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La Doctrina Robinson

Redacción
28 de marzo, 2016

Tiene gestos suaves, una mirada profunda y un rostro alegre que comunica frescura y acción. Su formación previa, como periodista profesional, le hace conocer y manejar con maestría, gracia y efectividad, aquello a lo que algunos llaman “soft power”. Y vaya si no lo explota. Sabe que las nuevas guerras se ganan en la esfera de lo mediático y en la mente de las poblaciones. Su guerra y su cruzada es: la lucha contra la corrupción. Sí, conoce bien el territorio donde está parado y el rol para que el que fue enviado, una vez más, por su país, a esta bella Guatemala.

Su formación en una de las escuelas de diplomacia más destacadas y prestigiosas del mundo –la Edmund A. Walsh del Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown- y toda su amplia experiencia como diplomático de carrera hace impensable, siquiera, imaginar que la “agenda” y los actos de “sutileza” –y otros no tan sutiles- que ha venido dando desde finales de 2,014 a la fecha, sean una postura y una agenda “personal”, no consultada y articulada desde el “centro de gravedad del poder” de la maquinaria diplomática más importante del mundo: Washington.

La línea central de lo que aquí denomino como “La Doctrina Robinson”, la encontramos en una de las primeras entrevistas que el personaje en cuestión dio en noviembre de 2,014. Por aquellos días dijo: “La corrupción es un tema muy importante para nosotros. Es importante que los gobiernos, partidos políticos, el sector privado, todos, sepan que la corrupción es un mal, es un crimen y daña a la sociedad… y la Embajada va a luchar en contra de la corrupción”.[1] Debido a que, normal y culturalmente, la fauna política y las principales élites de Guatemala tienen muy poca memoria y pierden de vista la “agenda” de la Reforma, el pasado 01 de marzo volvió a recordar, que la “doctrina” consiste en luchar contra la corrupción y enfatizó que: “no importa si es un político, alguien del sector privado o del gobierno”[2] quien la cometa.

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En el contexto del Siglo XXI, es de ingenuos gritar, patalear y condenar la “intervención del Imperio” y avivar un nacionalismo falso e hipócrita, solo porque desde el Norte se ha venido a decirle a las élites locales, que han fracasado en construir un país y un Estado lo suficientemente capaz para cumplir, al menos, lo que dice el artículo 1 de nuestra Constitución. Pedir que el Nuncio Apostólico y Embajador de Su Santidad en Guatemala salga a reclamar el pleno cumplimiento de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y que el Arzobispo Metropolitano le dé un efecto más mediático al mensaje, solo viene a abonar y dar más señales de que ciertas élites locales están temerosas y poco dispuestas a ceder, en su totalidad, a la “agenda del Imperio”.

En este contexto, lo que la “Doctrina Robinson” está olvidando o, al menos, descuidando, en mi opinión, es que para hacer avanzar los procesos de reforma que se necesitan en el país, es necesario generar una masa crítica o una demanda local que presione, constantemente, por los cambios que hay que hacer a la arquitectura del Estado nacional y lograr así una importante base de legitimación política y social para el cambio. Los casos “La Línea” y otros en los que trabaja la CICIG, ayudan a enviar el mensaje nacional de que no es posible construir Paz y Desarrollo en un marco de impunidad. Esto fue, en 2,015, apenas la llama para encender la mecha y provocar un movimiento de “Indignados Chapines 2.0”. Pero no es suficiente.

Señor Embajador, Usted es un experimentado diplomático y entiende muy bien lo ocurre en el país. Su papel como promotor de lo que aquí denomino como “Doctrina Robinson”, en honor a su apellido, se enmarcan en algo más grande. Si con la Doctrina Monroe, proclamada hace casi dos siglos, en 1,823, se declaró que EEUU consideraría “América para los americanos”, lo que hoy vemos en Guatemala y el Triángulo Norte de Centroamérica no es más que una acción para reafirmar y recordar aquella sentencia Monroe de que el avance de otros actores poderosos en el hemisferio americano debe ser considerado como “algo peligroso para la paz y la seguridad” norteamericana.

Señor Embajador, con todo respeto, usted “cool” ante los ataques y el alarde y “despertar” de un nacionalismo falso e hipócrita, que no está para nada contento con lo que ha venido haciendo desde 2,014. Las élites locales deberán entender, si o si, de que ¡No hay futuro sin reforma! Eso sí, me deja con la curiosidad de qué más viene en la cajita de regalo de la “Doctrina Robinson” y su singular “soft power”. Go ahead, Mr. Robinson, the main goal is to achieve a New Social Contract in Guatemala.

@bequerchocooj

La Doctrina Robinson

Redacción
28 de marzo, 2016

Tiene gestos suaves, una mirada profunda y un rostro alegre que comunica frescura y acción. Su formación previa, como periodista profesional, le hace conocer y manejar con maestría, gracia y efectividad, aquello a lo que algunos llaman “soft power”. Y vaya si no lo explota. Sabe que las nuevas guerras se ganan en la esfera de lo mediático y en la mente de las poblaciones. Su guerra y su cruzada es: la lucha contra la corrupción. Sí, conoce bien el territorio donde está parado y el rol para que el que fue enviado, una vez más, por su país, a esta bella Guatemala.

Su formación en una de las escuelas de diplomacia más destacadas y prestigiosas del mundo –la Edmund A. Walsh del Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown- y toda su amplia experiencia como diplomático de carrera hace impensable, siquiera, imaginar que la “agenda” y los actos de “sutileza” –y otros no tan sutiles- que ha venido dando desde finales de 2,014 a la fecha, sean una postura y una agenda “personal”, no consultada y articulada desde el “centro de gravedad del poder” de la maquinaria diplomática más importante del mundo: Washington.

La línea central de lo que aquí denomino como “La Doctrina Robinson”, la encontramos en una de las primeras entrevistas que el personaje en cuestión dio en noviembre de 2,014. Por aquellos días dijo: “La corrupción es un tema muy importante para nosotros. Es importante que los gobiernos, partidos políticos, el sector privado, todos, sepan que la corrupción es un mal, es un crimen y daña a la sociedad… y la Embajada va a luchar en contra de la corrupción”.[1] Debido a que, normal y culturalmente, la fauna política y las principales élites de Guatemala tienen muy poca memoria y pierden de vista la “agenda” de la Reforma, el pasado 01 de marzo volvió a recordar, que la “doctrina” consiste en luchar contra la corrupción y enfatizó que: “no importa si es un político, alguien del sector privado o del gobierno”[2] quien la cometa.

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En este contexto, lo que la “Doctrina Robinson” está olvidando o, al menos, descuidando, en mi opinión, es que para hacer avanzar los procesos de reforma que se necesitan en el país, es necesario generar una masa crítica o una demanda local que presione, constantemente, por los cambios que hay que hacer a la arquitectura del Estado nacional y lograr así una importante base de legitimación política y social para el cambio. Los casos “La Línea” y otros en los que trabaja la CICIG, ayudan a enviar el mensaje nacional de que no es posible construir Paz y Desarrollo en un marco de impunidad. Esto fue, en 2,015, apenas la llama para encender la mecha y provocar un movimiento de “Indignados Chapines 2.0”. Pero no es suficiente.

Señor Embajador, Usted es un experimentado diplomático y entiende muy bien lo ocurre en el país. Su papel como promotor de lo que aquí denomino como “Doctrina Robinson”, en honor a su apellido, se enmarcan en algo más grande. Si con la Doctrina Monroe, proclamada hace casi dos siglos, en 1,823, se declaró que EEUU consideraría “América para los americanos”, lo que hoy vemos en Guatemala y el Triángulo Norte de Centroamérica no es más que una acción para reafirmar y recordar aquella sentencia Monroe de que el avance de otros actores poderosos en el hemisferio americano debe ser considerado como “algo peligroso para la paz y la seguridad” norteamericana.

Señor Embajador, con todo respeto, usted “cool” ante los ataques y el alarde y “despertar” de un nacionalismo falso e hipócrita, que no está para nada contento con lo que ha venido haciendo desde 2,014. Las élites locales deberán entender, si o si, de que ¡No hay futuro sin reforma! Eso sí, me deja con la curiosidad de qué más viene en la cajita de regalo de la “Doctrina Robinson” y su singular “soft power”. Go ahead, Mr. Robinson, the main goal is to achieve a New Social Contract in Guatemala.

@bequerchocooj