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Ya se terminó

Adriana Lopez
16 de abril, 2016

Yo nunca fui fan de las protestas en el parque. No por falta de patriotismo o interés. Simplemente, yo le apostaba a una manifestación distinta. Además, me desilusionaba reconocer en mis redes sociales a manifestantes fervorosos que si recuerdo bien, no tenían ni una gota de amor a la patria antes de que se pusiera de moda.

Aun así, hasta el día de hoy, me siento orgullosa de que (como bien decimos nosotros) de casaca en casaca muchos guatemaltecos se presentaran a defender su país. No fui con ellos, pero sí que los admiré y hasta hoy les mantengo respeto. Yo no podía creer que era abril y tanta gente estaba en el parque. Amigos, eso sólo lo había visto en septiembre. Fue alentador.

Pasaron los meses y las personas seguían asistiendo. Algunas habían mejorado ya su capacidad de redactar carteles y salieron poetas de la nada. El pueblo estaba firme, orgulloso de sí mismo e incapaz de cambiar de opinión: el presidente se va, porque se va. Y lo lograron, en menos de seis meses Otto Pérez Molina ya no era un nombre que demandaba respeto. Y quemamos cuetes, tocamos bocinas, nos admiramos de la lucha que acabábamos de ganar. (Sí, hasta los que no fuimos al parque la ganamos).

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Después pasaron mil cosas más, que no vamos a ponernos a enumerar y discutir porque hacemos un sólo chorizo. Hasta hoy se están repartiendo las culpas y dictando las condenas. Y las personas que salieron con cargos de ese problema, está hoy en modo: sálvese quien pueda. Alucinando enfermedades estilo Baldetti o tratando de ser “colaboradores” como Juan Carlos Monzón.

Pero ahora, cuando pienso en todo lo que pasó en el 2015 me da nostalgia. No extraño las fotos de mis amigos publicando que es chilero ser patriota en Facebook, tampoco extraño las colas de los sábados a medio día por las calles tapadas. Y de verdad, no me hace falta la inestabilidad que se sentía en mi país por esas fechas. Lo que si extraño, es a mis compatriotas valientes. Jamás creí que lo iba a mencionar, pero cómo me hace de falta hablar de “la situación del país” en todas mis clases. Extraño escuchar las palabras airadas de mis compañeros de clase que de la noche a la mañana volvieron a ser indiferentes.

Me hace falta, claro, sentirme mal porque yo no salí a manifestar. Y qué irreconocibles estamos siendo cada vez que algo terrible sucede en el país y nadie quiere luchar, nadie quiere defender. Ya no hay emoción. Ya se terminó. Me recuerda la letra de la canción de Kevin Johansen que escuché a mi mejor amiga cantar por meses enteros y sin descanso:

“Ya se terminó,

ya se va la gente,

ya sé lo que me vas a decir:

que no hay que llorar,

que son cosas que pasan…

Y no quiero que sea verdad. No quiero que la gente se vaya, que digamos que cosas como las que sucedieron en el 2015, simplemente pasan. No quiero que creamos que porque ya hicimos algo, no podemos hacer más. No quiero que nos toque soportar mil cosas más y que no protestemos ni siquiera con una palabra. No quiero que nos cansemos, que nos resignemos a llorar en publicaciones baratas las cosas que pasan. Yo no quiero que nuestro ánimo por defender Guatemala se termine. Por favor, díganme que no se terminó.

Ya se terminó

Adriana Lopez
16 de abril, 2016

Yo nunca fui fan de las protestas en el parque. No por falta de patriotismo o interés. Simplemente, yo le apostaba a una manifestación distinta. Además, me desilusionaba reconocer en mis redes sociales a manifestantes fervorosos que si recuerdo bien, no tenían ni una gota de amor a la patria antes de que se pusiera de moda.

Aun así, hasta el día de hoy, me siento orgullosa de que (como bien decimos nosotros) de casaca en casaca muchos guatemaltecos se presentaran a defender su país. No fui con ellos, pero sí que los admiré y hasta hoy les mantengo respeto. Yo no podía creer que era abril y tanta gente estaba en el parque. Amigos, eso sólo lo había visto en septiembre. Fue alentador.

Pasaron los meses y las personas seguían asistiendo. Algunas habían mejorado ya su capacidad de redactar carteles y salieron poetas de la nada. El pueblo estaba firme, orgulloso de sí mismo e incapaz de cambiar de opinión: el presidente se va, porque se va. Y lo lograron, en menos de seis meses Otto Pérez Molina ya no era un nombre que demandaba respeto. Y quemamos cuetes, tocamos bocinas, nos admiramos de la lucha que acabábamos de ganar. (Sí, hasta los que no fuimos al parque la ganamos).

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Después pasaron mil cosas más, que no vamos a ponernos a enumerar y discutir porque hacemos un sólo chorizo. Hasta hoy se están repartiendo las culpas y dictando las condenas. Y las personas que salieron con cargos de ese problema, está hoy en modo: sálvese quien pueda. Alucinando enfermedades estilo Baldetti o tratando de ser “colaboradores” como Juan Carlos Monzón.

Pero ahora, cuando pienso en todo lo que pasó en el 2015 me da nostalgia. No extraño las fotos de mis amigos publicando que es chilero ser patriota en Facebook, tampoco extraño las colas de los sábados a medio día por las calles tapadas. Y de verdad, no me hace falta la inestabilidad que se sentía en mi país por esas fechas. Lo que si extraño, es a mis compatriotas valientes. Jamás creí que lo iba a mencionar, pero cómo me hace de falta hablar de “la situación del país” en todas mis clases. Extraño escuchar las palabras airadas de mis compañeros de clase que de la noche a la mañana volvieron a ser indiferentes.

Me hace falta, claro, sentirme mal porque yo no salí a manifestar. Y qué irreconocibles estamos siendo cada vez que algo terrible sucede en el país y nadie quiere luchar, nadie quiere defender. Ya no hay emoción. Ya se terminó. Me recuerda la letra de la canción de Kevin Johansen que escuché a mi mejor amiga cantar por meses enteros y sin descanso:

“Ya se terminó,

ya se va la gente,

ya sé lo que me vas a decir:

que no hay que llorar,

que son cosas que pasan…

Y no quiero que sea verdad. No quiero que la gente se vaya, que digamos que cosas como las que sucedieron en el 2015, simplemente pasan. No quiero que creamos que porque ya hicimos algo, no podemos hacer más. No quiero que nos toque soportar mil cosas más y que no protestemos ni siquiera con una palabra. No quiero que nos cansemos, que nos resignemos a llorar en publicaciones baratas las cosas que pasan. Yo no quiero que nuestro ánimo por defender Guatemala se termine. Por favor, díganme que no se terminó.