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El síndrome de la bocina

Redacción
09 de abril, 2016

Hay algunas situaciones en las que no importa que tanto se repitan y que tan deficiente haya sido la actitud con la que la hayamos enfrentado, cuando estas vuelven a ocurrir reaccionamos de la misma manera. Hablando y hablando, para que al final no logremos nada. Pura palabrería y nada de acciones.

Algo como cuando el tránsito está atascado, ni adelante ni atrás. Aún no consigo entender cuándo es que nos enseñan que en medio de un embotellamiento la solución inmediata es tocar la bocina a más no poder. Y es un código que todos los guatemaltecos entendemos. Se usa el recurso como una varita mágica que de pronto abrirá un carril para que todos pasemos sin mayor esfuerzo. Cuando en realidad es posible que la sinfonía de bocinas haga todo absolutamente peor, más tedioso.

¿Cuántas veces ha pasado lo mismo en nuestro afán por luchar por un país mejor? Cuántas veces nos hemos quedado en puro sonido que busca armar de la nada un camino mejor. Y lo hemos podido ver últimamente, basamos nuestra participación ciudadana en votar cada cuatro años y hasta ahora en ir a la Plaza a protestar. Pero ¿será que con las concentraciones es suficiente? Yo opino que no. Al igual que en el tránsito nos toca darnos cuenta por qué es que no estamos avanzando. Y en ocasiones se debe de ser paciente, se debe de actuar sabiendo que aunque lento sí estamos avanzando.

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Las bocinas son las promesas de campaña, las protestas injustificadas, la negligencia en los servicios públicos, la irresponsabilidad ciudadana y el consumo desmedido de recursos. Son palabras o acciones que no nos llevan a nada, pero que lamentablemente se repiten una y otra vez.

Tenemos que dejar de bocinar y encontrar acciones que nos ayuden a todos a avanzar, pero como dije ya a sabiendas que todo toma su tiempo y que después de estar sentados y caminando poco, se conseguirá ese camino libre para llegar a nuestro destino. Y si en el tránsito esa sensación es toda una experiencia de satisfacción, en términos de logros para y por nuestro país será mil veces más grande.

¡No nos quedemos en palabras! Vayamos y actuemos de verdad por este país.

El síndrome de la bocina

Redacción
09 de abril, 2016

Hay algunas situaciones en las que no importa que tanto se repitan y que tan deficiente haya sido la actitud con la que la hayamos enfrentado, cuando estas vuelven a ocurrir reaccionamos de la misma manera. Hablando y hablando, para que al final no logremos nada. Pura palabrería y nada de acciones.

Algo como cuando el tránsito está atascado, ni adelante ni atrás. Aún no consigo entender cuándo es que nos enseñan que en medio de un embotellamiento la solución inmediata es tocar la bocina a más no poder. Y es un código que todos los guatemaltecos entendemos. Se usa el recurso como una varita mágica que de pronto abrirá un carril para que todos pasemos sin mayor esfuerzo. Cuando en realidad es posible que la sinfonía de bocinas haga todo absolutamente peor, más tedioso.

¿Cuántas veces ha pasado lo mismo en nuestro afán por luchar por un país mejor? Cuántas veces nos hemos quedado en puro sonido que busca armar de la nada un camino mejor. Y lo hemos podido ver últimamente, basamos nuestra participación ciudadana en votar cada cuatro años y hasta ahora en ir a la Plaza a protestar. Pero ¿será que con las concentraciones es suficiente? Yo opino que no. Al igual que en el tránsito nos toca darnos cuenta por qué es que no estamos avanzando. Y en ocasiones se debe de ser paciente, se debe de actuar sabiendo que aunque lento sí estamos avanzando.

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Tenemos que dejar de bocinar y encontrar acciones que nos ayuden a todos a avanzar, pero como dije ya a sabiendas que todo toma su tiempo y que después de estar sentados y caminando poco, se conseguirá ese camino libre para llegar a nuestro destino. Y si en el tránsito esa sensación es toda una experiencia de satisfacción, en términos de logros para y por nuestro país será mil veces más grande.

¡No nos quedemos en palabras! Vayamos y actuemos de verdad por este país.