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Defender la verdad no es lo mismo que manipularla

Redacción
17 de marzo, 2016

Por Lesly Veliz

Uno de mis mejores maestros de periodismo llegó a mi vida cuando apenas empezaba mi recorrido por ese apasionante mundo. Tenía una mirada penetrante que ponía a temblar a muchos, así como un carácter fuerte con el que hacía vibrar la pequeña sala de reuniones adonde los editores debían llegar armados con las mejores historias, argumentos irrefutables y una estrategia. Era tal su compromiso con la redacción, que abrió su “escuelita de la Niña Pochita” para que los jóvenes periodistas tuviéramos un espacio de aprendizaje e intercambio de ideas. A pesar de tener que entrar hora y media antes a la redacción, íbamos entusiasmados a conocer las anécdotas de este brillante hombre.

Una de las lecciones más importantes que grabó en mi memoria, fue la siguiente: “El periodismo es un negocio de credibilidad, en el que nuestro principal activo es la precisión”.

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Guillermo Fernández nos enseñó siempre que la precisión es hermana de la verdad, y que esa verdad es un don que el periodista busca, defiende y divulga. Hoy, varios años después, cuando mi enfoque profesional está en la comunicación institucional, veo cómo ese principio también aplica perfectamente.

Jurgen Habermas, el último representante de la Escuela de Frankfurt, consideraba a la verdad como el elemento trascendental en cada una de las funciones de la comunicación. Para que la acción comunicativa tuviera lugar, cada mensaje debía contener este valor.

Cada día en el ejercicio del periodismo o en la asesoría de Relaciones Públicas he tenido ocasión de confirmar las teorías de Fernández y Habermas. Para muestra, este primer trimestre del año, cuando hemos visto casos emblemáticos: Los discursos del Presidente y Vicepresidente sobre los medicamentos vencidos, las respuestas del Ministro de la Defensa sobre la manipulación de la fotografía del supuesto violador y las justificaciones para el transfuguismo en el Legislativo. Los tres constituyen claros ejemplos en los que la ausencia de la verdad ha derivado en serios desgastes en la credibilidad de sus emisores. No hay mensaje que se sostenga si su pilar son las mentiras; es como edificar la casa sobre la arena.

Y en el plano del periodismo, la situación es igual de grave. Todo parece indicar que en ciertos casos, esos principios, que nunca deberían pasar de moda, se han quedado engavetados a conveniencia para darle prioridad a las ideologías o movimientos que solo buscan polarizar a la sociedad.

Hay circunstancias en las que la “defensa de la verdad” se ha desvirtuado a una “manipulación antojadiza de lo que para mí es la verdad” y, por lo tanto, temas como el rigor en el reporteo, la imparcialidad y hasta detalles tan sencillos como la consulta de la contraparte, quedan en el olvido.

Hay principios básicos que aplican a todo tipo de medio, a toda línea editorial y a cualquier ideología. Hay valores que no pasan de moda, por mucho que quiera ser un periodista de la nueva era o el más viralizado en redes, o el más pro de los comunicadores.

Yo sigo apostando a la precisión, a construir la credibilidad con la ética y el respeto. Quienes escogimos la comunicación y el periodismo estamos llamados a edificar.

Defender la verdad no es lo mismo que manipularla

Redacción
17 de marzo, 2016

Por Lesly Veliz

Uno de mis mejores maestros de periodismo llegó a mi vida cuando apenas empezaba mi recorrido por ese apasionante mundo. Tenía una mirada penetrante que ponía a temblar a muchos, así como un carácter fuerte con el que hacía vibrar la pequeña sala de reuniones adonde los editores debían llegar armados con las mejores historias, argumentos irrefutables y una estrategia. Era tal su compromiso con la redacción, que abrió su “escuelita de la Niña Pochita” para que los jóvenes periodistas tuviéramos un espacio de aprendizaje e intercambio de ideas. A pesar de tener que entrar hora y media antes a la redacción, íbamos entusiasmados a conocer las anécdotas de este brillante hombre.

Una de las lecciones más importantes que grabó en mi memoria, fue la siguiente: “El periodismo es un negocio de credibilidad, en el que nuestro principal activo es la precisión”.

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Guillermo Fernández nos enseñó siempre que la precisión es hermana de la verdad, y que esa verdad es un don que el periodista busca, defiende y divulga. Hoy, varios años después, cuando mi enfoque profesional está en la comunicación institucional, veo cómo ese principio también aplica perfectamente.

Jurgen Habermas, el último representante de la Escuela de Frankfurt, consideraba a la verdad como el elemento trascendental en cada una de las funciones de la comunicación. Para que la acción comunicativa tuviera lugar, cada mensaje debía contener este valor.

Cada día en el ejercicio del periodismo o en la asesoría de Relaciones Públicas he tenido ocasión de confirmar las teorías de Fernández y Habermas. Para muestra, este primer trimestre del año, cuando hemos visto casos emblemáticos: Los discursos del Presidente y Vicepresidente sobre los medicamentos vencidos, las respuestas del Ministro de la Defensa sobre la manipulación de la fotografía del supuesto violador y las justificaciones para el transfuguismo en el Legislativo. Los tres constituyen claros ejemplos en los que la ausencia de la verdad ha derivado en serios desgastes en la credibilidad de sus emisores. No hay mensaje que se sostenga si su pilar son las mentiras; es como edificar la casa sobre la arena.

Y en el plano del periodismo, la situación es igual de grave. Todo parece indicar que en ciertos casos, esos principios, que nunca deberían pasar de moda, se han quedado engavetados a conveniencia para darle prioridad a las ideologías o movimientos que solo buscan polarizar a la sociedad.

Hay circunstancias en las que la “defensa de la verdad” se ha desvirtuado a una “manipulación antojadiza de lo que para mí es la verdad” y, por lo tanto, temas como el rigor en el reporteo, la imparcialidad y hasta detalles tan sencillos como la consulta de la contraparte, quedan en el olvido.

Hay principios básicos que aplican a todo tipo de medio, a toda línea editorial y a cualquier ideología. Hay valores que no pasan de moda, por mucho que quiera ser un periodista de la nueva era o el más viralizado en redes, o el más pro de los comunicadores.

Yo sigo apostando a la precisión, a construir la credibilidad con la ética y el respeto. Quienes escogimos la comunicación y el periodismo estamos llamados a edificar.