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¿Instituciones personalistas?

Redacción
12 de junio, 2016

No hace falta ser experto para saber que en Guatemala hay una enorme carencia de liderazgos, sobre todo en la política. Durante las últimas décadas, los partidos políticos se han convertido en maquinarias clientelares, diseñadas exclusivamente para la llegada al poder de personas cuyo objetivo, en su mayoría, es servirse de y no servir a, los ciudadanos.

La carencia de liderazgos con visión y amor por el servicio público es uno de los factores que ha conducido al Estado guatemalteco a una de las mayores crisis de los últimos años. No hay líderes que inspiren a los guatemaltecos o sean ejemplo de rectitud en sus acciones. Quizás en otros ámbitos sí los existen, pero han preferido mantenerse al margen de lo político, y con mucha razón, pues en este contexto, involucrarse en política es sinónimo de ser corrupto.

Sin embargo, observo una contradicción en nuestra sociedad. Por un lado hay una enorme carencia de liderazgo político en todos los ámbitos. Incluso las manifestaciones han sido exitosas porque no han tenido un líder que esté al mando. De lo contrario, más de alguno se sentiría excluido y decidiría no participar.

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Por otro lado, durante los últimos meses se ha ido consolidando una especie de personalismo en algunas instituciones del Estado, el cual es aplaudido por buena parte de la opinión pública, esperanzada en la acción de personas con el carácter para enfrentarse a la corrupción.

Es decir, por un lado observamos una debilidad de dirección y visión en la política, pero a la vez, se desea la aparición de “caudillos” que generen la ilusión sobre un posible cambio. Esto ha dado paso al surgimiento de instituciones con un cierto grado de personalismo. A continuación cito algunos ejemplos.

El más representativo sin duda es el Ministerio Público. La labor de la Fiscal General ha sido sobresaliente y su lucha en contra de estructuras de corrupción es aplaudible. Sin embargo, cuando se rumoró un posible intento por removerla de su puesto, buena parte de la sociedad se mostró temerosa. ¿Podría alguien más continuar el trabajo que ha realizado la actual Fiscal? Para muchos la respuesta era negativa. De partir Thelma Aldana, muy probablemente los casos de corrupción serían nuevamente engavetados.

Un segundo ejemplo, en menor escala, se encuentra en el Congreso. El presidente, Mario Taracena, ha dado algunos pasos importantes al denunciar la corrupción que impera en el Legislativo. Sin embargo, al hacerse proyecciones sobre el futuro del Congreso, muy pocos se atreven a apostarle a una reelección de Taracena como presidente, puesto que se ha hecho de enemigos, incluso dentro de su propio partido.

Finalmente, un tercer ejemplo es el reciente surgimiento del superintendente de administración tributaria, Juan Solórzano Foppa, quien ha mostrado buenas intenciones de limpiar internamente dicha institución. La SAT ha construido un equipo de trabajo interesante en los mandos altos, sin embargo, aún tiene pendiente el reto de recuperar la institución desde abajo. El liderazgo de Solórzano ha sido clave hasta el momento, pero de partir éste, queda la duda de si se mantendrían los objetivos trazados por la nueva administración.

Ciertamente, en un contexto en el que se ha carecido de líderes con visión y determinación, la ciudadanía se muestra ansiosa por encontrar personas capaces de ponerle fin a las prácticas corruptas de la “vieja política”. La aparición de personajes como Thelma Aldana, Mario Taracena o Juan Solórzano podría generar un cierto grado de esperanza. Sin embargo, el surgimiento de instituciones personalistas también tiene sus desventajas, puesto que las burocracias debajo de estos líderes aún no han llegado al nivel de profesionalidad que esperaríamos.

Sin duda alguna, es necesario apoyar a aquellas personas que estén dispuestas a denunciar y atacar la corrupción. No obstante, también es el rol de un líder el pensar en el futuro y garantizar que al dejar su puesto, la institución sea sostenible en el tiempo y pueda seguir sirviendo a los ciudadanos como estos lo exigen.

¿Instituciones personalistas?

Redacción
12 de junio, 2016

No hace falta ser experto para saber que en Guatemala hay una enorme carencia de liderazgos, sobre todo en la política. Durante las últimas décadas, los partidos políticos se han convertido en maquinarias clientelares, diseñadas exclusivamente para la llegada al poder de personas cuyo objetivo, en su mayoría, es servirse de y no servir a, los ciudadanos.

La carencia de liderazgos con visión y amor por el servicio público es uno de los factores que ha conducido al Estado guatemalteco a una de las mayores crisis de los últimos años. No hay líderes que inspiren a los guatemaltecos o sean ejemplo de rectitud en sus acciones. Quizás en otros ámbitos sí los existen, pero han preferido mantenerse al margen de lo político, y con mucha razón, pues en este contexto, involucrarse en política es sinónimo de ser corrupto.

Sin embargo, observo una contradicción en nuestra sociedad. Por un lado hay una enorme carencia de liderazgo político en todos los ámbitos. Incluso las manifestaciones han sido exitosas porque no han tenido un líder que esté al mando. De lo contrario, más de alguno se sentiría excluido y decidiría no participar.

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Por otro lado, durante los últimos meses se ha ido consolidando una especie de personalismo en algunas instituciones del Estado, el cual es aplaudido por buena parte de la opinión pública, esperanzada en la acción de personas con el carácter para enfrentarse a la corrupción.

Es decir, por un lado observamos una debilidad de dirección y visión en la política, pero a la vez, se desea la aparición de “caudillos” que generen la ilusión sobre un posible cambio. Esto ha dado paso al surgimiento de instituciones con un cierto grado de personalismo. A continuación cito algunos ejemplos.

El más representativo sin duda es el Ministerio Público. La labor de la Fiscal General ha sido sobresaliente y su lucha en contra de estructuras de corrupción es aplaudible. Sin embargo, cuando se rumoró un posible intento por removerla de su puesto, buena parte de la sociedad se mostró temerosa. ¿Podría alguien más continuar el trabajo que ha realizado la actual Fiscal? Para muchos la respuesta era negativa. De partir Thelma Aldana, muy probablemente los casos de corrupción serían nuevamente engavetados.

Un segundo ejemplo, en menor escala, se encuentra en el Congreso. El presidente, Mario Taracena, ha dado algunos pasos importantes al denunciar la corrupción que impera en el Legislativo. Sin embargo, al hacerse proyecciones sobre el futuro del Congreso, muy pocos se atreven a apostarle a una reelección de Taracena como presidente, puesto que se ha hecho de enemigos, incluso dentro de su propio partido.

Finalmente, un tercer ejemplo es el reciente surgimiento del superintendente de administración tributaria, Juan Solórzano Foppa, quien ha mostrado buenas intenciones de limpiar internamente dicha institución. La SAT ha construido un equipo de trabajo interesante en los mandos altos, sin embargo, aún tiene pendiente el reto de recuperar la institución desde abajo. El liderazgo de Solórzano ha sido clave hasta el momento, pero de partir éste, queda la duda de si se mantendrían los objetivos trazados por la nueva administración.

Ciertamente, en un contexto en el que se ha carecido de líderes con visión y determinación, la ciudadanía se muestra ansiosa por encontrar personas capaces de ponerle fin a las prácticas corruptas de la “vieja política”. La aparición de personajes como Thelma Aldana, Mario Taracena o Juan Solórzano podría generar un cierto grado de esperanza. Sin embargo, el surgimiento de instituciones personalistas también tiene sus desventajas, puesto que las burocracias debajo de estos líderes aún no han llegado al nivel de profesionalidad que esperaríamos.

Sin duda alguna, es necesario apoyar a aquellas personas que estén dispuestas a denunciar y atacar la corrupción. No obstante, también es el rol de un líder el pensar en el futuro y garantizar que al dejar su puesto, la institución sea sostenible en el tiempo y pueda seguir sirviendo a los ciudadanos como estos lo exigen.