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El peluquero que nunca quiso cortarme el pelo

Redacción
19 de agosto, 2016

“¡Bienvenido Champion!”, es el saludo de Reynaldo, el peluquero, cuando me ve entrar a la barbería que frecuento una vez al mes, aproximadamente.
Me encanta platicar. Quienes me conocen lo saben bien. Por eso, en vez de sentarme en silencio y esperar a que me corten el pelo como niño regañado, entablo una conversación. Reynaldo es otro ávido conversador y rápidamente se rompe el hielo que nunca existió y avanzan las palabras a velocidad de la luz. Hablamos del clima, discutimos política, nos quejamos del tráfico, reímos con un par de chistes y seguimos hablando de lo que surja.
Luego de su pregunta y mi respuesta de dónde estudio, a qué me dedico y que quisiera hacer en un futuro, Reynaldo suspira. Da un par de tijerazos. Se detiene y se me queda viendo. Tras un silencio (el más largo de la conversación) me dice: “Yo siempre quise ser vendedor. Cuando era pequeño vendía todo lo que tenía enfrente y siempre fui hábil para convencer a las personas. Mi mamá decía que yo iba a ser un gran vendedor. Pero también tenía otra habilidad: el ciclismo. Siempre me gustó. Mis amigos me decían que sería un gran ciclista. Yo también pensaba eso”.
Ahora el que permanece en silencio soy yo. El sueño de Reynaldo y las tijeras, rasuradora, gel, máquina y peine que tiene en frente no cuadran. ¿Por qué este hombre no esta montado en una bicicleta compitiendo en los Juegos Olímpicos de Río en este momento? ¿Por qué no está vendiendo lavadoras o televisiones en una tienda? ¿O por qué no está vendiendo bicicletas en su propio local?
Quizá sea cierto que en Guatemala los sueños no se hacen realidad, porque las oportunidades caen menos que un aguacero con sol. O tal vez porque el miedo de romper con una estructura de vida “normal” y “cómoda” nos encapsula evitándonos salir en busca de esas oportunidades que no caen. ¿O habrá algo más?
Decido hacer la pregunta más obvia del universo. Pienso que sé la respuesta, pero estoy a punto de equivocarme: “Reynaldo, ¿si quería ser ciclista o vendedor, por qué está cortándome el pelo?”. Tras un par de tijerazos, el peluquero me mira y dibujándosele una gran sonrisa en el rostro me dice: “Porque mi hijo quiere ser arquitecto”.
¿Y que si la privación del sueño de un padre se debe a la ardua lucha por la realización del sueño de un hijo? Esa opción no la había considerado…y parece real.
“Pero no se asuste, champion”, me dice Reynaldo sonriendo, “Que quisiera ser vendedor o ciclista no significa que no me haya convertido en un excelente peluquero” y acto seguido, me alcanza el espejo.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

El peluquero que nunca quiso cortarme el pelo

Redacción
19 de agosto, 2016

“¡Bienvenido Champion!”, es el saludo de Reynaldo, el peluquero, cuando me ve entrar a la barbería que frecuento una vez al mes, aproximadamente.
Me encanta platicar. Quienes me conocen lo saben bien. Por eso, en vez de sentarme en silencio y esperar a que me corten el pelo como niño regañado, entablo una conversación. Reynaldo es otro ávido conversador y rápidamente se rompe el hielo que nunca existió y avanzan las palabras a velocidad de la luz. Hablamos del clima, discutimos política, nos quejamos del tráfico, reímos con un par de chistes y seguimos hablando de lo que surja.
Luego de su pregunta y mi respuesta de dónde estudio, a qué me dedico y que quisiera hacer en un futuro, Reynaldo suspira. Da un par de tijerazos. Se detiene y se me queda viendo. Tras un silencio (el más largo de la conversación) me dice: “Yo siempre quise ser vendedor. Cuando era pequeño vendía todo lo que tenía enfrente y siempre fui hábil para convencer a las personas. Mi mamá decía que yo iba a ser un gran vendedor. Pero también tenía otra habilidad: el ciclismo. Siempre me gustó. Mis amigos me decían que sería un gran ciclista. Yo también pensaba eso”.
Ahora el que permanece en silencio soy yo. El sueño de Reynaldo y las tijeras, rasuradora, gel, máquina y peine que tiene en frente no cuadran. ¿Por qué este hombre no esta montado en una bicicleta compitiendo en los Juegos Olímpicos de Río en este momento? ¿Por qué no está vendiendo lavadoras o televisiones en una tienda? ¿O por qué no está vendiendo bicicletas en su propio local?
Quizá sea cierto que en Guatemala los sueños no se hacen realidad, porque las oportunidades caen menos que un aguacero con sol. O tal vez porque el miedo de romper con una estructura de vida “normal” y “cómoda” nos encapsula evitándonos salir en busca de esas oportunidades que no caen. ¿O habrá algo más?
Decido hacer la pregunta más obvia del universo. Pienso que sé la respuesta, pero estoy a punto de equivocarme: “Reynaldo, ¿si quería ser ciclista o vendedor, por qué está cortándome el pelo?”. Tras un par de tijerazos, el peluquero me mira y dibujándosele una gran sonrisa en el rostro me dice: “Porque mi hijo quiere ser arquitecto”.
¿Y que si la privación del sueño de un padre se debe a la ardua lucha por la realización del sueño de un hijo? Esa opción no la había considerado…y parece real.
“Pero no se asuste, champion”, me dice Reynaldo sonriendo, “Que quisiera ser vendedor o ciclista no significa que no me haya convertido en un excelente peluquero” y acto seguido, me alcanza el espejo.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo