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Trompo mareador

María Dolores Arias
01 de agosto, 2016

En la universidad cuando no sabíamos la respuesta a alguna pregunta, solíamos recurrir al “trompo mareador”. El “trompo mareador” era responder sin ser precisos y en el camino ir reconfigurando la respuesta acorde al semblante del profesor. Conforme fuimos avanzando los estudios, el uso del “trompo mareador” se fue haciendo más sofisticado, ya que también lo empleábamos para redactar los trabajos de investigación.

Con el paso del tiempo, también fuimos identificando a profesores que nos “echaban un trompo mareador” para aparentar que sabían y confundirnos aún más. Así que “echar un trompo mareador”, era un recurso que se utilizaba para confundir a quien lo escuchaba o leía.

Pues bien, la noticia de la compra de cinco mil trompos por parte del Ministerio de Cultura y Deportes –Micude- por casi Q90 mil me recuerda a los “trompos mareadores” en varios sentidos.

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Empecemos con el “trompo mareador” de la justificación de los burócratas del ministerio que aseguran que sus “nobles” intenciones son en pro de recuperar el uso de los “juguetes autóctonos tradicionales del país”. ¿Qué objetivo más noble que el de rescatar las “tradiciones autóctonas” que ellos consideran rescatables? ¿Qué mejor uso de los impuestos en tan noble fin? Y además ¿quién mejor que ellos, para decidir quiénes deben ser “beneficiados” con dicho “rescate”?

Otro “trompo mareador” fueron las declaraciones del ministro, ya que al ser cuestionado por esta compra sobrevalorada –Q18 por trompo- aseguró que ya había tomado medidas “severas” en el asunto al remover de sus cargos a quienes realizaron dicha compra. Que además se había cancelado la compra porque se podían conseguir más baratos si eran de madera en lugar de plástico. Es decir, se remueve a personas pero no se cambian los procesos ni priorizan el gasto.

Algo así como, el problema es de personas y no del sistema. El problema es el precio de los trompos y no las funciones del ministerio que le permite repartir trompos y todo aquello que se les ocurra a los burócratas. Hoy son trompos, mañana mochilas que duran semanas, tenis de mala calidad, fertilizantes, bolsas de alimentos, preservativos o lo que la imaginación permita.

La mayoría de estos “trompos mareadores” están respaldados por las múltiples y casi infinitas funciones que tiene el gobierno. Estas diversas funciones del gobierno, le dan la excusa perfecta para, mediante los “trompos mareadores”, gastarse los recursos que nos quitan de nuestros ingresos y en muchas ocasiones quedarse con una buena parte.

Es decir, el “trompo mareador” consiste en hacernos creer que no se trata de una compra superflua; sino de un “rescate” de la cultura “autóctona”. Cultura que es obligación del gobierno proteger.

Otro ejemplo de “trompo mareador” es cuando los burócratas afirman que la compra de maletas de marca reconocida, del Comité Olímpico Guatemalteco, no es un despilfarro, es una necesidad de dotar a la delegación que participará en los Juegos Olímpicos de maletas para su viaje, comodidad, presentación y una mejor uniformidad. Delegación que, por cierto, no incluye a ningún atleta.

Y si de comodidad hablamos, ¿los boletos de la delegación de directivos y administrativos serán en primera clase? ¿El hospedaje será en hoteles de cinco estrellas como mínimo? Recuerde que no es mal gasto, es para representar bien al país. Ejemplos como estos abundan en el despilfarro de los ingresos que nos quitan por medio de los impuestos.

El “trompo mareador” por excelencia es cuando se acerca la discusión del presupuesto y tratan de convencernos de que el problemas está en los ingresos, siempre insuficientes para el politiquero, y nunca en la calidad del gasto. Insisten con vehemencia que se deben aumentar los impuestos para tener más dinero con el cual cubrir las quinimil funciones que convenientemente se han atribuido. Insisten en que no alcanza para hacer todo el bien que prometen ahora sí harán y que año con año escuchamos la misma promesa.

Estas diversas funciones del gobierno le dan la excusa perfecta para, mediante los “trompos mareadores”, gastarse los recursos que nos quitan de nuestros ingresos entre sus financistas y allegados.

El uso del lenguaje “atolitario” en el “trompo mareador” es indispensable. Es por ello que debemos aclararnos las ideas, definir para qué queremos gobierno, cuál es el poder que delegamos a los mandatarios y cuáles son sus limitaciones. Mientras no asumamos la responsabilidad de limitar el gobierno, seguirán los “trompos mareadores” bailándonos en la mente y expoliando nuestros bolsillos.

@Md30
Facebook.com/Mda30

-Las opiniones anteriormente expresadas no representan el pensamiento de este medio de comunicación

Trompo mareador

María Dolores Arias
01 de agosto, 2016

En la universidad cuando no sabíamos la respuesta a alguna pregunta, solíamos recurrir al “trompo mareador”. El “trompo mareador” era responder sin ser precisos y en el camino ir reconfigurando la respuesta acorde al semblante del profesor. Conforme fuimos avanzando los estudios, el uso del “trompo mareador” se fue haciendo más sofisticado, ya que también lo empleábamos para redactar los trabajos de investigación.

Con el paso del tiempo, también fuimos identificando a profesores que nos “echaban un trompo mareador” para aparentar que sabían y confundirnos aún más. Así que “echar un trompo mareador”, era un recurso que se utilizaba para confundir a quien lo escuchaba o leía.

Pues bien, la noticia de la compra de cinco mil trompos por parte del Ministerio de Cultura y Deportes –Micude- por casi Q90 mil me recuerda a los “trompos mareadores” en varios sentidos.

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Empecemos con el “trompo mareador” de la justificación de los burócratas del ministerio que aseguran que sus “nobles” intenciones son en pro de recuperar el uso de los “juguetes autóctonos tradicionales del país”. ¿Qué objetivo más noble que el de rescatar las “tradiciones autóctonas” que ellos consideran rescatables? ¿Qué mejor uso de los impuestos en tan noble fin? Y además ¿quién mejor que ellos, para decidir quiénes deben ser “beneficiados” con dicho “rescate”?

Otro “trompo mareador” fueron las declaraciones del ministro, ya que al ser cuestionado por esta compra sobrevalorada –Q18 por trompo- aseguró que ya había tomado medidas “severas” en el asunto al remover de sus cargos a quienes realizaron dicha compra. Que además se había cancelado la compra porque se podían conseguir más baratos si eran de madera en lugar de plástico. Es decir, se remueve a personas pero no se cambian los procesos ni priorizan el gasto.

Algo así como, el problema es de personas y no del sistema. El problema es el precio de los trompos y no las funciones del ministerio que le permite repartir trompos y todo aquello que se les ocurra a los burócratas. Hoy son trompos, mañana mochilas que duran semanas, tenis de mala calidad, fertilizantes, bolsas de alimentos, preservativos o lo que la imaginación permita.

La mayoría de estos “trompos mareadores” están respaldados por las múltiples y casi infinitas funciones que tiene el gobierno. Estas diversas funciones del gobierno, le dan la excusa perfecta para, mediante los “trompos mareadores”, gastarse los recursos que nos quitan de nuestros ingresos y en muchas ocasiones quedarse con una buena parte.

Es decir, el “trompo mareador” consiste en hacernos creer que no se trata de una compra superflua; sino de un “rescate” de la cultura “autóctona”. Cultura que es obligación del gobierno proteger.

Otro ejemplo de “trompo mareador” es cuando los burócratas afirman que la compra de maletas de marca reconocida, del Comité Olímpico Guatemalteco, no es un despilfarro, es una necesidad de dotar a la delegación que participará en los Juegos Olímpicos de maletas para su viaje, comodidad, presentación y una mejor uniformidad. Delegación que, por cierto, no incluye a ningún atleta.

Y si de comodidad hablamos, ¿los boletos de la delegación de directivos y administrativos serán en primera clase? ¿El hospedaje será en hoteles de cinco estrellas como mínimo? Recuerde que no es mal gasto, es para representar bien al país. Ejemplos como estos abundan en el despilfarro de los ingresos que nos quitan por medio de los impuestos.

El “trompo mareador” por excelencia es cuando se acerca la discusión del presupuesto y tratan de convencernos de que el problemas está en los ingresos, siempre insuficientes para el politiquero, y nunca en la calidad del gasto. Insisten con vehemencia que se deben aumentar los impuestos para tener más dinero con el cual cubrir las quinimil funciones que convenientemente se han atribuido. Insisten en que no alcanza para hacer todo el bien que prometen ahora sí harán y que año con año escuchamos la misma promesa.

Estas diversas funciones del gobierno le dan la excusa perfecta para, mediante los “trompos mareadores”, gastarse los recursos que nos quitan de nuestros ingresos entre sus financistas y allegados.

El uso del lenguaje “atolitario” en el “trompo mareador” es indispensable. Es por ello que debemos aclararnos las ideas, definir para qué queremos gobierno, cuál es el poder que delegamos a los mandatarios y cuáles son sus limitaciones. Mientras no asumamos la responsabilidad de limitar el gobierno, seguirán los “trompos mareadores” bailándonos en la mente y expoliando nuestros bolsillos.

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