Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

El arte de dar y recibir piropos

Adriana Lopez
23 de abril, 2016

No necesitamos un contexto o una gran explicación. Todas las mujeres hemos experimentado el acoso callejero. Desde los clásicos albañiles, los bolos, los policías o nuestros propios amigos haciendo chistes nada divertidos. De paso, si estás leyendo esto y no sos mujer, quédate. Esto te va a servir.

El acoso callejero es eso que pasa cuando un intento de cumplido te intimida lo suficiente como para querer salir corriendo y entrar a la tienda más cercana. Bueno, esos son los casos más extremos. Hay acosos callejeros que se pueden evadir sacando el celular e ignorando al tipo. Pasarse a la otra banqueta, voltear a ver a tu amiga mientras trabas los ojos o simplemente bajar la cabeza, también son buenas opciones.

Como en todas las luchas de la humanidad, ésta de la que escribo hoy también tiene sus oponentes. Si amigos, en pleno siglo XXI siguen existiendo junto a nosotros personas que creen que el problema con el “acoso callejero es que las mujeres no sabemos aceptar piropos. Cuando escucho esta excusa, yo pregunto: “Para vos ¿qué es un piropo?” Y dicen: “Te están diciendo que sos bonita, les atraés. Eso debería de gustarte.” Y bueno, si no tuviese este cerebro tan despierto probablemente aceptaría esa respuesta. Pero mi dignidad, mi inteligencia y los consejos de mi mamá me enseñaron lo contrario.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

La verdad es que no necesito un piropo del señor que está sentado en el parque lustrándose los zapatos. Para comenzar, qué irrelevante su comentario sobre mi cuerpo. Me dice cosas que yo ya sé, porque vengo escuchando lo mismo desde hace tres cuadras. Por cierto, eso que dijo no fue un piropo. Y qué decir de su cara, está reflejando todos y cada uno de sus deseos sexuales. Qué asco, yo no merezco esto.

Me ofusca, ¿saben porqué? Por que no voy a la universidad 30 horas a la semana para que lo único que me puedan piropear sean las pompis. ¿Qué hay de mi cerebro, mis ideas, mis chistes? Entiendo lo de los chistes, siempre son malos. Pero… ¿y lo demás? ¿Qué tal si les cuento que tengo pecas? ¡Ah verdad! No se dieron cuenta, porque estaban más interesantes otras cosas. No se vale.

A mi me gusta que admiren mi físico, pero más me gusta que me admiren como lo que soy: una mujer completa. Tengo cuerpo, cerebro y alma. Y de verdad, no tendría ningún problema con los piropos de la calle si comenzaran a lanzarme los correctos. Concepto: si el piropo que vas a decir también podría devolvértelo una mujer, vas por buen camino. Qué tal si cambiamos las palabras obscenas por un: “tu pelo se ve bien”, “tu perfume huele rico”, “que buen libro el que estás leyendo”, “que genial que sepas tocar guitarra”, “qué lindo te quedó el tatuaje”. Estaría mejor ¿no creen?

¡Apostémosle a los buenos piropos y qué se acabe el acoso callejero!

El arte de dar y recibir piropos

Adriana Lopez
23 de abril, 2016

No necesitamos un contexto o una gran explicación. Todas las mujeres hemos experimentado el acoso callejero. Desde los clásicos albañiles, los bolos, los policías o nuestros propios amigos haciendo chistes nada divertidos. De paso, si estás leyendo esto y no sos mujer, quédate. Esto te va a servir.

El acoso callejero es eso que pasa cuando un intento de cumplido te intimida lo suficiente como para querer salir corriendo y entrar a la tienda más cercana. Bueno, esos son los casos más extremos. Hay acosos callejeros que se pueden evadir sacando el celular e ignorando al tipo. Pasarse a la otra banqueta, voltear a ver a tu amiga mientras trabas los ojos o simplemente bajar la cabeza, también son buenas opciones.

Como en todas las luchas de la humanidad, ésta de la que escribo hoy también tiene sus oponentes. Si amigos, en pleno siglo XXI siguen existiendo junto a nosotros personas que creen que el problema con el “acoso callejero es que las mujeres no sabemos aceptar piropos. Cuando escucho esta excusa, yo pregunto: “Para vos ¿qué es un piropo?” Y dicen: “Te están diciendo que sos bonita, les atraés. Eso debería de gustarte.” Y bueno, si no tuviese este cerebro tan despierto probablemente aceptaría esa respuesta. Pero mi dignidad, mi inteligencia y los consejos de mi mamá me enseñaron lo contrario.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

La verdad es que no necesito un piropo del señor que está sentado en el parque lustrándose los zapatos. Para comenzar, qué irrelevante su comentario sobre mi cuerpo. Me dice cosas que yo ya sé, porque vengo escuchando lo mismo desde hace tres cuadras. Por cierto, eso que dijo no fue un piropo. Y qué decir de su cara, está reflejando todos y cada uno de sus deseos sexuales. Qué asco, yo no merezco esto.

Me ofusca, ¿saben porqué? Por que no voy a la universidad 30 horas a la semana para que lo único que me puedan piropear sean las pompis. ¿Qué hay de mi cerebro, mis ideas, mis chistes? Entiendo lo de los chistes, siempre son malos. Pero… ¿y lo demás? ¿Qué tal si les cuento que tengo pecas? ¡Ah verdad! No se dieron cuenta, porque estaban más interesantes otras cosas. No se vale.

A mi me gusta que admiren mi físico, pero más me gusta que me admiren como lo que soy: una mujer completa. Tengo cuerpo, cerebro y alma. Y de verdad, no tendría ningún problema con los piropos de la calle si comenzaran a lanzarme los correctos. Concepto: si el piropo que vas a decir también podría devolvértelo una mujer, vas por buen camino. Qué tal si cambiamos las palabras obscenas por un: “tu pelo se ve bien”, “tu perfume huele rico”, “que buen libro el que estás leyendo”, “que genial que sepas tocar guitarra”, “qué lindo te quedó el tatuaje”. Estaría mejor ¿no creen?

¡Apostémosle a los buenos piropos y qué se acabe el acoso callejero!