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Ficción: Jimmy versus la inversión

Redacción
10 de marzo, 2016

Ante el desgaste en la popularidad del presidente Jimmy Morales los asesores de comunicación han hecho un cálculo muy equivocado creyendo que peleándose con las inversiones en Guatemala, eso que ellos llaman las “grandes empresas” nacionales o transnacionales, tendrán entonces la “buena opinión” de la población, y el presidente se mostrará como un hombre de decisión, casi un “mano dura” que, piensan ellos, no le tema a nada ni a nadie.

                Imagino a los consejeros hablando al oído del presidente explicándole que en una lucha creada entre él y las “grandes empresas”, el pueblo, como en esas batallas durante la “campaña”, se pondrá del lado del gobernante, y en contra de las grandes inversiones, que de todos modos “usufructan” propiedades del Estado, sea en energía o en telecomunicaciones.

                ¿Y cuáles son consideradas “grandes inversiones? Pues sencillo, explican: hidroeléctricas, minería, cemento, petróleo, cultivos extensivos como caña de azúcar o palma africana, las inversiones en explotación de materiales de construcción, e inclusive inversiones en agua sea para riego, sea para purificación, sea para procesos primarios de productos embotellados líquidos, entre tantos otros proyectos que han iniciado en Guatemala inversiones de largo plazo incluyendo las empresas de Tecnología de la Información, TI´s.

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En las neuronas ingenuas del gobernante la idea no suena mal. Como buen hombre de tablas a él le urge retomar la popularidad perdida.

                “Cierre o detenga a uno de esos proyectos y verá como la gente lo apoya”, dicen las voces “asesoras,” mientras cada uno saca su propia lista de posible víctimas.

                ¿Mmmmmm? cerrar o parar un par de estos proyectos no estaría mal, y amenazar a todos los otros, sea cual sea la industria, tampoco estaría mal, concluyen mientras en la pantalla salta la lista de “grandes inversiones.”

                De hecho, la Iniciativa de ley 4995, “Ley Marco de Vivienda y Ordenamiento Territorial”, que de ser aprobada le trasladaría al Presidente el poder total de expropiación, es parte de esa estrategia, estilo “Decreto 900 aumentado y mejorado”, para volver a ganar la buena opinión del pueblo, según él, votó por él, no “en contra de los otros.” Decirle a la gente con el “ordenamiento territorial”, populista e imposible como suena, van a tener, por fin, un pedazo de tierra que se le quitará a los “malditos inversionistas ricos,” no suena mal ni a él ni a los asesores.

                Los aliados para esa estrategia de Morales contra la inversión para volver a ganar la popularidad perdida son ya un par de ONG´s ambientalistas e indigenistas, alguna facción radical de la Iglesia Católica Romana, y un par de grupos sindicales que serían “los de choque.” Suficiente.

                “Usted no tiene que pelear las batallas, presidente,” señalan los asesores. “Que las ONGs luchen y usted sale explicando que en nombre de la paz social se ve obligado a cerrar o detener alguna inversiones. Usted quedará como el hombre que está de lado del pueblo, no de los intereses de los ricos, imagínese Sr. Presidente,” y el ego de Jimmy se hincha.

                Qué tal entrarle a una hidroeléctrica, a los que explotan nacimientos de agua para vender agua pura, y a un par de productores de caña de azúcar, y a una minera, sugieren los asesores. “El apoyo del pueblo para usted sería total,” prometen los interlocutores.

                Écheles la culpa del alto precio de la energía a pesar de la caída del precio del petróleo, y la gente concluirá que usted es el bueno y ellos los malvados ricos. “La lucha de clases siempre beneficia a quien se pone de lado de las masas porque las masas no piensas sólo sienten y reaccionan,” apunta el más callado y el más intelectual de los asesores.

                O cierre una minera que de todos modos parece que todo Guatemala está en contra de ellos, se sobrepone con voz fuerte otro del grupo. “Al Ministro del MEM le conviene, es nuevo, es fácil de asustar, y parece que unas ONGs lo tienen temblando, y él sería el primero en apoyar su decisión, Sr. Presidente.”

                Éntrele a los cañeros, propone otro, “igual nadie los quiere.” Y los de la palma africana están acusado de “ecocidio”, y usted Presidente puede argumentar que cierra esos proyectos por el impacto ambiental y por estar “desviando ríos.” El presidente se imagina con el título de “protector del ambiente de las juventudes estudiosas,” y se las imagina con recitando “Jimmy nuestro, a ti juramos . . . lealtad perenne.”

                Y empieza, cual rezo de nueve días, a sonar el ronroneo de los asesores: y por qué no el cemento, y por qué no las telecomunicaciones, y por qué no . . . y por qué no . . . y por qué no.

                “Si asustamos a todos eso nos podría rebotar,” suena entre las voces la del mandatario.

                “No importa, mejor si todos se asustan así los tiene a todos en la palma de su mano, presidente, además la iniciativa privada en Guatemala tiene la cola machucada, se traicionan entre ellos y no se apoyan, así que si todos se asustan hasta mejor, porque igual no hacen nada, todos protegen sus intereses y esa es una ventaja para la presidencia,” habla el más “estratega” del grupo que dice que ya midió la “cobardía” del empresariado guatemalteco.

                Hablaré con el ministro del MEM, creo que por ahí podríamos empezar, dice el gobernante con la seguridad que podrían empezar con minería o con hidroeléctricas en Alta Verapaz o El Quiché.

                Los asesores sonrieron al escuchar eso. Todos excepto el más callado, ese cuya voz no altisuena ni se destaca entre las emociones de sus colegas. Ese al que a su salida siempre el Presidente le dice, “te llamo,” porque el gobernante le sorprendió que nadie le dijera algo acerca de los impactos económicos, laborales, fiscales, y, sobre todo, políticos, de la estrategia de cerrar o para “grandes inversiones” para ganar popularidad.

                Ya en el teléfono ambos asesor introvertido y presidente analizan todos esos efectos e impactos e impactos que una “estrategia” de pelea contra las “grandes inversiones” tendría en el mediano y largo plazo.

                “Se caería la recaudación . . . crecería el desempleo . . . el mensaje a nivel internacional no sería el que debemos enviar . . . y no tenemos opciones para sustituir esas actividades industriales por otras . . . y que inversionistas vuelvan a confiar en Guatemala tomaría mucho tiempo . . . y las ONGs ni generan empleos, ni pagan impuestos, ni atraen inversión fresca . . . Sr. Presidente,” explica el tímido pero inteligente asesor entre tantos otros efectos no intencionados que tendría el cierre o la paralización de empresas de producción de azúcar o energía.

                “¿Y si todos se unen contra usted, Sr. Presidente, porque la amenaza a uno es la amenaza contra todos?”, pregunta el asesor del otro lado del teléfono.

                Un largo silencio se mantuvo entre ambos. Al Presidente no lo convencía el argumento de la cobardía del empresariado guatemalteco. “Muchos de ellos tienen más de 100 años de estar vigentes, nosotros apenas vamos a llegar a dos meses,” explica al asesor, “y me siento como corriendo los 100 metros planos, cuando ellos han entendido que esto es una maratón . . . Además, esos nuestros aliados me dan más dudas principalmente las ONGs, porque han estado en todos los gobiernos, y qué me garantiza que no me traicionarán como ya lo hicieron con los otros presidente . . .”

                “Nada Sr. Presidente, nada se lo garantiza, de hecho, que será traicionado es su única certeza, presidente,” complementó con parsimonia pero con sabiduría bíblica, el calmado asesor.

                (Qué bueno que este escrito es pura “ficción”, porque no puedo ni imaginaría los impactos nacionales e internacionales que tendría una real y enardecida batalla entre el Presidente y las “grandes inversiones.” La moraleja: “el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga.”)

Ficción: Jimmy versus la inversión

Redacción
10 de marzo, 2016

Ante el desgaste en la popularidad del presidente Jimmy Morales los asesores de comunicación han hecho un cálculo muy equivocado creyendo que peleándose con las inversiones en Guatemala, eso que ellos llaman las “grandes empresas” nacionales o transnacionales, tendrán entonces la “buena opinión” de la población, y el presidente se mostrará como un hombre de decisión, casi un “mano dura” que, piensan ellos, no le tema a nada ni a nadie.

                Imagino a los consejeros hablando al oído del presidente explicándole que en una lucha creada entre él y las “grandes empresas”, el pueblo, como en esas batallas durante la “campaña”, se pondrá del lado del gobernante, y en contra de las grandes inversiones, que de todos modos “usufructan” propiedades del Estado, sea en energía o en telecomunicaciones.

                ¿Y cuáles son consideradas “grandes inversiones? Pues sencillo, explican: hidroeléctricas, minería, cemento, petróleo, cultivos extensivos como caña de azúcar o palma africana, las inversiones en explotación de materiales de construcción, e inclusive inversiones en agua sea para riego, sea para purificación, sea para procesos primarios de productos embotellados líquidos, entre tantos otros proyectos que han iniciado en Guatemala inversiones de largo plazo incluyendo las empresas de Tecnología de la Información, TI´s.

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En las neuronas ingenuas del gobernante la idea no suena mal. Como buen hombre de tablas a él le urge retomar la popularidad perdida.

                “Cierre o detenga a uno de esos proyectos y verá como la gente lo apoya”, dicen las voces “asesoras,” mientras cada uno saca su propia lista de posible víctimas.

                ¿Mmmmmm? cerrar o parar un par de estos proyectos no estaría mal, y amenazar a todos los otros, sea cual sea la industria, tampoco estaría mal, concluyen mientras en la pantalla salta la lista de “grandes inversiones.”

                De hecho, la Iniciativa de ley 4995, “Ley Marco de Vivienda y Ordenamiento Territorial”, que de ser aprobada le trasladaría al Presidente el poder total de expropiación, es parte de esa estrategia, estilo “Decreto 900 aumentado y mejorado”, para volver a ganar la buena opinión del pueblo, según él, votó por él, no “en contra de los otros.” Decirle a la gente con el “ordenamiento territorial”, populista e imposible como suena, van a tener, por fin, un pedazo de tierra que se le quitará a los “malditos inversionistas ricos,” no suena mal ni a él ni a los asesores.

                Los aliados para esa estrategia de Morales contra la inversión para volver a ganar la popularidad perdida son ya un par de ONG´s ambientalistas e indigenistas, alguna facción radical de la Iglesia Católica Romana, y un par de grupos sindicales que serían “los de choque.” Suficiente.

                “Usted no tiene que pelear las batallas, presidente,” señalan los asesores. “Que las ONGs luchen y usted sale explicando que en nombre de la paz social se ve obligado a cerrar o detener alguna inversiones. Usted quedará como el hombre que está de lado del pueblo, no de los intereses de los ricos, imagínese Sr. Presidente,” y el ego de Jimmy se hincha.

                Qué tal entrarle a una hidroeléctrica, a los que explotan nacimientos de agua para vender agua pura, y a un par de productores de caña de azúcar, y a una minera, sugieren los asesores. “El apoyo del pueblo para usted sería total,” prometen los interlocutores.

                Écheles la culpa del alto precio de la energía a pesar de la caída del precio del petróleo, y la gente concluirá que usted es el bueno y ellos los malvados ricos. “La lucha de clases siempre beneficia a quien se pone de lado de las masas porque las masas no piensas sólo sienten y reaccionan,” apunta el más callado y el más intelectual de los asesores.

                O cierre una minera que de todos modos parece que todo Guatemala está en contra de ellos, se sobrepone con voz fuerte otro del grupo. “Al Ministro del MEM le conviene, es nuevo, es fácil de asustar, y parece que unas ONGs lo tienen temblando, y él sería el primero en apoyar su decisión, Sr. Presidente.”

                Éntrele a los cañeros, propone otro, “igual nadie los quiere.” Y los de la palma africana están acusado de “ecocidio”, y usted Presidente puede argumentar que cierra esos proyectos por el impacto ambiental y por estar “desviando ríos.” El presidente se imagina con el título de “protector del ambiente de las juventudes estudiosas,” y se las imagina con recitando “Jimmy nuestro, a ti juramos . . . lealtad perenne.”

                Y empieza, cual rezo de nueve días, a sonar el ronroneo de los asesores: y por qué no el cemento, y por qué no las telecomunicaciones, y por qué no . . . y por qué no . . . y por qué no.

                “Si asustamos a todos eso nos podría rebotar,” suena entre las voces la del mandatario.

                “No importa, mejor si todos se asustan así los tiene a todos en la palma de su mano, presidente, además la iniciativa privada en Guatemala tiene la cola machucada, se traicionan entre ellos y no se apoyan, así que si todos se asustan hasta mejor, porque igual no hacen nada, todos protegen sus intereses y esa es una ventaja para la presidencia,” habla el más “estratega” del grupo que dice que ya midió la “cobardía” del empresariado guatemalteco.

                Hablaré con el ministro del MEM, creo que por ahí podríamos empezar, dice el gobernante con la seguridad que podrían empezar con minería o con hidroeléctricas en Alta Verapaz o El Quiché.

                Los asesores sonrieron al escuchar eso. Todos excepto el más callado, ese cuya voz no altisuena ni se destaca entre las emociones de sus colegas. Ese al que a su salida siempre el Presidente le dice, “te llamo,” porque el gobernante le sorprendió que nadie le dijera algo acerca de los impactos económicos, laborales, fiscales, y, sobre todo, políticos, de la estrategia de cerrar o para “grandes inversiones” para ganar popularidad.

                Ya en el teléfono ambos asesor introvertido y presidente analizan todos esos efectos e impactos e impactos que una “estrategia” de pelea contra las “grandes inversiones” tendría en el mediano y largo plazo.

                “Se caería la recaudación . . . crecería el desempleo . . . el mensaje a nivel internacional no sería el que debemos enviar . . . y no tenemos opciones para sustituir esas actividades industriales por otras . . . y que inversionistas vuelvan a confiar en Guatemala tomaría mucho tiempo . . . y las ONGs ni generan empleos, ni pagan impuestos, ni atraen inversión fresca . . . Sr. Presidente,” explica el tímido pero inteligente asesor entre tantos otros efectos no intencionados que tendría el cierre o la paralización de empresas de producción de azúcar o energía.

                “¿Y si todos se unen contra usted, Sr. Presidente, porque la amenaza a uno es la amenaza contra todos?”, pregunta el asesor del otro lado del teléfono.

                Un largo silencio se mantuvo entre ambos. Al Presidente no lo convencía el argumento de la cobardía del empresariado guatemalteco. “Muchos de ellos tienen más de 100 años de estar vigentes, nosotros apenas vamos a llegar a dos meses,” explica al asesor, “y me siento como corriendo los 100 metros planos, cuando ellos han entendido que esto es una maratón . . . Además, esos nuestros aliados me dan más dudas principalmente las ONGs, porque han estado en todos los gobiernos, y qué me garantiza que no me traicionarán como ya lo hicieron con los otros presidente . . .”

                “Nada Sr. Presidente, nada se lo garantiza, de hecho, que será traicionado es su única certeza, presidente,” complementó con parsimonia pero con sabiduría bíblica, el calmado asesor.

                (Qué bueno que este escrito es pura “ficción”, porque no puedo ni imaginaría los impactos nacionales e internacionales que tendría una real y enardecida batalla entre el Presidente y las “grandes inversiones.” La moraleja: “el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga.”)