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Incomprendidos

Adriana Lopez
13 de mayo, 2016

Independientemente de las razones por las cuales se pelea, cualquier lucha es válida en éste país que “permite” la libre expresión y “promueve” el bienestar para cada uno de sus ciudadanos. Es por esto que por varios años hemos visto desfilar por nuestras calles a estudiantes, campesinos, mujeres, maestros y demás. Cada uno de ellos defendiendo una causa en específico, una causa que les afecta a ellos de manera directa y que probablemente nosotros no entendemos porque no estamos en sus zapatos.

Ésta semana, un grupo bastante grande de campesinos salió a las carreteras a manifestar. Y en todo el día no pude evitar escuchar comentarios como: “No saben ni qué andan haciendo”, “les ofrecen comida y dinero, entonces vienen a manifestar”, “No pueden ni hablar y ahí están perjudicando a todo el país”, etc. Y a mi juicio, los comentarios quizá reflejaban más de la persona que los decía, que de los manifestantes.

La mayoría de guatemaltecos no entiende el porqué de los bloqueos y de las iniciativas drásticas que los campesinos en nuestro país realizan. Y esto es porque la mayoría de ellos no sabe cómo se siente gritar y aún así ser ignorado. Imagínese cómo debe de sentirse vivir en una sociedad que lo ha catalogado desde siempre como un ser inferior, incapaz de comprender temas vitales y con una cultura anticuada. Y cómo debe ser el doble de triste que su propio país, sus propios paisanos, se nieguen a comprender sus necesidades.

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La realidad es que como capitalinos, tenemos la dicha de vivir muchos lujos que el área rural de nuestro país no goza. Qué incoherente nos parece que alguien pelee por el pago de la luz, si nuestras cuotas de energía eléctrica son medianamente aceptables. Además, quizá ni siquiera sabemos el valor de los recibos que pagan éstas personas, pero insistimos en darle poca importancia. ¿Y por qué pelear por los ríos? Si en la ciudad pocas veces vemos uno o tenemos la necesidad de usar el agua que corre por ellos. No entendemos por qué tantas ganas de hablar de medidas para acabar con la pobreza y la desnutrición; si aquí, en nuestra zona de confort, todo pinta bien.

Hay que entender que la realidad es otra, que en cada 10 kilómetros del país nos podemos topar con un problema distinto. Que ni usted ni yo sufrimos por falta de acceso al agua pero que a dos horas de la capital ya hay personas que lo hacen. Y que cada uno de nosotros, como habitantes de Guatemala, tenemos el derecho de exigir que se cambien las cosas que no nos están permitiendo tener una vida plena. Y sí, las y los campesinos son también habitantes de éste país con los mismos derechos que tiene usted.

Y además de esto, entender la complejidad del tema. Un grupo pequeño de personas están afectando la integridad de la vida de miles y miles de campesinos desde hace DÉCADAS. Nuestros compatriotas pelean por el agua, por la vida y por muchas cosas más que durante años les han arrebatado. Y nosotros, encerrados en nuestras utópicas rutinas de primermundistas, peleamos porque no podemos volver a casa a buena hora o porque nuestros bienes se vieron afectados UN SOLO DÍA. La diferencia es obvia.

No nos gusta admitir que las causas que mueven a los campesinos son fuertes porque estás causas no nos afectan a nosotros. Pero sería lo mejor que tratásemos de entenderlos, que nos pusiéramos en sus zapatos. Que dejáramos de verles como el enemigo y a cambio los apoyásemos en sus iniciativas. Pues aunque a corto plazo estos cambios demandados les beneficiarán a ellos, si entendemos a profundidad el caso sabremos que será un triunfo para todo el país.

Incomprendidos

Adriana Lopez
13 de mayo, 2016

Independientemente de las razones por las cuales se pelea, cualquier lucha es válida en éste país que “permite” la libre expresión y “promueve” el bienestar para cada uno de sus ciudadanos. Es por esto que por varios años hemos visto desfilar por nuestras calles a estudiantes, campesinos, mujeres, maestros y demás. Cada uno de ellos defendiendo una causa en específico, una causa que les afecta a ellos de manera directa y que probablemente nosotros no entendemos porque no estamos en sus zapatos.

Ésta semana, un grupo bastante grande de campesinos salió a las carreteras a manifestar. Y en todo el día no pude evitar escuchar comentarios como: “No saben ni qué andan haciendo”, “les ofrecen comida y dinero, entonces vienen a manifestar”, “No pueden ni hablar y ahí están perjudicando a todo el país”, etc. Y a mi juicio, los comentarios quizá reflejaban más de la persona que los decía, que de los manifestantes.

La mayoría de guatemaltecos no entiende el porqué de los bloqueos y de las iniciativas drásticas que los campesinos en nuestro país realizan. Y esto es porque la mayoría de ellos no sabe cómo se siente gritar y aún así ser ignorado. Imagínese cómo debe de sentirse vivir en una sociedad que lo ha catalogado desde siempre como un ser inferior, incapaz de comprender temas vitales y con una cultura anticuada. Y cómo debe ser el doble de triste que su propio país, sus propios paisanos, se nieguen a comprender sus necesidades.

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La realidad es que como capitalinos, tenemos la dicha de vivir muchos lujos que el área rural de nuestro país no goza. Qué incoherente nos parece que alguien pelee por el pago de la luz, si nuestras cuotas de energía eléctrica son medianamente aceptables. Además, quizá ni siquiera sabemos el valor de los recibos que pagan éstas personas, pero insistimos en darle poca importancia. ¿Y por qué pelear por los ríos? Si en la ciudad pocas veces vemos uno o tenemos la necesidad de usar el agua que corre por ellos. No entendemos por qué tantas ganas de hablar de medidas para acabar con la pobreza y la desnutrición; si aquí, en nuestra zona de confort, todo pinta bien.

Hay que entender que la realidad es otra, que en cada 10 kilómetros del país nos podemos topar con un problema distinto. Que ni usted ni yo sufrimos por falta de acceso al agua pero que a dos horas de la capital ya hay personas que lo hacen. Y que cada uno de nosotros, como habitantes de Guatemala, tenemos el derecho de exigir que se cambien las cosas que no nos están permitiendo tener una vida plena. Y sí, las y los campesinos son también habitantes de éste país con los mismos derechos que tiene usted.

Y además de esto, entender la complejidad del tema. Un grupo pequeño de personas están afectando la integridad de la vida de miles y miles de campesinos desde hace DÉCADAS. Nuestros compatriotas pelean por el agua, por la vida y por muchas cosas más que durante años les han arrebatado. Y nosotros, encerrados en nuestras utópicas rutinas de primermundistas, peleamos porque no podemos volver a casa a buena hora o porque nuestros bienes se vieron afectados UN SOLO DÍA. La diferencia es obvia.

No nos gusta admitir que las causas que mueven a los campesinos son fuertes porque estás causas no nos afectan a nosotros. Pero sería lo mejor que tratásemos de entenderlos, que nos pusiéramos en sus zapatos. Que dejáramos de verles como el enemigo y a cambio los apoyásemos en sus iniciativas. Pues aunque a corto plazo estos cambios demandados les beneficiarán a ellos, si entendemos a profundidad el caso sabremos que será un triunfo para todo el país.