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Yo respeto a los conductores en dos ruedas

Adriana Lopez
06 de febrero, 2016

Un día de esta semana, mientras manejaba de regreso a casa me percaté que en una de las salidas de Futeca Cayalá hacia el bulevar Austriaco, estaba un grupo de ciclistas esperando que un carro les cediera el paso para seguir con su ruta nocturna.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que un Corolla detuvo su rápida velocidad, puso las luces de emergencia y esperó pacientemente a que el grupo de más o menos 30 ciclistas se incorporara al carril derecho. Éste carro no sólo les cedió el paso, también los escoltó hasta el redondel del Austriaco, ahí cruzó hacia zona 16 y los ciclistas siguieron su ruta.

Pensé en varias cosas mientras tenía la escena delante de mí. Primero, ¿Quién tiene ánimo para salir en la bicicleta un miércoles por la noche después del trabajo o un día cansado? Y segundo, ¿Quién se toma el tiempo de escoltar a un grupo de desconocidos y cuidar que otros carros no se les acerquen demasiado? Así que resolví mis dudas y las respuestas que obtuve me asombraron.

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Sucede que hay más de siete grupos organizados de ciclistas que promueven andar sobre dos ruedas para conocer, cuidar y trasladarse mejor en ésta ciudad. El movimiento está tomando cada vez más fuerza y seguidores, a tal punto que las mismas instituciones del gobierno y la municipalidad han propuesto actividades para que se conozca mejor este deporte y sea accesible para cualquiera que quiera participar. Sin mencionar que ya se creó, en algunas partes de la ciudad, el acceso a un bici metro y una ciclo vía.

Las ventajas de andar en bici por la ciudad van desde manejar al trabajo con un paisaje alejado del tránsito, ejercitarse diariamente y ser parte de una nueva cultura de cambio. Pero las desventajas también existen y una de ellas, por ejemplo, es la mala actitud de los conductores. Aunque nos pongamos a negar las cosas, todos hemos manejado a la par o detrás de un ciclista por las calles de ésta ciudad. Y claro, nos hemos desesperado, bocinamos, aceleramos con más ganas para rebasar o expresamos nuestra inconformidad por ese intruso que está ocupando parte de nuestro carril. La cosa es que el intruso éste, que tanto nos molesta, viaja a sus destinos en un medio de transporte que no daña el ambiente como lo hace nuestro vehículo. Él, está ejerciendo sus derechos como ciudadanos también y él, no tiene la culpa de que su ciudad no tenga carriles especializados para las bicicletas.

Las costumbres nos las formamos nosotros. Y tenemos dos opciones: o nos seguimos picando el hígado con el ciclista o nos hacemos de su equipo y lo apoyamos. La segunda suena mejor, es más visionaria y justa. Que a usted no le guste hacer ejercicio y se sienta culpable cada vez que mira al entusiasta bicicleteando por la calle, no es problema de él. Así que algunas de las maneras en las que podemos apoyar a éstos apasionados de la aventura son: mantener una distancia de al menos 1.5 metros cuando los rebasamos, escoltarlos si van en una vía en dónde corren mucho peligro, revisar nuestros retrovisores dos veces antes de abrir la puerta del auto en una parada, darles paso cuando necesitan cruzar y ¿por qué no? Un día intentar disfrutar de ésta experiencia.

Si nos cuidamos entre todos, vamos a estar mejor. Ni el ciclista se estresa por el conductor ni el conductor por el ciclista. Todos llegamos más tranquilos y con bienestar a nuestros destinos. Y entonces hacemos realidad el título de hoy: yo respeto a los conductores de dos ruedas.

Yo respeto a los conductores en dos ruedas

Adriana Lopez
06 de febrero, 2016

Un día de esta semana, mientras manejaba de regreso a casa me percaté que en una de las salidas de Futeca Cayalá hacia el bulevar Austriaco, estaba un grupo de ciclistas esperando que un carro les cediera el paso para seguir con su ruta nocturna.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que un Corolla detuvo su rápida velocidad, puso las luces de emergencia y esperó pacientemente a que el grupo de más o menos 30 ciclistas se incorporara al carril derecho. Éste carro no sólo les cedió el paso, también los escoltó hasta el redondel del Austriaco, ahí cruzó hacia zona 16 y los ciclistas siguieron su ruta.

Pensé en varias cosas mientras tenía la escena delante de mí. Primero, ¿Quién tiene ánimo para salir en la bicicleta un miércoles por la noche después del trabajo o un día cansado? Y segundo, ¿Quién se toma el tiempo de escoltar a un grupo de desconocidos y cuidar que otros carros no se les acerquen demasiado? Así que resolví mis dudas y las respuestas que obtuve me asombraron.

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Las ventajas de andar en bici por la ciudad van desde manejar al trabajo con un paisaje alejado del tránsito, ejercitarse diariamente y ser parte de una nueva cultura de cambio. Pero las desventajas también existen y una de ellas, por ejemplo, es la mala actitud de los conductores. Aunque nos pongamos a negar las cosas, todos hemos manejado a la par o detrás de un ciclista por las calles de ésta ciudad. Y claro, nos hemos desesperado, bocinamos, aceleramos con más ganas para rebasar o expresamos nuestra inconformidad por ese intruso que está ocupando parte de nuestro carril. La cosa es que el intruso éste, que tanto nos molesta, viaja a sus destinos en un medio de transporte que no daña el ambiente como lo hace nuestro vehículo. Él, está ejerciendo sus derechos como ciudadanos también y él, no tiene la culpa de que su ciudad no tenga carriles especializados para las bicicletas.

Las costumbres nos las formamos nosotros. Y tenemos dos opciones: o nos seguimos picando el hígado con el ciclista o nos hacemos de su equipo y lo apoyamos. La segunda suena mejor, es más visionaria y justa. Que a usted no le guste hacer ejercicio y se sienta culpable cada vez que mira al entusiasta bicicleteando por la calle, no es problema de él. Así que algunas de las maneras en las que podemos apoyar a éstos apasionados de la aventura son: mantener una distancia de al menos 1.5 metros cuando los rebasamos, escoltarlos si van en una vía en dónde corren mucho peligro, revisar nuestros retrovisores dos veces antes de abrir la puerta del auto en una parada, darles paso cuando necesitan cruzar y ¿por qué no? Un día intentar disfrutar de ésta experiencia.

Si nos cuidamos entre todos, vamos a estar mejor. Ni el ciclista se estresa por el conductor ni el conductor por el ciclista. Todos llegamos más tranquilos y con bienestar a nuestros destinos. Y entonces hacemos realidad el título de hoy: yo respeto a los conductores de dos ruedas.