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La ambición de Baldetti y Pérez también cobra vidas

Redacción
03 de junio, 2016

Esvin David López, de tres años, yace inerte en el patio de su casa con una bolsa de carritos en su mano. Lo mataron a sangre fría en Villa Nueva, junto a sus abuelos…

Un par de horas después de que esta noticia nos golpeara como una bofetada, Thelma Aldana e Iván Velásquez nos narran un cuento de terror con una bruja y un monstruo como personajes principales: Roxana Baldetti y Otto Pérez.

Mientras escucho la dinámica ilegal con la que este par y sus secuaces hicieron fiesta con millones de quetzales, no dejo de pensar en Esvin. Lo menos que el Estado debía garantizarle a este niño era la certeza de que dentro de su casa estaría seguro, pero no. En este país nos desborda la violencia, no hay educación de calidad, ni medicinas en los hospitales… Ah!, pero sí hay recursos para pagar favores por hasta Q240 millones, para comprar yates, casas, fincas, ropa fina y joyas. ¡Vaya nivel de ambición!

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¿Será posible que este par de delincuentes jamás pensó, siquiera por un momento, en los pacientes que mueren a diario en la infraestructura obsoleta de los centros asistenciales? ¿Serán tan duros del alma para no haberse conmovido con los niños que los abrazaban en sus visitas a las zonas rurales?

Como dijo el comisionado de la CICIG: “Los intereses nacionales fueron sustituidos por intereses personales ilícitos. Al Estado lo convirtieron en feria y a su Gobierno, en un negocio”.

Este escenario tan decepcionante debe dar lugar a dos reflexiones importantes: la primera, es que no podemos quedarnos solamente con las capturas. El sistema de justicia debe funcionar y, tras un debido proceso, llegar a las sentencias condenatorias que permitan al guatemalteco recobrar la confianza en el sistema. El segundo, Jimmy Morales no puede solamente asumir el papel de un guatemalteco indignado; tiene en sus manos la responsabilidad de enviar el mensaje a sus funcionarios de que esto no puede repetirse.

Es cierto, tiene una misión titánica, porque el Estado no se sanea en un abrir y cerrar de ojos, pero puede sentar las bases de una sociedad que dé a sus miembros el trato digno que merece. La corrupción ya no puede seguir cobrando vidas como la de Esvin. Los recursos que tiene el país deben llegar a las escuelas, a las fuerzas de seguridad, a los puestos de salud, a los programas de nutrición y vacunación… ¡Ya basta de enriquecerse mientras se derrama la sangre de inocentes!

 

La ambición de Baldetti y Pérez también cobra vidas

Redacción
03 de junio, 2016

Esvin David López, de tres años, yace inerte en el patio de su casa con una bolsa de carritos en su mano. Lo mataron a sangre fría en Villa Nueva, junto a sus abuelos…

Un par de horas después de que esta noticia nos golpeara como una bofetada, Thelma Aldana e Iván Velásquez nos narran un cuento de terror con una bruja y un monstruo como personajes principales: Roxana Baldetti y Otto Pérez.

Mientras escucho la dinámica ilegal con la que este par y sus secuaces hicieron fiesta con millones de quetzales, no dejo de pensar en Esvin. Lo menos que el Estado debía garantizarle a este niño era la certeza de que dentro de su casa estaría seguro, pero no. En este país nos desborda la violencia, no hay educación de calidad, ni medicinas en los hospitales… Ah!, pero sí hay recursos para pagar favores por hasta Q240 millones, para comprar yates, casas, fincas, ropa fina y joyas. ¡Vaya nivel de ambición!

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¿Será posible que este par de delincuentes jamás pensó, siquiera por un momento, en los pacientes que mueren a diario en la infraestructura obsoleta de los centros asistenciales? ¿Serán tan duros del alma para no haberse conmovido con los niños que los abrazaban en sus visitas a las zonas rurales?

Como dijo el comisionado de la CICIG: “Los intereses nacionales fueron sustituidos por intereses personales ilícitos. Al Estado lo convirtieron en feria y a su Gobierno, en un negocio”.

Este escenario tan decepcionante debe dar lugar a dos reflexiones importantes: la primera, es que no podemos quedarnos solamente con las capturas. El sistema de justicia debe funcionar y, tras un debido proceso, llegar a las sentencias condenatorias que permitan al guatemalteco recobrar la confianza en el sistema. El segundo, Jimmy Morales no puede solamente asumir el papel de un guatemalteco indignado; tiene en sus manos la responsabilidad de enviar el mensaje a sus funcionarios de que esto no puede repetirse.

Es cierto, tiene una misión titánica, porque el Estado no se sanea en un abrir y cerrar de ojos, pero puede sentar las bases de una sociedad que dé a sus miembros el trato digno que merece. La corrupción ya no puede seguir cobrando vidas como la de Esvin. Los recursos que tiene el país deben llegar a las escuelas, a las fuerzas de seguridad, a los puestos de salud, a los programas de nutrición y vacunación… ¡Ya basta de enriquecerse mientras se derrama la sangre de inocentes!