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¿Qué nos está pasando?

Betty Marroquin
09 de marzo, 2016

Apatía de acción, porque para quejarnos somos muy buenos. La realidad es que Guatemala es una nación de contrastes radicales, que en alguna forma la hacen tener un potencial enorme de crecimiento. Somos un país moderno, muy moderno, en la ciudad, y pobre, muy pobre en tantas áreas de la periferia urbana y del área rural. Existe una desigualdad dantesca, y una necesidad que debe ser abordada de inmediato. Sin embargo, en lugar de luchar unidos con el fin último de crear plazas de trabajo reales, de promover el desarrollo, de abordar los problemas de educación, malnutrición y salud que son básicos para salir adelante, seguimos enfrascados en una discusión entre la derecha y la izquierda, como si la Guerra Fría siguiera vigente.

Por un lado nos dormimos en los laureles, y por “nos” quiero decir quienes pensamos que con la firma de la paz había terminado la guerra. Eso sirvió para que quienes estaban en el bando perdedor del conflicto armado se pusieran las pilas que nosotros nos quitamos y lograran continuar con una agenda que les permitiera financiarse, prepararse, educarse y colocar a sus peones en puestos claves, trasladando la guerra de la montaña al Organismo Legislativo y Judicial, ya que no lograron retener el Ejecutivo. Es en este contexto en que mientras algunos luchamos por obtener los beneficios del Plan para la Prosperidad, otros lucharon para que nos impusiera resarcimientos que por mucho sobrepasan la cifra que se supone nos darán para los programas dentro del plan.

Tenemos un Presidente joven y nuevo en la política, pero que me atrevo a decir que tiene más visión positiva del país de lo que muchos imaginan. Tiene claro que es imprescindible atraer inversión extranjera, dar seguridad, crear puestos de trabajo, y abordar los problemas sociales que nos agobian. No tiene ni dos meses en el poder, y ya lo están tasajeando, cosa que es fácil cuando no se está en esa silla. Ya quisiera ver que harían esos expertos que lo critican si estuvieran en su lugar. Es un momento realmente delicado, y para rematarlo, tenemos que lidiar con una Embajada en la Reforma que como nunca antes en nuestra historia, nos trata cual colonia propiedad suya. Si bien no me permitiré poner en duda sus “buenas intenciones”, la realidad es que el enfoque, los escenarios y la manera en que están interviniendo dejan muy mal sabor de boca al pueblo que quiere ver hacia el futuro. Vivimos con la mano extendida para pedir asistencia hasta para voltear a ver, pero eso no significa que no podamos hacerlo con dignidad, tomando el ejemplo de países que han logrado encontrar el justo balance entre pedir ayuda y mantener su soberanía, su dignidad nacional. No se trata de inventar el agua azucarada, se trata de tomar el ejemplo de la Colombia de Uribe, o de El Salvador de Arena.

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El tema de la diplomacia es un tema delicado, pero no imposible de manejar. Creo que debemos recordar que si bien somos un país pequeño, valemos mucho. Somos la frontera con el mercado más potente del mundo (NAFTA). Somos un punto de trasiego de droga, tráfico de personas, y es importante para los que ahorita nos agobian tener claro que débiles no podemos ayudarlos. ¿Quieren que se detenga la inmigración desmedida, ilegal y agobiante para ellos? Pues entonces debemos continuar demostrándoles que no es con un gobierno grande o fomentando el odio y el resentimiento que se crean plazas de trabajo y se genera riqueza. Es el sector productivo el único que logrará esa importante meta. Antes de que me escriban los socialistas del siglo XXI alegando pestes contra el sector privado aclaro que por sector productivo me refiero desde la señora que es dueña de su tortillería y emplea otras dos señoras para que torteen a diario, al dueño de la abarrotería de cualquier aldea en el altiplano, a los dueños de parcelas que cultivan sus productos para venderlos a una cooperativa, hasta las grandes corporaciones que ofrecen a su personal beneficios que sobrepasan con creces lo establecido por la Organización Internacional del Trabajo y nuestras propias leyes laborales.

En estos momentos, creo que tocará nuevamente pronunciarnos como ciudadanos, claro y sin tapujos, sobre a quién queremos en la Corte de Constitucionalidad. Ese tema es fundamental, y si dejamos que nuestros huéspedes (porque recordemos que es lo que son los diplomáticos) nos imponen a la señora, después no nos quejemos. Yo elijo confiar en que quien sea la propuesta del Presidente Jimmy Morales sea alguien de mérito, una constitucionalista, para Magistrado en la Corte de Constitucionalidad. Ojalá propusiera una mujer que contrarreste la propuesta de la Avenida de la Reforma. En Guatemala tenemos mujeres juristas serias, como la actual Presidenta de la Asociación de Jueces y Magistrados Licenciada Dina Josefina Ochoa Escriba, que podrían perfectamente fungir como Magistrado de la Corte de Constitucionalidad con objetividad y apego a la Ley. Confiando en que el Señor Presidente sea del pensamiento de que debiéramos tener un Organismo Judicial sólido e independiente, implica tener muy claro que la CICIG tiene fecha de expiración, cosa que a la izquierda no le gusta porque ésta CICIG (como con sus fatales antecesores) pareciera tener la misma agenda retrógrada. A los únicos que no les conviene que tengamos un Organismo Judicial fuerte y formal es a esa gente que sigue pensando en el famoso socialismo del Siglo XXI. Debemos nadar con nuestros propios medios y reconstruir nuestra dignidad nacional.

Si no es contra militares, a la CICIG pareciera que le importa poco que los mareros pongan bombas en los autobuses, o las víctimas de secuestros etc. Muchos hemos expresado nuestra indignación ante tan vil ataque y ante la idea de que nuestro país vuelva a sufrir esos ataques que caracterizaron el terror durante la guerra fría. Pero eso a quienes tienen su agenda peculiar pareciera no importarles. Lo único que les quieren es llevar a la cárcel a militares y empresarios, endeudarnos y dividirnos, para asegurar su futuro con base a resarcimientos que tendremos que pagar nosotros, nuestros hijos y nietos. Los mareros, los ex guerrilleros y los asesinos son los únicos con derechos humanos en este mundo del “políticamente correcto” y nos dejamos. ¿Saldremos entonces algún día en un futuro muy cercano de esa apatía y nos manifestaremos pacífica y certeramente? Eso espero.

¿Qué nos está pasando?

Betty Marroquin
09 de marzo, 2016

Apatía de acción, porque para quejarnos somos muy buenos. La realidad es que Guatemala es una nación de contrastes radicales, que en alguna forma la hacen tener un potencial enorme de crecimiento. Somos un país moderno, muy moderno, en la ciudad, y pobre, muy pobre en tantas áreas de la periferia urbana y del área rural. Existe una desigualdad dantesca, y una necesidad que debe ser abordada de inmediato. Sin embargo, en lugar de luchar unidos con el fin último de crear plazas de trabajo reales, de promover el desarrollo, de abordar los problemas de educación, malnutrición y salud que son básicos para salir adelante, seguimos enfrascados en una discusión entre la derecha y la izquierda, como si la Guerra Fría siguiera vigente.

Por un lado nos dormimos en los laureles, y por “nos” quiero decir quienes pensamos que con la firma de la paz había terminado la guerra. Eso sirvió para que quienes estaban en el bando perdedor del conflicto armado se pusieran las pilas que nosotros nos quitamos y lograran continuar con una agenda que les permitiera financiarse, prepararse, educarse y colocar a sus peones en puestos claves, trasladando la guerra de la montaña al Organismo Legislativo y Judicial, ya que no lograron retener el Ejecutivo. Es en este contexto en que mientras algunos luchamos por obtener los beneficios del Plan para la Prosperidad, otros lucharon para que nos impusiera resarcimientos que por mucho sobrepasan la cifra que se supone nos darán para los programas dentro del plan.

Tenemos un Presidente joven y nuevo en la política, pero que me atrevo a decir que tiene más visión positiva del país de lo que muchos imaginan. Tiene claro que es imprescindible atraer inversión extranjera, dar seguridad, crear puestos de trabajo, y abordar los problemas sociales que nos agobian. No tiene ni dos meses en el poder, y ya lo están tasajeando, cosa que es fácil cuando no se está en esa silla. Ya quisiera ver que harían esos expertos que lo critican si estuvieran en su lugar. Es un momento realmente delicado, y para rematarlo, tenemos que lidiar con una Embajada en la Reforma que como nunca antes en nuestra historia, nos trata cual colonia propiedad suya. Si bien no me permitiré poner en duda sus “buenas intenciones”, la realidad es que el enfoque, los escenarios y la manera en que están interviniendo dejan muy mal sabor de boca al pueblo que quiere ver hacia el futuro. Vivimos con la mano extendida para pedir asistencia hasta para voltear a ver, pero eso no significa que no podamos hacerlo con dignidad, tomando el ejemplo de países que han logrado encontrar el justo balance entre pedir ayuda y mantener su soberanía, su dignidad nacional. No se trata de inventar el agua azucarada, se trata de tomar el ejemplo de la Colombia de Uribe, o de El Salvador de Arena.

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El tema de la diplomacia es un tema delicado, pero no imposible de manejar. Creo que debemos recordar que si bien somos un país pequeño, valemos mucho. Somos la frontera con el mercado más potente del mundo (NAFTA). Somos un punto de trasiego de droga, tráfico de personas, y es importante para los que ahorita nos agobian tener claro que débiles no podemos ayudarlos. ¿Quieren que se detenga la inmigración desmedida, ilegal y agobiante para ellos? Pues entonces debemos continuar demostrándoles que no es con un gobierno grande o fomentando el odio y el resentimiento que se crean plazas de trabajo y se genera riqueza. Es el sector productivo el único que logrará esa importante meta. Antes de que me escriban los socialistas del siglo XXI alegando pestes contra el sector privado aclaro que por sector productivo me refiero desde la señora que es dueña de su tortillería y emplea otras dos señoras para que torteen a diario, al dueño de la abarrotería de cualquier aldea en el altiplano, a los dueños de parcelas que cultivan sus productos para venderlos a una cooperativa, hasta las grandes corporaciones que ofrecen a su personal beneficios que sobrepasan con creces lo establecido por la Organización Internacional del Trabajo y nuestras propias leyes laborales.

En estos momentos, creo que tocará nuevamente pronunciarnos como ciudadanos, claro y sin tapujos, sobre a quién queremos en la Corte de Constitucionalidad. Ese tema es fundamental, y si dejamos que nuestros huéspedes (porque recordemos que es lo que son los diplomáticos) nos imponen a la señora, después no nos quejemos. Yo elijo confiar en que quien sea la propuesta del Presidente Jimmy Morales sea alguien de mérito, una constitucionalista, para Magistrado en la Corte de Constitucionalidad. Ojalá propusiera una mujer que contrarreste la propuesta de la Avenida de la Reforma. En Guatemala tenemos mujeres juristas serias, como la actual Presidenta de la Asociación de Jueces y Magistrados Licenciada Dina Josefina Ochoa Escriba, que podrían perfectamente fungir como Magistrado de la Corte de Constitucionalidad con objetividad y apego a la Ley. Confiando en que el Señor Presidente sea del pensamiento de que debiéramos tener un Organismo Judicial sólido e independiente, implica tener muy claro que la CICIG tiene fecha de expiración, cosa que a la izquierda no le gusta porque ésta CICIG (como con sus fatales antecesores) pareciera tener la misma agenda retrógrada. A los únicos que no les conviene que tengamos un Organismo Judicial fuerte y formal es a esa gente que sigue pensando en el famoso socialismo del Siglo XXI. Debemos nadar con nuestros propios medios y reconstruir nuestra dignidad nacional.

Si no es contra militares, a la CICIG pareciera que le importa poco que los mareros pongan bombas en los autobuses, o las víctimas de secuestros etc. Muchos hemos expresado nuestra indignación ante tan vil ataque y ante la idea de que nuestro país vuelva a sufrir esos ataques que caracterizaron el terror durante la guerra fría. Pero eso a quienes tienen su agenda peculiar pareciera no importarles. Lo único que les quieren es llevar a la cárcel a militares y empresarios, endeudarnos y dividirnos, para asegurar su futuro con base a resarcimientos que tendremos que pagar nosotros, nuestros hijos y nietos. Los mareros, los ex guerrilleros y los asesinos son los únicos con derechos humanos en este mundo del “políticamente correcto” y nos dejamos. ¿Saldremos entonces algún día en un futuro muy cercano de esa apatía y nos manifestaremos pacífica y certeramente? Eso espero.