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Defendiéndonos para que nos dejen de aplastar la vida

Adriana Lopez
01 de abril, 2016

Ha pasado una semana difícil para nuestro país. Justo cuando creímos que habíamos tocado fondo, los medios de comunicación nos informan que efectivamente se puede estar peor. Ya ningún ámbito de la vida se ve libre del peligro, la opresión y el miedo. Y como dice Chente, por más que no nos gusten algunas cosas, simplemente están ahí sucediendo y aplastando nuestra existencia.

Siguiendo la lectura del libro de Chente (en donde encontré la frase anterior) leí también, parafraseando un poco, que aceptar lo malo que pasa aminora el sufrimiento pero no lo elimina. Y cómo son de ciertas las palabras. Aun cuando nacimos, crecimos y seguimos viviendo en un país violento, nuestro corazón no deja de apenarse cada vez que escucha de una nueva y mala noticia. Uno lucha por no acostumbrarse nunca al pesar.

Nos entristecemos aún más cuando las víctimas que pagan las consecuencias de todo el desorden que es nuestro país, son pequeños seres inocentes que no tienen ni idea de porque les pasa lo que les pasa. El bebé Maycol no sabía qué su mamá fue quizá una mujer negligente. Tampoco sabía que en el centro de salud no se preocuparon por su condición física, que sólo fue un paciente más. No sabía qué significaba corrupción ni cómo esa palabra aguda era la razón por la que su país estaba en quiebra moral y económica.

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No sabía que vivía en un país en dónde importa un comino si los hospitales tienen lo necesario para atender a los enfermos. No sabía qué era desnutrición ni porqué la tenía él y la mitad de los niños en Guatemala. Maycol no sabía que su familia no tenía las condiciones económicas de trasladarlo rápidamente a un hospital privado. Él no sabía que a diferencia de su situación, en Guatemala si hay niños cuyos padres pueden pagar un pediatra que los trate desde el primer instante en que se vean enfermos. No sabía de desigualdad, de injusticia y de falta de oportunidades.

Maycol fue ese pequeño ser humano a quién le toco soportar el terrible peso de las cosas que no debieran ser. Nunca sabrá lo distinta que pudo ser su vida si su país le hubiese ofrecido desde su primer día en el mundo, una buena condición de vida. Perdón Maycol, porque te fallamos. Porque nos quedamos sin saber qué cosas te iban a gustar y para qué ibas a ser brillante. Porque no gritamos más ni demandamos tanto porque se tratara con más seriedad el tema de la salud. Perdón porque no luchamos más. Pero seguiremos elevando la voz, eso sí, y ahora seremos tu voz, la voz de Guatemala. Actuando, trabajando, promoviendo democracia e integridad. Llenando las calles del centro las veces que sean necesarias y denunciando lo que se necesite denunciar. Defendiéndonos, para que nos dejen de aplastar la vida, los sueños, el futuro; hasta que un día ningún otro bebé tenga que pasar por lo que tu pasaste.

Defendiéndonos para que nos dejen de aplastar la vida

Adriana Lopez
01 de abril, 2016

Ha pasado una semana difícil para nuestro país. Justo cuando creímos que habíamos tocado fondo, los medios de comunicación nos informan que efectivamente se puede estar peor. Ya ningún ámbito de la vida se ve libre del peligro, la opresión y el miedo. Y como dice Chente, por más que no nos gusten algunas cosas, simplemente están ahí sucediendo y aplastando nuestra existencia.

Siguiendo la lectura del libro de Chente (en donde encontré la frase anterior) leí también, parafraseando un poco, que aceptar lo malo que pasa aminora el sufrimiento pero no lo elimina. Y cómo son de ciertas las palabras. Aun cuando nacimos, crecimos y seguimos viviendo en un país violento, nuestro corazón no deja de apenarse cada vez que escucha de una nueva y mala noticia. Uno lucha por no acostumbrarse nunca al pesar.

Nos entristecemos aún más cuando las víctimas que pagan las consecuencias de todo el desorden que es nuestro país, son pequeños seres inocentes que no tienen ni idea de porque les pasa lo que les pasa. El bebé Maycol no sabía qué su mamá fue quizá una mujer negligente. Tampoco sabía que en el centro de salud no se preocuparon por su condición física, que sólo fue un paciente más. No sabía qué significaba corrupción ni cómo esa palabra aguda era la razón por la que su país estaba en quiebra moral y económica.

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No sabía que vivía en un país en dónde importa un comino si los hospitales tienen lo necesario para atender a los enfermos. No sabía qué era desnutrición ni porqué la tenía él y la mitad de los niños en Guatemala. Maycol no sabía que su familia no tenía las condiciones económicas de trasladarlo rápidamente a un hospital privado. Él no sabía que a diferencia de su situación, en Guatemala si hay niños cuyos padres pueden pagar un pediatra que los trate desde el primer instante en que se vean enfermos. No sabía de desigualdad, de injusticia y de falta de oportunidades.

Maycol fue ese pequeño ser humano a quién le toco soportar el terrible peso de las cosas que no debieran ser. Nunca sabrá lo distinta que pudo ser su vida si su país le hubiese ofrecido desde su primer día en el mundo, una buena condición de vida. Perdón Maycol, porque te fallamos. Porque nos quedamos sin saber qué cosas te iban a gustar y para qué ibas a ser brillante. Porque no gritamos más ni demandamos tanto porque se tratara con más seriedad el tema de la salud. Perdón porque no luchamos más. Pero seguiremos elevando la voz, eso sí, y ahora seremos tu voz, la voz de Guatemala. Actuando, trabajando, promoviendo democracia e integridad. Llenando las calles del centro las veces que sean necesarias y denunciando lo que se necesite denunciar. Defendiéndonos, para que nos dejen de aplastar la vida, los sueños, el futuro; hasta que un día ningún otro bebé tenga que pasar por lo que tu pasaste.