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La hora chapina

Redacción
28 de agosto, 2016

Anteayer asistí al Teatro Nacional a ver el ballet “Carmina Burana”, obra escrita en 1937 por el compositor alemán Carl Orff (1895-1982) e interpretada por el Ballet Nacional de Guatemala. La función estaba programada para iniciar a las 19:00 horas. La obra interesó a muchas personas pues a la hora programada parecía que por lo menos dos terceras partes de los asientos de la Gran Sala Efraín Recinos estaban ocupados. Todos los espectadores esperamos pacientemente, leyendo el programa de mano o platicando entre sí, mientras iniciaba la obra. A las 19:30 horas nos dieron las palabras de bienvenida y luego de un homenaje póstumo al maestro Roberto Castañeda, uno de los fundadores del Ballet Nacional de Guatemala y quien falleció el pasado martes 23 de agosto a los 87 años, la obra inició a las 20:21, 81 minutos más tarde de la hora a la que había sido programada.

Vi a mi alrededor y nadie parecía consternado porque la apertura del evento hubiera iniciado 30 minutos después de la hora programada. Al sonar la campana de la tercera llamada se redujo la intensidad de las luces y los asistentes conformes, dejaron de platicar para escuchar la apertura del evento. Ya todos estamos acostumbrados a que en Guatemala la hora no es la hora; es decir, la hora a la que nos invitan no es la hora a la que un evento o reunión iniciará. En Guatemala se aplica “la hora chapina”, una hora elástica en la cual los eventos inician cuando ya hay suficientes personas a criterio del organizador y no a la hora en que fue convocado. Reconozco que para eventos sociales y familiares – no así para citas de trabajo – también ajusto mi reloj a la hora chapina, tomándome la libertad de empezar a movilizarme para asistir a un evento social a la hora en que debería estar llegando. Mientras escribo esto me doy cuenta de la hipocresía de mis propias acciones: ser puntual para asuntos profesionales pero impuntual para otros asuntos.

Sin embargo, me sentí muy molesto que pasaron 30 minutos antes de la apertura oficial de las cortinas y que la función finalmente iniciara con más de una hora de retraso. Antes de escribir este artículo decidí buscar en Google el término “hora chapina” y para mi sorpresa, Google me mostró muchas referencias, incluyendo una en ‘WikiGuate’, blogs, páginas de Facebook con este nombre y otros artículos escritos en medios locales. Pareciera ser que la “hora chapina” está enraizada en nuestra cultura.

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Pero, ¿qué tiene de malo si todos llegan tarde? No pareciera causar mucho impacto pues ya estamos acostumbrados a eso y nuestro propio ritmo circadiano se ajusta a que nada inicia a tiempo en Guatemala. He estado en una buena cantidad de eventos profesionales a los que he asistido puntualmente y en los que, a pesar que la cita fue convocada a una hora específica, a esa hora ha llegado menos de la mitad de las personas esperadas y se fija un compás de espera para que el salón se llene, a expensas de quienes si llegaron a tiempo. Apenas la semana pasada asistí a un congreso empresarial el cual inició con más de 45 minutos de retraso. Esto es particularmente notorio en actos en donde participan funcionarios públicos. Solo basta recordar que para la ceremonia de traspaso de mando de gobierno la ceremonia inició con más de dos horas de retraso, mientras jefes de Estado, embajadores y funcionarios de los distintos organismos del Estado esperaban y otros arribaban tarde al magno evento. A pocos pareciera importarles; al fin y al cabo, ya estamos acostumbrados.

Escuché que alguien solía decir “ser impuntual es un acto de egoísmo” pues se juega con el tiempo de los demás. Nadie debe tener derecho a decidir como otros valoran y usan su tiempo y la puntualidad es simplemente una actitud de respeto hacia otros. El Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala es de aproximadamente Q500 millardos. Si lo dividimos entre las 2,288 horas laborales al año, pudiéramos estimar que la población económicamente activa (PEA) – aquellos de 15 años o más que trabajan o buscan trabajo – produce aproximadamente de Q36 por hora por persona. Si la Gran Sala del Teatro Nacional de Guatemala tiene capacidad para unas 2,080 personas y estaba ocupado en dos terceras partes, en la función de Carmina Burana del sábado 27 de agosto estaban presentes unas 1,400 personas quienes tuvieron que esperar 81 minutos a que la obra iniciara. Considerando las cifras anteriores, estos 81 minutos tuvieron un costo aproximado de Q68 mil para los asistentes.

En contraposición a la hora chapina, está la “hora inglesa” conocida así porque los británicos son personas muy puntuales y la consideran una virtud. En otros países del mundo, como Estados Unidos, la puntualidad también se considera una virtud. Cuando he tenido la oportunidad de asistir a un evento social en Estados Unidos, sea cena o refacción o de cualquier otra naturaleza, a la hora convocada ya están presentes todos los invitados y a la hora en que se indicó que terminaría el evento, todos los invitados se retiran. Es muy fácil manejar las expectativas en cuanto a tiempo. Cualquier evento, profesional, social o familiar en países en donde se valora la puntualidad iniciará y terminará a tiempo. Al buscar en Internet el término de “hora chapina” encontré que muchas personas escribían que cuando estaban en Estados Unidos o en cualquier país que valora la puntualidad, llegaban puntualmente a cualquier evento pero cuando el evento implicaba a conciudadanos guatemaltecos, el tiempo se volvía elástico.

Algunos dicen que es una “falta de cultura” llegar tarde. La realidad es que es una afirmación de la cultura, en nuestro caso, de la cultura chapina. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “cultura” se define como un “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera”. Desafortunadamente, la hora chapina es parte de la cultura guatemalteca. Pero, ¿podrá modificarse esta cultura? Estoy seguro que sí, y para eso solo hace falta que cada uno esté consciente del impacto que tiene retrasarse y la desconsideración que significa hacer que otros lo esperen. Seguramente el país sería más productivo si todos fuéramos más considerados del tiempo de los demás. El cambio está en uno mismo y por de pronto, lo mismo que hago en mi vida profesional lo aplicaré a mi vida personal y programaré mi tiempo valorando la puntualidad y considerando a los demás. Encontré una cita muy adecuada de un autor desconocido que dice: “Si estás 15 minutos antes has llegado a tiempo. Si llegas a tiempo, llegas tarde y si llegas tarde, no quisiste estar allí.”

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

La hora chapina

Redacción
28 de agosto, 2016

Anteayer asistí al Teatro Nacional a ver el ballet “Carmina Burana”, obra escrita en 1937 por el compositor alemán Carl Orff (1895-1982) e interpretada por el Ballet Nacional de Guatemala. La función estaba programada para iniciar a las 19:00 horas. La obra interesó a muchas personas pues a la hora programada parecía que por lo menos dos terceras partes de los asientos de la Gran Sala Efraín Recinos estaban ocupados. Todos los espectadores esperamos pacientemente, leyendo el programa de mano o platicando entre sí, mientras iniciaba la obra. A las 19:30 horas nos dieron las palabras de bienvenida y luego de un homenaje póstumo al maestro Roberto Castañeda, uno de los fundadores del Ballet Nacional de Guatemala y quien falleció el pasado martes 23 de agosto a los 87 años, la obra inició a las 20:21, 81 minutos más tarde de la hora a la que había sido programada.

Vi a mi alrededor y nadie parecía consternado porque la apertura del evento hubiera iniciado 30 minutos después de la hora programada. Al sonar la campana de la tercera llamada se redujo la intensidad de las luces y los asistentes conformes, dejaron de platicar para escuchar la apertura del evento. Ya todos estamos acostumbrados a que en Guatemala la hora no es la hora; es decir, la hora a la que nos invitan no es la hora a la que un evento o reunión iniciará. En Guatemala se aplica “la hora chapina”, una hora elástica en la cual los eventos inician cuando ya hay suficientes personas a criterio del organizador y no a la hora en que fue convocado. Reconozco que para eventos sociales y familiares – no así para citas de trabajo – también ajusto mi reloj a la hora chapina, tomándome la libertad de empezar a movilizarme para asistir a un evento social a la hora en que debería estar llegando. Mientras escribo esto me doy cuenta de la hipocresía de mis propias acciones: ser puntual para asuntos profesionales pero impuntual para otros asuntos.

Sin embargo, me sentí muy molesto que pasaron 30 minutos antes de la apertura oficial de las cortinas y que la función finalmente iniciara con más de una hora de retraso. Antes de escribir este artículo decidí buscar en Google el término “hora chapina” y para mi sorpresa, Google me mostró muchas referencias, incluyendo una en ‘WikiGuate’, blogs, páginas de Facebook con este nombre y otros artículos escritos en medios locales. Pareciera ser que la “hora chapina” está enraizada en nuestra cultura.

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Pero, ¿qué tiene de malo si todos llegan tarde? No pareciera causar mucho impacto pues ya estamos acostumbrados a eso y nuestro propio ritmo circadiano se ajusta a que nada inicia a tiempo en Guatemala. He estado en una buena cantidad de eventos profesionales a los que he asistido puntualmente y en los que, a pesar que la cita fue convocada a una hora específica, a esa hora ha llegado menos de la mitad de las personas esperadas y se fija un compás de espera para que el salón se llene, a expensas de quienes si llegaron a tiempo. Apenas la semana pasada asistí a un congreso empresarial el cual inició con más de 45 minutos de retraso. Esto es particularmente notorio en actos en donde participan funcionarios públicos. Solo basta recordar que para la ceremonia de traspaso de mando de gobierno la ceremonia inició con más de dos horas de retraso, mientras jefes de Estado, embajadores y funcionarios de los distintos organismos del Estado esperaban y otros arribaban tarde al magno evento. A pocos pareciera importarles; al fin y al cabo, ya estamos acostumbrados.

Escuché que alguien solía decir “ser impuntual es un acto de egoísmo” pues se juega con el tiempo de los demás. Nadie debe tener derecho a decidir como otros valoran y usan su tiempo y la puntualidad es simplemente una actitud de respeto hacia otros. El Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala es de aproximadamente Q500 millardos. Si lo dividimos entre las 2,288 horas laborales al año, pudiéramos estimar que la población económicamente activa (PEA) – aquellos de 15 años o más que trabajan o buscan trabajo – produce aproximadamente de Q36 por hora por persona. Si la Gran Sala del Teatro Nacional de Guatemala tiene capacidad para unas 2,080 personas y estaba ocupado en dos terceras partes, en la función de Carmina Burana del sábado 27 de agosto estaban presentes unas 1,400 personas quienes tuvieron que esperar 81 minutos a que la obra iniciara. Considerando las cifras anteriores, estos 81 minutos tuvieron un costo aproximado de Q68 mil para los asistentes.

En contraposición a la hora chapina, está la “hora inglesa” conocida así porque los británicos son personas muy puntuales y la consideran una virtud. En otros países del mundo, como Estados Unidos, la puntualidad también se considera una virtud. Cuando he tenido la oportunidad de asistir a un evento social en Estados Unidos, sea cena o refacción o de cualquier otra naturaleza, a la hora convocada ya están presentes todos los invitados y a la hora en que se indicó que terminaría el evento, todos los invitados se retiran. Es muy fácil manejar las expectativas en cuanto a tiempo. Cualquier evento, profesional, social o familiar en países en donde se valora la puntualidad iniciará y terminará a tiempo. Al buscar en Internet el término de “hora chapina” encontré que muchas personas escribían que cuando estaban en Estados Unidos o en cualquier país que valora la puntualidad, llegaban puntualmente a cualquier evento pero cuando el evento implicaba a conciudadanos guatemaltecos, el tiempo se volvía elástico.

Algunos dicen que es una “falta de cultura” llegar tarde. La realidad es que es una afirmación de la cultura, en nuestro caso, de la cultura chapina. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “cultura” se define como un “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera”. Desafortunadamente, la hora chapina es parte de la cultura guatemalteca. Pero, ¿podrá modificarse esta cultura? Estoy seguro que sí, y para eso solo hace falta que cada uno esté consciente del impacto que tiene retrasarse y la desconsideración que significa hacer que otros lo esperen. Seguramente el país sería más productivo si todos fuéramos más considerados del tiempo de los demás. El cambio está en uno mismo y por de pronto, lo mismo que hago en mi vida profesional lo aplicaré a mi vida personal y programaré mi tiempo valorando la puntualidad y considerando a los demás. Encontré una cita muy adecuada de un autor desconocido que dice: “Si estás 15 minutos antes has llegado a tiempo. Si llegas a tiempo, llegas tarde y si llegas tarde, no quisiste estar allí.”

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo