa. Estoy convencido que veremos descalificaciones trabajadas en el momento oportuno. Que siempre hay un espacio para golpear, ya lo hemos visto en ocasiones anteriores. Lo estratégico aquí es golpear en el momento justo, y vaya que hay grupos que han estudiado en esto, el arte del “timing” con una gran maestría. Asimismo introducir en la discusión algunas reglas adicionales y no exigidas por ley -siempre vestidas de aires de “democracia y participación”- como por ejemplo el limitar la participación de ciertos profesionales sea porque aspiran a reelegirse o por que ejercen en el mismo cuerpo elector que les nomina, es una forma también muy elegante de limpiar la mesa, para entonces poder impulsar a sus propios candidatos.

Las reflexiones anteriores no pretenden plantear límites al radio de acción de una ciudadana responsable. Al contrario, necesitamos más y mejor presencia. Pero sí se busca prevenir que en nombre de esa ciudadanía se utilicen recursos y maniobras para empujar una agenda de intereses mezquinos, que es precisamente lo que se busca combatir con estos esfuerzos por la transparencia. Que hay que denunciar, sí. Que hay que buscar perfiles idóneos, también. Que buscamos una magistratura proba e independiente, ni dudarlo. Pero todo lo anterior debe ser en un marco en el que no hayan profesionales buenos que sean considerados como de segunda por no llenar el “tacuche político” que algunos quieren imponer, ni tampoco que hayan entidades sociales que tengan más derecho a opinar que otras, simplemente por ser las “políticamente correctas”. No es esa la película que en este proceso tan importante queremos ver.

La gran apuesta

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02 de febrero, 2016

El título de esta columna no está referido a una película de Hollywood de reciente aparición, en la que varios analistas financieros discuten sobre la inminente crisis económica de los Estados Unidos y sus causas. Más bien se refiere a otro tipo de película, una de carácter político que se inició ya hace muchos meses en torno a la elección de la Corte de Constitucionalidad y en la cual se mueven considerables intereses, unos muy visibles y otros quizá no tanto.

Que la elección de la Corte es clave para el funcionamiento del sistema político, no cabe duda alguna. Que hay muchos grupos que intentan influir por razones políticas, económicas e ideológicas, también ya se ha comentado. Pero quizá en lo que conviene centrar la mirada no es en el “trailer” de esta especie de película (cuyos avances ya hemos visto en los medios de comunicación) ni en el argumento central de la historia, sino en los recursos técnicos que veremos desfilar frente a nuestros propios ojos, es decir, en las tácticas y estrategias que distintos grupos utilizarán para mover el resultado en una u otra dirección. Es allí donde radica el verdadero interés de los próximos días.

Primero hay que recordar que estamos frente a una especie de “juego de espejos”. Lo que vemos no siempre esta allí. Por ejemplo, algunos cuerpos electorales anuncian con gran despliegue de bombos y platillos, el hecho de asumir los contenidos de la ley de comisiones de postulación, como reglas de juego para su propio proceso. En la práctica, aun cuando ciertas formalidades se siguen, los resultados no siempre están atados al espíritu de la ley. Ya lo veremos. También podemos afirmar que algunos grupos buscan ejercer, en una especie de “auditoría social comprometida” una especie de presión adicional para mover los hilos de la discusión hacia aquellos personajes que mejor les gustan, tomando el especial cuidado de diseñar, en el camino, perfiles que como buenos chalecos de sastre, ya tienen prefigurado a su ocupante. En esto, las reglas asociadas a la ley de comisiones de postulación les prestan un invaluable apoyo.

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Pero hay más sorpresas en la bolsa. Estoy convencido que veremos descalificaciones trabajadas en el momento oportuno. Que siempre hay un espacio para golpear, ya lo hemos visto en ocasiones anteriores. Lo estratégico aquí es golpear en el momento justo, y vaya que hay grupos que han estudiado en esto, el arte del “timing” con una gran maestría. Asimismo introducir en la discusión algunas reglas adicionales y no exigidas por ley -siempre vestidas de aires de “democracia y participación”- como por ejemplo el limitar la participación de ciertos profesionales sea porque aspiran a reelegirse o por que ejercen en el mismo cuerpo elector que les nomina, es una forma también muy elegante de limpiar la mesa, para entonces poder impulsar a sus propios candidatos.

Las reflexiones anteriores no pretenden plantear límites al radio de acción de una ciudadana responsable. Al contrario, necesitamos más y mejor presencia. Pero sí se busca prevenir que en nombre de esa ciudadanía se utilicen recursos y maniobras para empujar una agenda de intereses mezquinos, que es precisamente lo que se busca combatir con estos esfuerzos por la transparencia. Que hay que denunciar, sí. Que hay que buscar perfiles idóneos, también. Que buscamos una magistratura proba e independiente, ni dudarlo. Pero todo lo anterior debe ser en un marco en el que no hayan profesionales buenos que sean considerados como de segunda por no llenar el “tacuche político” que algunos quieren imponer, ni tampoco que hayan entidades sociales que tengan más derecho a opinar que otras, simplemente por ser las “políticamente correctas”. No es esa la película que en este proceso tan importante queremos ver.