Hace justamente cuatro semanas se estaba evaluando los primeros seis meses de la administración del presidente Jimmy Morales. Los comentarios eran tanto positivos como negativos. Se veía con buenos ojos los nombramientos en ministerios y secretarías clave. También se aplaudían los logros en seguridad, aunque la percepción sobre el crimen se mantiene. Por otro lado, se le señalaba negativamente al presidente por su falta de liderazgo político y propuesta de agenda legislativa.
A partir de esa evaluación, el Presidente quiso tomar la ofensiva. Luego de seis meses de relativa inmovilidad, en una misma semana Morales presentó dos iniciativas. Por un lado, una reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, la cual tomó, sin agregarle ni un punto ni coma, de las propuestas de diversas organizaciones de la sociedad civil. Un par de días más tarde, y ante las voces que hablaban sobre la necesidad de más recursos para el Estado—incluido el sector privado organizado—Morales cometió quizás uno de los más grandes errores de su administración hasta ahora: hablar de más impuestos sin un diálogo previo.
Si la población le perdonó el aceptar diputados tránsfugas en su bancada FCN-Nación, esta vez casi nadie le perdonará la manera en cómo piensa incrementar la carga tributaria. Para muchos, el impuesto al cemento y la gasolina afectarán más a la clase media urbana, el segmento que con su voto le permitió llegar a la Presidencia.
La propuesta generó una ola de críticas sin precedentes, así como llamados a manifestar nuevamente frente al Palacio. Unos minutos antes de escribir esta columna, pude ver al menos dos videos en los que Morales prometía “no más impuestos”, especialmente durante su primer año de gobierno.
Si bien, se está generando cierto consenso sobre la necesidad de pagar más, Morales desaprovechó una oportunidad de oro para lanzar una reforma fiscal consensuada. Ningún gobierno de la era democrática, a excepción de Pérez Molina que contaba con mayoría en el Legislativo y relativa popularidad, había tenido condiciones tan favorables para realizar una reforma profunda de las finanzas del Estado. La prisa de Jimmy Morales por posicionarse a la ofensiva y en el centro del debate, le llevó a cometer un error estratégico que le podría costar todo su capital político durante los próximos tres años y medio.
Se ven lejanos los días en los que aún una buena cantidad de guatemaltecos defendía la gestión del presidente. Después de la propuesta fiscal, la mayoría de comentarios son negativos, tanto de personas con ideología de derecha, centro e izquierda. Ante esta situación, muchos se preguntan: ¿Cuál será el mayor logro de la presidencia de Jimmy Morales? Al paso que vamos y ante la clara debilidad en la dirección del gobierno, los libros de historia terminarán diciendo que el mayor logro del actual presidente fue no haberse llamado Manuel Antonio Baldizón.
Hace justamente cuatro semanas se estaba evaluando los primeros seis meses de la administración del presidente Jimmy Morales. Los comentarios eran tanto positivos como negativos. Se veía con buenos ojos los nombramientos en ministerios y secretarías clave. También se aplaudían los logros en seguridad, aunque la percepción sobre el crimen se mantiene. Por otro lado, se le señalaba negativamente al presidente por su falta de liderazgo político y propuesta de agenda legislativa.
A partir de esa evaluación, el Presidente quiso tomar la ofensiva. Luego de seis meses de relativa inmovilidad, en una misma semana Morales presentó dos iniciativas. Por un lado, una reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, la cual tomó, sin agregarle ni un punto ni coma, de las propuestas de diversas organizaciones de la sociedad civil. Un par de días más tarde, y ante las voces que hablaban sobre la necesidad de más recursos para el Estado—incluido el sector privado organizado—Morales cometió quizás uno de los más grandes errores de su administración hasta ahora: hablar de más impuestos sin un diálogo previo.
Si la población le perdonó el aceptar diputados tránsfugas en su bancada FCN-Nación, esta vez casi nadie le perdonará la manera en cómo piensa incrementar la carga tributaria. Para muchos, el impuesto al cemento y la gasolina afectarán más a la clase media urbana, el segmento que con su voto le permitió llegar a la Presidencia.
La propuesta generó una ola de críticas sin precedentes, así como llamados a manifestar nuevamente frente al Palacio. Unos minutos antes de escribir esta columna, pude ver al menos dos videos en los que Morales prometía “no más impuestos”, especialmente durante su primer año de gobierno.
Si bien, se está generando cierto consenso sobre la necesidad de pagar más, Morales desaprovechó una oportunidad de oro para lanzar una reforma fiscal consensuada. Ningún gobierno de la era democrática, a excepción de Pérez Molina que contaba con mayoría en el Legislativo y relativa popularidad, había tenido condiciones tan favorables para realizar una reforma profunda de las finanzas del Estado. La prisa de Jimmy Morales por posicionarse a la ofensiva y en el centro del debate, le llevó a cometer un error estratégico que le podría costar todo su capital político durante los próximos tres años y medio.
Se ven lejanos los días en los que aún una buena cantidad de guatemaltecos defendía la gestión del presidente. Después de la propuesta fiscal, la mayoría de comentarios son negativos, tanto de personas con ideología de derecha, centro e izquierda. Ante esta situación, muchos se preguntan: ¿Cuál será el mayor logro de la presidencia de Jimmy Morales? Al paso que vamos y ante la clara debilidad en la dirección del gobierno, los libros de historia terminarán diciendo que el mayor logro del actual presidente fue no haberse llamado Manuel Antonio Baldizón.