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De mujeres y semáforos

Redacción
08 de marzo, 2016

Ayer, 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer, lo que nos dejó con la ya usual retahíla de espacios de opinión rellenos de alegatos sobre los X o Y roles de la mujer,, sobre métodos anticonceptivos y depilación de axilas y piernas y, este año hemos ganado un tema, sobre semáforos. En España, específicamente en Valencia, se ha celebrado el día con un supuesto paso hacia la tan deseada igualdad: los semáforos dejarán de ser machistas y propondrán la paridad con monigotes femeninos para los peatones. Lo que el gobierno valenciano no se esperaba con tan galante gesto hacia las mujeres era un debate acerca de la representación de la feminidad o sobre lo que significa ser mujer.

Resulta que, según el gobierno de Valencia, llevar falda significa ser mujer, o ser mujer significa llevar falda. Yo, que personalmente me siento más cómoda en pantalones, me siento un poco frustrada por el hecho de que el debate acerca de la igualdad entre hombres y mujeres se dirija a gastar ríos de tinta, espacio web o, lo que es peor: espacio mental, en abogar por una representación de la mujer en el monigote del semáforo. Los semáforos son machistas, y como el ejemplo del semáforo otros tantos: también son machistas la depilación y también las faldas y también el pelo largo y el maquillaje, dicen. Y nos recuerdan hasta el cansancio que debemos luchar por destruir esos roles tradicionales de la mujer. Destruirlos: olvidarlos y enterrarlos en la historia oscura de cuando la sociedad era manejada por los hombres y las mujeres éramos sumisas y oprimidas. Y ahora viene la pregunta: ¿para reemplazarlos por “qué”?

Las feministas radicales, y con ellas otros tantos grupos de la misma escuela filosófica, creen que es posible tal cosa como una sociedad sin roles, sin papeles, y encima creen ingenuamente que eso será liberador, creen que se puede tener una sociedad sin constructos, creen que existe tal cosa como la desnudez cultural. Lo que no se dan cuenta es que podemos discutir sobre qué roles son mejores para la mujer, sobre qué papel queremos que tenga en nuestra sociedad, pero que despotricar contra cualquier representación de la feminidad, venga de donde venga, con la vana esperanza de que esto lleve a una “liberación total”, a una “sociedad sin roles” no solo es absurdo sino desgastante y nos hace desenfocarnos de los problemas reales. Existe un verdadero gap entre los sueldos, una verdadera discriminación de género, una realidad de violencia de género, pero todo esto tiene poco que ver con los semáforos y las faldas, y tiene más que ver con una falta de comprensión de unos roles que realmente respondan al tipo de mujeres y hombres con los que queremos conformar la sociedad.

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Lo que la cultura es precisamente una serie de significados comunes, de roles y papeles, de categorizaciones que, como todo lo que se define, son limitadas y no pueden abarcarlo todo. Esa serie de significados comunes supone que sean socialmente convencionales y supone limitación, todo lo que tiene significado tiene límites y supone ser una cosa y por lo tanto no otra, no existe la pura indefinición. La mujer, al igual que los ancianos o que los niños, desempeña un papel dentro de la cultura y eso es bueno, y sobre todo es un hecho, así que ya podemos reconciliarnos con la idea. Está claro que ese rol no puede suponer un papel inferior al del hombre, pero un rol lo tenemos siempre, llevemos falda o llevemos pantalón.

Luchar ciegamente contra las convenciones sociales es poco práctico, no se trata de intentar abolir todos los significados sociales, sino de que todas las categorizaciones sean dignas y legítimas. El gender pay gap es algo real y estoy en contra de ello, el problema es cuando los problemas reales se convierten en una excusa para reivindicar tonterías o cuestiones opinables, porque insertan los problemas reales en un ruido social del que es difícil escapar y que trivializa los problemas que realmente requieren de nuestra atención.

Si realmente hay igualdad no necesitamos una constante distinción. Por tanto, a ver si dejamos ya de buscar “paridad” y otras absurdeces igual de discriminatorias y nos dedicamos a hacer bien lo que tenemos que hacer y demostrar que sin ayudas ni discriminaciones positivas, simplemente eliminando las negativas, somos capaces de manejar una empresa o de estar en el Congreso o, ¿por qué no?, ser amas de casa. Feliz Día de la Mujer.

De mujeres y semáforos

Redacción
08 de marzo, 2016

Ayer, 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer, lo que nos dejó con la ya usual retahíla de espacios de opinión rellenos de alegatos sobre los X o Y roles de la mujer,, sobre métodos anticonceptivos y depilación de axilas y piernas y, este año hemos ganado un tema, sobre semáforos. En España, específicamente en Valencia, se ha celebrado el día con un supuesto paso hacia la tan deseada igualdad: los semáforos dejarán de ser machistas y propondrán la paridad con monigotes femeninos para los peatones. Lo que el gobierno valenciano no se esperaba con tan galante gesto hacia las mujeres era un debate acerca de la representación de la feminidad o sobre lo que significa ser mujer.

Resulta que, según el gobierno de Valencia, llevar falda significa ser mujer, o ser mujer significa llevar falda. Yo, que personalmente me siento más cómoda en pantalones, me siento un poco frustrada por el hecho de que el debate acerca de la igualdad entre hombres y mujeres se dirija a gastar ríos de tinta, espacio web o, lo que es peor: espacio mental, en abogar por una representación de la mujer en el monigote del semáforo. Los semáforos son machistas, y como el ejemplo del semáforo otros tantos: también son machistas la depilación y también las faldas y también el pelo largo y el maquillaje, dicen. Y nos recuerdan hasta el cansancio que debemos luchar por destruir esos roles tradicionales de la mujer. Destruirlos: olvidarlos y enterrarlos en la historia oscura de cuando la sociedad era manejada por los hombres y las mujeres éramos sumisas y oprimidas. Y ahora viene la pregunta: ¿para reemplazarlos por “qué”?

Las feministas radicales, y con ellas otros tantos grupos de la misma escuela filosófica, creen que es posible tal cosa como una sociedad sin roles, sin papeles, y encima creen ingenuamente que eso será liberador, creen que se puede tener una sociedad sin constructos, creen que existe tal cosa como la desnudez cultural. Lo que no se dan cuenta es que podemos discutir sobre qué roles son mejores para la mujer, sobre qué papel queremos que tenga en nuestra sociedad, pero que despotricar contra cualquier representación de la feminidad, venga de donde venga, con la vana esperanza de que esto lleve a una “liberación total”, a una “sociedad sin roles” no solo es absurdo sino desgastante y nos hace desenfocarnos de los problemas reales. Existe un verdadero gap entre los sueldos, una verdadera discriminación de género, una realidad de violencia de género, pero todo esto tiene poco que ver con los semáforos y las faldas, y tiene más que ver con una falta de comprensión de unos roles que realmente respondan al tipo de mujeres y hombres con los que queremos conformar la sociedad.

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Luchar ciegamente contra las convenciones sociales es poco práctico, no se trata de intentar abolir todos los significados sociales, sino de que todas las categorizaciones sean dignas y legítimas. El gender pay gap es algo real y estoy en contra de ello, el problema es cuando los problemas reales se convierten en una excusa para reivindicar tonterías o cuestiones opinables, porque insertan los problemas reales en un ruido social del que es difícil escapar y que trivializa los problemas que realmente requieren de nuestra atención.

Si realmente hay igualdad no necesitamos una constante distinción. Por tanto, a ver si dejamos ya de buscar “paridad” y otras absurdeces igual de discriminatorias y nos dedicamos a hacer bien lo que tenemos que hacer y demostrar que sin ayudas ni discriminaciones positivas, simplemente eliminando las negativas, somos capaces de manejar una empresa o de estar en el Congreso o, ¿por qué no?, ser amas de casa. Feliz Día de la Mujer.