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¿Por qué nos incomoda tanto la verdad?

Redacción
12 de marzo, 2016

Ya pasaron varios días desde la entrega de los premios Oscar. Y aunque muchos creeríamos que hasta el hecho más minúsculo del evento será noticia no es así. Dejando a lado el Oscar a DiCaprio, a la arrasadora Mad Max y los Oscar para Iñarritu y el cortometraje chileno “Historia de un oso” hay algo de lo que debemos hablar. Algo de lo que solo pude leer unos artículos en internet y nunca vi en televisión.

Estoy hablando de Jenny Beavan y su poca aplaudida victoria. ¿Por qué? Pues porque no iba vestida de la manera “correcta”. Esta mujer consiguió, por segunda ocasión, un Oscar por mejor diseño de vestuario. Y aunque a muchas personas esto les parezca irónico a mí me parece algo bastante lógico. Beavan trabaja para diseñar las apariencias de otras personas y así poder llevar la narrativa de las películas más allá de la realidad. Pero está consciente que ella vive en la realidad, que quiere mostrarse como es, con pelo rizado y lleno de frizz, con arrugas y un gusto especial por las prendas de cuero. (Gusto notable también el vestuario de Mad Max) ¿Por qué la sinceridad de Jenny fue tan molesta para algunos? ¿Por qué su manera de vestir demeritó su inteligencia y talento?

Fue humillada por sujetos que se creyeron más que ella por llevar puesto un smoking. Alejandro Iñarritu mantuvo sus brazos cruzados y sus ojos de arriba abajo cuando Jenny fue por su premio. Tom McCarthy fue más allá y se rio descaradamente al notar su vestimenta. Y no, no es la primera vez que le ocurre algo así. Fue llamada “vagabunda” en una entrega de otros premios.

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Es evidente que esta mujer tiene cualidades que la llevaron a estar en el sitio en el que está ahora. Es evidente que es talentosa e inteligente. También es evidente que se destaca en uno de los mundos más crueles y superficiales a través de su cerebro y no de su imagen. Pero también es evidente que el mundo, ni Hollywood ni nuestro día a día, está preparado para la verdad. Y la prueba es palpable. Se tiene este concepto de que inteligencia pelea con imagen o viceversa. (Porque no peleo con el arreglo y la higiene personal, peleo por el respeto del gusto de cada quien) No podemos juzgar a alguien, y menos sus capacidades, por la manera en la que viste, se peina o maquilla. No podemos condenar a alguien por el hecho de querer estar cómoda en uno de los eventos más absurdamente pomposos. O acaso alguien cree que de verdad las artistas aman estar con un vestido enorme, con el que pueden caerse, sumándole unos tacones que deben de manejar y joyas ostentosas que deben cuidar como si fueran la cura del cáncer. ¡No! Y si no fuera por el temor de recibir reacciones como las que recibió Jenny, varias de ellas seguirían su ejemplo.

Puse al inicio de esta columna un fragmento del libro que estoy leyendo, porque creo que es bastante triste darnos cuenta que hemos consentido o alimentado estas actitudes. Que las hemos alentado y aplaudido. Y peor aún, que hemos cambiado por miedo a recibirlas. Yo vivo en dos estados de ánimo:

-¿Algún día ganará la inteligencia?

-¡Algún día ganará la inteligencia!

Con mujeres como Jenny Beavan la segunda opción va abriéndose camino.

¿Por qué nos incomoda tanto la verdad?

Redacción
12 de marzo, 2016

Ya pasaron varios días desde la entrega de los premios Oscar. Y aunque muchos creeríamos que hasta el hecho más minúsculo del evento será noticia no es así. Dejando a lado el Oscar a DiCaprio, a la arrasadora Mad Max y los Oscar para Iñarritu y el cortometraje chileno “Historia de un oso” hay algo de lo que debemos hablar. Algo de lo que solo pude leer unos artículos en internet y nunca vi en televisión.

Estoy hablando de Jenny Beavan y su poca aplaudida victoria. ¿Por qué? Pues porque no iba vestida de la manera “correcta”. Esta mujer consiguió, por segunda ocasión, un Oscar por mejor diseño de vestuario. Y aunque a muchas personas esto les parezca irónico a mí me parece algo bastante lógico. Beavan trabaja para diseñar las apariencias de otras personas y así poder llevar la narrativa de las películas más allá de la realidad. Pero está consciente que ella vive en la realidad, que quiere mostrarse como es, con pelo rizado y lleno de frizz, con arrugas y un gusto especial por las prendas de cuero. (Gusto notable también el vestuario de Mad Max) ¿Por qué la sinceridad de Jenny fue tan molesta para algunos? ¿Por qué su manera de vestir demeritó su inteligencia y talento?

Fue humillada por sujetos que se creyeron más que ella por llevar puesto un smoking. Alejandro Iñarritu mantuvo sus brazos cruzados y sus ojos de arriba abajo cuando Jenny fue por su premio. Tom McCarthy fue más allá y se rio descaradamente al notar su vestimenta. Y no, no es la primera vez que le ocurre algo así. Fue llamada “vagabunda” en una entrega de otros premios.

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Es evidente que esta mujer tiene cualidades que la llevaron a estar en el sitio en el que está ahora. Es evidente que es talentosa e inteligente. También es evidente que se destaca en uno de los mundos más crueles y superficiales a través de su cerebro y no de su imagen. Pero también es evidente que el mundo, ni Hollywood ni nuestro día a día, está preparado para la verdad. Y la prueba es palpable. Se tiene este concepto de que inteligencia pelea con imagen o viceversa. (Porque no peleo con el arreglo y la higiene personal, peleo por el respeto del gusto de cada quien) No podemos juzgar a alguien, y menos sus capacidades, por la manera en la que viste, se peina o maquilla. No podemos condenar a alguien por el hecho de querer estar cómoda en uno de los eventos más absurdamente pomposos. O acaso alguien cree que de verdad las artistas aman estar con un vestido enorme, con el que pueden caerse, sumándole unos tacones que deben de manejar y joyas ostentosas que deben cuidar como si fueran la cura del cáncer. ¡No! Y si no fuera por el temor de recibir reacciones como las que recibió Jenny, varias de ellas seguirían su ejemplo.

Puse al inicio de esta columna un fragmento del libro que estoy leyendo, porque creo que es bastante triste darnos cuenta que hemos consentido o alimentado estas actitudes. Que las hemos alentado y aplaudido. Y peor aún, que hemos cambiado por miedo a recibirlas. Yo vivo en dos estados de ánimo:

-¿Algún día ganará la inteligencia?

-¡Algún día ganará la inteligencia!

Con mujeres como Jenny Beavan la segunda opción va abriéndose camino.