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Rezagada Costa Sur

Redacción
29 de marzo, 2016

Durante la Semana Santa tuve la oportunidad de salir nuevamente a la provincia. Esta vez a la costa sur de Guatemala, a Retalhuleu. Durante mi viaje permanecí observador de los fenómenos económicos y ambientales que acontecen en aquel caluroso lugar. Aquí te comparto algunos para que los analices a la luz de los principios sobre los cuales suelo escribir, a saber: gobierno limitado, mercados libres y propiedad privada.

Primero, advertí rápidamente que la carretera que conecta toda la costa sur del país permanece en graves condiciones. Muchos tramos sin terminar los trabajos de ampliación a cuatro carriles ni de pavimentar; un largo tramo aún solamente de dos vías, un inútil puesto de cuarentena en el que la inspección se convierte en una bendición por parte de los visores, tramos que se han convertido con el pasar de los años en las calles principales de municipios (Cocales, Cuyotenango, San Bernardino) y casi toda la ruta con baches y hoyos, y sin señalización. ¡Todo ello hace intransitable la ruta, amenaza la seguridad de los viajantes y repercute en la productividad (tiempo, calidad y precio de los productos) y en el bolsillo de los ciudadanos!

He dicho en otras oportunidades que ciertas obras de infraestructura física deben ser una responsabilidad del gobierno, preferentemente de los gobiernos locales. Me refiero estrictamente a algunas carreteras, puentes y embalses o diques. Y reitero una vez más: no es responsabilidad “exclusiva” de los gobiernos; los agentes privados también pueden ocuparse de ello. Ya la carretera Vía Alterna del Sur (VAS) está por convertirse en un paradigma muy positivo para nuestro país, pues es enteramente privada y seguramente, vía precio, ofrecerá muchos más beneficios que cualquier otra en todo el país.

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Pero los gobiernos no pueden hacerse cargo ni siquiera de las obras de infraestructura o lo hacen muy mal porque se distraen en muchas otras funciones que no le son propias: la economía para empezar, pero también de la cultura y los deportes, de los salarios y el medio ambiente, de los cultivos agrícolas y la desnutrición, de la vivienda, la salud y la educación, y de tantas otras funciones que terminan haciendo tarde, mal y nunca. “Zapatero a tus zapatos” reza la sabiduría popular y por ello debo reiterar que el gobierno debe limitarse a proteger la vida, la libertad y la propiedad privada, mediante la seguridad, la justicia y algunas obras de infraestructura.

Al llegar a “la capital del mundo”, advertí muchos otros fenómenos interesantes. En la casa donde descansamos había un pozo. Francamente no pregunté a su dueño si hubo que sacar algún permiso especial, pero intuyo que no. Tanto el agua como el subsuelo, en ese caso, son bienes privados y se hace un uso racional: solo cuando no hay de la calle. También tuvimos la oportunidad de bañarnos en un río, probablemente un afluente del río Samalá. El río se ofrecía muy limpio porque nacía muy cerca. Pero también advertí como los “alambres espigados” atravesaban la propiedad, incluyendo aquel río. Es decir, en la práctica y en muchos lugares el río es inherente a la propiedad, al bien inmueble, aunque la Constitución rece lo contrario.

Finalmente, quiero compartir un fenómeno por demás inquietante. Nos contaban que en Reu habían llegado ya algunas franquicias grandes de comida rápida y bebida (pizza, panes tipo submarino, café) pero “no pegaron” y tuvieron que irse. “La gente prefiere lo más barato” me dieron por razón. Ese fenómeno no es más que el fiel reflejo del bajo nivel de ingresos de las personas y del poco poder adquisitivo que tiene el quetzal en aquel lugar, no obstante y a pesar de algunas iniciativas locales respetables (Guatemágica). Cuando recorrí sus calzadas y avenidas pude constatar que el desorden, la contaminación y la pobreza persisten y hasta empeoran. Hay mucho comercio informal (o libre mercado), pero este no dispone de capital para crecer. El crédito es muy caro y su acceso difícil, además de ser imposible el ahorro. El comercio “formal”, por otro lado, tiene algún capital pero es sofocado por tantas restricciones gubernamentales, empezando por los impuestos y tantas leyes laborales, sanitarias, fiscales y ambientales que deben cumplir los emprendedores.

Ningún municipio ni departamento es próspero bajo aquellas condiciones. Y es una pena porque sus habitantes y la naturaleza tienen mucho que ofrecer. En mis próximos artículos seguiré explorando las formas—y reformas, que deberán ocurrir para que esto cambie. Espero, algún día no muy lejano. ¡Ánimo guatemaltecos!

_____________________

Jorge David Chapas es guatemalteco y empresario forestal. Fundador y CEO de Rana. Miembro del CEES, del PERC y del Heartland Institute. Sus opiniones se publican en República.gt, Rana, Diario AltaVoz (Perú) y NotiMinuto (Venezuela).

Rezagada Costa Sur

Redacción
29 de marzo, 2016

Durante la Semana Santa tuve la oportunidad de salir nuevamente a la provincia. Esta vez a la costa sur de Guatemala, a Retalhuleu. Durante mi viaje permanecí observador de los fenómenos económicos y ambientales que acontecen en aquel caluroso lugar. Aquí te comparto algunos para que los analices a la luz de los principios sobre los cuales suelo escribir, a saber: gobierno limitado, mercados libres y propiedad privada.

Primero, advertí rápidamente que la carretera que conecta toda la costa sur del país permanece en graves condiciones. Muchos tramos sin terminar los trabajos de ampliación a cuatro carriles ni de pavimentar; un largo tramo aún solamente de dos vías, un inútil puesto de cuarentena en el que la inspección se convierte en una bendición por parte de los visores, tramos que se han convertido con el pasar de los años en las calles principales de municipios (Cocales, Cuyotenango, San Bernardino) y casi toda la ruta con baches y hoyos, y sin señalización. ¡Todo ello hace intransitable la ruta, amenaza la seguridad de los viajantes y repercute en la productividad (tiempo, calidad y precio de los productos) y en el bolsillo de los ciudadanos!

He dicho en otras oportunidades que ciertas obras de infraestructura física deben ser una responsabilidad del gobierno, preferentemente de los gobiernos locales. Me refiero estrictamente a algunas carreteras, puentes y embalses o diques. Y reitero una vez más: no es responsabilidad “exclusiva” de los gobiernos; los agentes privados también pueden ocuparse de ello. Ya la carretera Vía Alterna del Sur (VAS) está por convertirse en un paradigma muy positivo para nuestro país, pues es enteramente privada y seguramente, vía precio, ofrecerá muchos más beneficios que cualquier otra en todo el país.

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Pero los gobiernos no pueden hacerse cargo ni siquiera de las obras de infraestructura o lo hacen muy mal porque se distraen en muchas otras funciones que no le son propias: la economía para empezar, pero también de la cultura y los deportes, de los salarios y el medio ambiente, de los cultivos agrícolas y la desnutrición, de la vivienda, la salud y la educación, y de tantas otras funciones que terminan haciendo tarde, mal y nunca. “Zapatero a tus zapatos” reza la sabiduría popular y por ello debo reiterar que el gobierno debe limitarse a proteger la vida, la libertad y la propiedad privada, mediante la seguridad, la justicia y algunas obras de infraestructura.

Al llegar a “la capital del mundo”, advertí muchos otros fenómenos interesantes. En la casa donde descansamos había un pozo. Francamente no pregunté a su dueño si hubo que sacar algún permiso especial, pero intuyo que no. Tanto el agua como el subsuelo, en ese caso, son bienes privados y se hace un uso racional: solo cuando no hay de la calle. También tuvimos la oportunidad de bañarnos en un río, probablemente un afluente del río Samalá. El río se ofrecía muy limpio porque nacía muy cerca. Pero también advertí como los “alambres espigados” atravesaban la propiedad, incluyendo aquel río. Es decir, en la práctica y en muchos lugares el río es inherente a la propiedad, al bien inmueble, aunque la Constitución rece lo contrario.

Finalmente, quiero compartir un fenómeno por demás inquietante. Nos contaban que en Reu habían llegado ya algunas franquicias grandes de comida rápida y bebida (pizza, panes tipo submarino, café) pero “no pegaron” y tuvieron que irse. “La gente prefiere lo más barato” me dieron por razón. Ese fenómeno no es más que el fiel reflejo del bajo nivel de ingresos de las personas y del poco poder adquisitivo que tiene el quetzal en aquel lugar, no obstante y a pesar de algunas iniciativas locales respetables (Guatemágica). Cuando recorrí sus calzadas y avenidas pude constatar que el desorden, la contaminación y la pobreza persisten y hasta empeoran. Hay mucho comercio informal (o libre mercado), pero este no dispone de capital para crecer. El crédito es muy caro y su acceso difícil, además de ser imposible el ahorro. El comercio “formal”, por otro lado, tiene algún capital pero es sofocado por tantas restricciones gubernamentales, empezando por los impuestos y tantas leyes laborales, sanitarias, fiscales y ambientales que deben cumplir los emprendedores.

Ningún municipio ni departamento es próspero bajo aquellas condiciones. Y es una pena porque sus habitantes y la naturaleza tienen mucho que ofrecer. En mis próximos artículos seguiré explorando las formas—y reformas, que deberán ocurrir para que esto cambie. Espero, algún día no muy lejano. ¡Ánimo guatemaltecos!

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Jorge David Chapas es guatemalteco y empresario forestal. Fundador y CEO de Rana. Miembro del CEES, del PERC y del Heartland Institute. Sus opiniones se publican en República.gt, Rana, Diario AltaVoz (Perú) y NotiMinuto (Venezuela).