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La articulación es el camino…

Redacción
01 de marzo, 2016

Hoy se espera que sea un “supermartes” en la vida política del país. La presión y el ojo ciudadano estará enfocado en ver qué ocurre en el Congreso de la República con las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, LEPP, sobre las cuales ya existe un dictamen de la Corte “celestial”. Aunque estas reformas tienen varios aspectos positivos, tampoco son la panacea para democratizar el sistema político y hay que tener cuidado en que no nos den “gato por liebre”.

Independientemente de las reformas a la LEPP que se puedan aprobar en el Legislativo, hoy quiero referirme a la necesidad de que el movimiento indígena en Guatemala empiece a reflexionar, seriamente, si de verdad quiere alcanzar el poder, por la vía de la conformación de una propuesta amplia, plural e incluyente. Y para alcanzar ese poder, hay que jugar con las reglas del juego que están establecidas, para luego hacer cambios profundos y de impacto.

Aunque muchos de los liderazgos indígenas de Guatemala conocen Bolivia y alardean de conocer a Evo Morales y de tomarse una tacita de té de hoja de coca con él, de vez en cuando, parece que reflexionan muy poco sobre cómo llegó al poder y el tejido que hay en torno al “vehículo electoral” –Movimiento al Socialismo, MAS- que sirvió para ganar arrolladoramente la Presidencia de ese país del Sur en 2,005. Y desde ese año Morales y el MAS siguieron imparables en las urnas hasta obtener su primera derrota, por un estrecho margen, el pasado 21 de febrero con el triunfo del NO a una reforma constitucional que le habría dado al presidente boliviano la posibilidad de presentarse a elecciones en 2,019.

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Dejando de lado la postura ideológica y el discurso estridente de Morales contra el “imperialismo y los neoliberales”, quiero llamar la atención en la necesidad de reflexionar más sobre esa experiencia política, y que el liderazgo indígena del país le dé una lectura a ese proceso, desde la perspectiva pura y dura de actores de poder y las condiciones que hicieron triunfar a un “indio” en Bolivia y analizar la posibilidad de construir una plataforma importante en Guatemala que ayude a los pueblos indígenas a presentarse como un actor real de poder en futuros procesos electorales que incluya, sin duda alguna, al mundo ladino/mestizo.

Es un hecho, innegable, que existe un liderazgo indígena con bases a nivel nacional. Ahí están, por ejemplo, las bases de la CNOC, el CUC, CODECA, CCDA, Alianza Campesina, UVOC, CPO, entre otras. Súmele a esos actores los dirigentes y afiliados de un sinnúmero de ONG mayas, garífunas y xinkas. Muy importante, es tener presente la organización y cobertura territorial que se manifiesta por medio de las Autoridades Indígenas Ancestrales como los 48 Cantones de Totonicapán, las Alcaldías Indígenas de Sololá y Chichicastenango y la de muchos otros municipios. Agreguemos a ese cuadro el liderazgo indígena articulado en las Cofradías. Y el aporte y apoyo que podrían dar un gran número de empresarios indígenas con presencia territorial en departamentos claves del país. Ah, y qué tal si también incluimos a un buen grupo de militares indígenas con compromiso de Pueblo y a los académicos… Independientemente de que cada uno de los actores antes mencionados tenga su propia agenda e intereses es bueno preguntarse ¿qué pasaría si, al menos, todos ellos se den la oportunidad de reunirse y analizar la posibilidad de articular un esfuerzo colectivo y común con opciones de poder real en la política del país?

¿Qué pasaría si, por ejemplo, los dirigentes de estas expresiones del liderazgo indígena inician un proceso de introspección y analizan la posibilidad de presentar un proyecto alternativo de cara al proceso electoral de 2,019, como antesala al Bicentenario?

Si existiese la mínima posibilidad de articular un esfuerzo colectivo para la acción política en el liderazgo indígena, habría que pensar en una hoja de ruta simple y practica para explorar el terreno. Esto podría incluir, por ejemplo:

1) Diseño de una hoja de ruta para alcanzar el poder: La podrían hacer en 2,016 los “técnicos” y académicos que gozan de la confianza de los diferentes actores de las expresiones indígenas organizadas arriba indicadas para, seguidamente, socializarla, reflexionarla, someterla a consulta y enriquecerla.
2) Convocar a un Congreso Nacional de Liderazgos Indígenas: se podría realizar a inicios de 2,017 y sería el marco político para lanzar una ruta común donde convergen los principales liderazgos, como los de las organizaciones antes mencionados, con bases y cobertura territorial, para iniciar la articulación a nivel nacional
3) Diálogos y Consultas Comunitarias a Nivel Nacional para tener un modelo de Estado y de Nación desde los pueblos indígenas: Esto sería la propuesta y el marco filosófico que inspira al movimiento, para someterlo a consideración ya no solo de los pueblos indígenas, sino para todo el país. Esto podría ocurrir entre 2,017 y 2,018. Estos diálogos y consultas ayudarían a tener presencia nacional y “calentar motores” de cara a futuros procesos electorales.
4) Consultas Comunitarias para Elegir Candidatos por distritos: En palabras occidentales, estas consultas serían en realidad unas “primarias”. Si de verdad se quiere poner a prueba el liderazgo y los principios de la consulta a las bases, bien harían todos aquellos candidatos indígenas que quieran postularse a Presidente, Diputados y Alcaldes, a someterse a un veredicto previo. Esto sería en 2,019 en plena efervescencia electoral. Un proceso de esta naturaleza le ayudaría al movimiento indígena a descartar liderazgos con pocas opciones de viabilidad electoral.

El movimiento indígena no debe creerse el hecho que un simple cambio a la LEPP va a permitir la posibilidad de tener una mejor representación en el sistema político del país. Imposible. El poder solo se va ganar en las urnas y con presencia y control en el territorio. Para alcanzar el poder, la articulación es el camino… La pregunta ahora es ¿quién le pone el cascabel al gato?

@bequerchocooj

La articulación es el camino…

Redacción
01 de marzo, 2016

Hoy se espera que sea un “supermartes” en la vida política del país. La presión y el ojo ciudadano estará enfocado en ver qué ocurre en el Congreso de la República con las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, LEPP, sobre las cuales ya existe un dictamen de la Corte “celestial”. Aunque estas reformas tienen varios aspectos positivos, tampoco son la panacea para democratizar el sistema político y hay que tener cuidado en que no nos den “gato por liebre”.

Independientemente de las reformas a la LEPP que se puedan aprobar en el Legislativo, hoy quiero referirme a la necesidad de que el movimiento indígena en Guatemala empiece a reflexionar, seriamente, si de verdad quiere alcanzar el poder, por la vía de la conformación de una propuesta amplia, plural e incluyente. Y para alcanzar ese poder, hay que jugar con las reglas del juego que están establecidas, para luego hacer cambios profundos y de impacto.

Aunque muchos de los liderazgos indígenas de Guatemala conocen Bolivia y alardean de conocer a Evo Morales y de tomarse una tacita de té de hoja de coca con él, de vez en cuando, parece que reflexionan muy poco sobre cómo llegó al poder y el tejido que hay en torno al “vehículo electoral” –Movimiento al Socialismo, MAS- que sirvió para ganar arrolladoramente la Presidencia de ese país del Sur en 2,005. Y desde ese año Morales y el MAS siguieron imparables en las urnas hasta obtener su primera derrota, por un estrecho margen, el pasado 21 de febrero con el triunfo del NO a una reforma constitucional que le habría dado al presidente boliviano la posibilidad de presentarse a elecciones en 2,019.

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Es un hecho, innegable, que existe un liderazgo indígena con bases a nivel nacional. Ahí están, por ejemplo, las bases de la CNOC, el CUC, CODECA, CCDA, Alianza Campesina, UVOC, CPO, entre otras. Súmele a esos actores los dirigentes y afiliados de un sinnúmero de ONG mayas, garífunas y xinkas. Muy importante, es tener presente la organización y cobertura territorial que se manifiesta por medio de las Autoridades Indígenas Ancestrales como los 48 Cantones de Totonicapán, las Alcaldías Indígenas de Sololá y Chichicastenango y la de muchos otros municipios. Agreguemos a ese cuadro el liderazgo indígena articulado en las Cofradías. Y el aporte y apoyo que podrían dar un gran número de empresarios indígenas con presencia territorial en departamentos claves del país. Ah, y qué tal si también incluimos a un buen grupo de militares indígenas con compromiso de Pueblo y a los académicos… Independientemente de que cada uno de los actores antes mencionados tenga su propia agenda e intereses es bueno preguntarse ¿qué pasaría si, al menos, todos ellos se den la oportunidad de reunirse y analizar la posibilidad de articular un esfuerzo colectivo y común con opciones de poder real en la política del país?

¿Qué pasaría si, por ejemplo, los dirigentes de estas expresiones del liderazgo indígena inician un proceso de introspección y analizan la posibilidad de presentar un proyecto alternativo de cara al proceso electoral de 2,019, como antesala al Bicentenario?

Si existiese la mínima posibilidad de articular un esfuerzo colectivo para la acción política en el liderazgo indígena, habría que pensar en una hoja de ruta simple y practica para explorar el terreno. Esto podría incluir, por ejemplo:

1) Diseño de una hoja de ruta para alcanzar el poder: La podrían hacer en 2,016 los “técnicos” y académicos que gozan de la confianza de los diferentes actores de las expresiones indígenas organizadas arriba indicadas para, seguidamente, socializarla, reflexionarla, someterla a consulta y enriquecerla.
2) Convocar a un Congreso Nacional de Liderazgos Indígenas: se podría realizar a inicios de 2,017 y sería el marco político para lanzar una ruta común donde convergen los principales liderazgos, como los de las organizaciones antes mencionados, con bases y cobertura territorial, para iniciar la articulación a nivel nacional
3) Diálogos y Consultas Comunitarias a Nivel Nacional para tener un modelo de Estado y de Nación desde los pueblos indígenas: Esto sería la propuesta y el marco filosófico que inspira al movimiento, para someterlo a consideración ya no solo de los pueblos indígenas, sino para todo el país. Esto podría ocurrir entre 2,017 y 2,018. Estos diálogos y consultas ayudarían a tener presencia nacional y “calentar motores” de cara a futuros procesos electorales.
4) Consultas Comunitarias para Elegir Candidatos por distritos: En palabras occidentales, estas consultas serían en realidad unas “primarias”. Si de verdad se quiere poner a prueba el liderazgo y los principios de la consulta a las bases, bien harían todos aquellos candidatos indígenas que quieran postularse a Presidente, Diputados y Alcaldes, a someterse a un veredicto previo. Esto sería en 2,019 en plena efervescencia electoral. Un proceso de esta naturaleza le ayudaría al movimiento indígena a descartar liderazgos con pocas opciones de viabilidad electoral.

El movimiento indígena no debe creerse el hecho que un simple cambio a la LEPP va a permitir la posibilidad de tener una mejor representación en el sistema político del país. Imposible. El poder solo se va ganar en las urnas y con presencia y control en el territorio. Para alcanzar el poder, la articulación es el camino… La pregunta ahora es ¿quién le pone el cascabel al gato?

@bequerchocooj