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De buenas ideas…

Redacción
23 de julio, 2016

Las buenas ideas son opacadas, muchas veces por malas ejecuciones o situaciones externas. Es así que debemos aprender a distinguir entre la buena idea y la mala ejecución. En las decisiones de gobierno y políticas, pasa lo mismo. Una buena idea se termina convirtiendo en un mounstruo verde y furioso por la forma que se ejecuta.

Es así que, por ejemplo, evitar monopolios debe ser un campo de acción para decisiones políticas importantes. La buena idea. El tipo de acciones a tomar es donde el mounstruo se empieza a gestar. Una buena idea es eliminar todos los costos de entrada a un mercado. Esas acciones se pueden hacer desde el gobierno, inmediatamente. Se abren fronteras, se eliminan trámites y requisitos y se eliminan leyes que prohíben o encarecen un producto o servicio.

En esos grupos de acciones tenemos quitar aranceles, permisos de comercialización y directamente prohibiciones de comerciar productos o servicios, como son las cuotas o directamente prohibiciones. En Guatemala, estamos llenos de eso, no nos extrañe que tenemos restricciones en la competencia, que son más gracias a actos de gobierno que pactos privados.

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Cada trámite adicional que se exige por un oficina gubernamental beneficia a los agentes económicos que ya están dentro del sistema y dentro de ellos, beneficia a quienes tienen mayor poder económico y tamaño de mercado, pues son los que mejor podrán diluir esos costos y permanecer activos. Adicionalmente, beneficia a los corruptos que podrán encontrar la forma de resolver el obstáculo por medio de un soborno y a los funcionarios corruptos que podrán extorsionar a quienes entran al sistema con actividades muy al margen.

Tenemos luego un sistema por el cual las partes, los consumidores, los competidores y algunos actores de gobierno pueden entrar en discusiones judiciales sobre si alguno o algunos están realizando actividades contrarias a la competencia. Estos sistemas son de buen diseño, toda vez que permiten revisar caso a caso la situación y permiten que el resto del mercado continúe. Veamos que la justicia es mejor servida cuando no hay actividad alguna de oficinas gubernamentales o jueces y son los que se sienten dañados quienes logran obtener una compensación por lo que sintieron los dañó.

Eso nos lleva a la muy mala idea de contar, siguiendo con el ejemplo, con una oficina de competencia que diga cuando sí y cuando no hay violación de competencia y sancione. La peor idea es cuando las sanciones son administrativas. En Guatemala, este sistema implicará que lleguemos a un tribunal de lo contencioso administrativo, casación y hasta amparo, pero las “víctima” puede ser que no reciban ninguna compensación ni remedio a su situación.

Es interesante, pues que en materia política se puede coincidir muchas veces en la idea inicial, pero la ejecución puede llevarnos a abismos mayores del que queremos salir. Una ley que introduce mecanismos fuera de principios ya probados, tiene las mayores posibilidades de terminar siendo una tortura para todos los ciudadanos.
Ojo.

De buenas ideas…

Redacción
23 de julio, 2016

Las buenas ideas son opacadas, muchas veces por malas ejecuciones o situaciones externas. Es así que debemos aprender a distinguir entre la buena idea y la mala ejecución. En las decisiones de gobierno y políticas, pasa lo mismo. Una buena idea se termina convirtiendo en un mounstruo verde y furioso por la forma que se ejecuta.

Es así que, por ejemplo, evitar monopolios debe ser un campo de acción para decisiones políticas importantes. La buena idea. El tipo de acciones a tomar es donde el mounstruo se empieza a gestar. Una buena idea es eliminar todos los costos de entrada a un mercado. Esas acciones se pueden hacer desde el gobierno, inmediatamente. Se abren fronteras, se eliminan trámites y requisitos y se eliminan leyes que prohíben o encarecen un producto o servicio.

En esos grupos de acciones tenemos quitar aranceles, permisos de comercialización y directamente prohibiciones de comerciar productos o servicios, como son las cuotas o directamente prohibiciones. En Guatemala, estamos llenos de eso, no nos extrañe que tenemos restricciones en la competencia, que son más gracias a actos de gobierno que pactos privados.

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Cada trámite adicional que se exige por un oficina gubernamental beneficia a los agentes económicos que ya están dentro del sistema y dentro de ellos, beneficia a quienes tienen mayor poder económico y tamaño de mercado, pues son los que mejor podrán diluir esos costos y permanecer activos. Adicionalmente, beneficia a los corruptos que podrán encontrar la forma de resolver el obstáculo por medio de un soborno y a los funcionarios corruptos que podrán extorsionar a quienes entran al sistema con actividades muy al margen.

Tenemos luego un sistema por el cual las partes, los consumidores, los competidores y algunos actores de gobierno pueden entrar en discusiones judiciales sobre si alguno o algunos están realizando actividades contrarias a la competencia. Estos sistemas son de buen diseño, toda vez que permiten revisar caso a caso la situación y permiten que el resto del mercado continúe. Veamos que la justicia es mejor servida cuando no hay actividad alguna de oficinas gubernamentales o jueces y son los que se sienten dañados quienes logran obtener una compensación por lo que sintieron los dañó.

Eso nos lleva a la muy mala idea de contar, siguiendo con el ejemplo, con una oficina de competencia que diga cuando sí y cuando no hay violación de competencia y sancione. La peor idea es cuando las sanciones son administrativas. En Guatemala, este sistema implicará que lleguemos a un tribunal de lo contencioso administrativo, casación y hasta amparo, pero las “víctima” puede ser que no reciban ninguna compensación ni remedio a su situación.

Es interesante, pues que en materia política se puede coincidir muchas veces en la idea inicial, pero la ejecución puede llevarnos a abismos mayores del que queremos salir. Una ley que introduce mecanismos fuera de principios ya probados, tiene las mayores posibilidades de terminar siendo una tortura para todos los ciudadanos.
Ojo.