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Apasionada por la libertad

Redacción
04 de agosto, 2016

Y un poco obsesiva también. Hasta en los más mínimos detalles. Pienso que la libertad es lo más importante que hay. Si no, veamos los llantos y súplicas que los acusados en el caso “Cooptación del Estado” hicieron frente al Juez Gálvez. Sin embargo, como lo dijo Víctor Frankl, “Nos pueden quitar todo en la vida menos una cosa, la libertad de elegir como reaccionar ante determinada situación. Eso es lo que determina la calidad de vida que vivimos”.

Y es calidad de vida la que queremos todos. Aquella determinada por nuestro propio esfuerzo, con libertad, y no aquella impuesta por alguien más que cree saber qué es lo mejor para mí. Es con libertad que podemos decidir a dónde vamos, con quién estamos, dónde compramos, a quién le hablamos. La situación socioeconómica no impide el ejercicio de la libertad.

Pero nos llevan a creer que libertad es poder manifestar cuando quiera, donde quiera, como quiera. Pero mi libertad termina donde empieza la libertad del otro.

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Algunos no estarán de acuerdo con esta frase. Yo lo veo así: quiero ir de mi casa a mi trabajo, pero hay alguien que decidió bloquear el paso porque no está conforme con algo. Su libertad de protestar, de no estar de acuerdo, de tener su propia opinión, no tiene por qué interferir con mi libertad de llegar de mi casa a mi trabajo. Yo tampoco estoy de acuerdo con muchas cosas. Pero no tengo por qué bloquear el paso de alguien más.

Y es así en todo. Voy en mi carro por una calle y el semáforo tiene luz verde. No puedo pasar porque hay alguien que está bloqueando la intersección. En su afán de avanzar, bloqueó el paso, no llegó antes a su destino y evitó que yo siguiera mi camino. Lo mismo sucede cuando alguien pone sus luces de emergencia orillad o a la banqueta, porque tiene un “su mandado” que hacer allí. Yo no puedo pasar porque van carros en los otros carriles. Debo esperar a que deje de haberlos o a que la persona finalice “su mandado” y se vaya. Voy a un restaurante y resulta que no hay un edulcorante de sobre amarillo, que es el que me gusta. Solo sirven del verde porque ellos decidieron que es más saludable, y ese a mí no me gusta. Se les agradece su preocupación por mi salud pero soy yo la que decide cuál edulcorante quiero usar. Es cuestión de libertad de elección, por lo que elijo no ir más a ese restaurante.

Y trasladamos estos ejemplos, simples e insignificantes en la vida, hacia algo más trascendental. Ahora hay unos que hablan de “seguridad alimentaria”, definido (por ellos) que solo pueden cultivar maíz, frijol, y alguna otra cosa por allí. Los demás productos, como azúcar y palma africana, no se pueden porque ¡son monocultivos! Y éstos no dan esa “seguridad alimentaria” que ellos defienden con recursos internacionales. ¿Dónde está la libertad del agricultor de cultivar lo que quiera? El agricultor es inteligente, sabe cuál producto paga más, gasta menos y le rinde mejor.

Y usa su conocimiento –ancestral- y decide qué quiere cultivar. Pero aquellos que aparentan saber más, lo convencen que no es bueno. ¡Y se genera otra manifestación!

Dice la RAE que “Libertinaje” es desenfreno en las obras o en las palabras. ¡Y qué desenfreno hay en el uso de las palabras que buscan convencer a otros de ceder su libertad de elegir y decidir su propio destino!

Ya no más. Suficiente. Quiero libertad para decidir libremente mi propio destino.

Soy responsable de mis acciones, o falta de ellas. Y quiero lo mismo para todos.

Amo la libertad.

Apasionada por la libertad

Redacción
04 de agosto, 2016

Y un poco obsesiva también. Hasta en los más mínimos detalles. Pienso que la libertad es lo más importante que hay. Si no, veamos los llantos y súplicas que los acusados en el caso “Cooptación del Estado” hicieron frente al Juez Gálvez. Sin embargo, como lo dijo Víctor Frankl, “Nos pueden quitar todo en la vida menos una cosa, la libertad de elegir como reaccionar ante determinada situación. Eso es lo que determina la calidad de vida que vivimos”.

Y es calidad de vida la que queremos todos. Aquella determinada por nuestro propio esfuerzo, con libertad, y no aquella impuesta por alguien más que cree saber qué es lo mejor para mí. Es con libertad que podemos decidir a dónde vamos, con quién estamos, dónde compramos, a quién le hablamos. La situación socioeconómica no impide el ejercicio de la libertad.

Pero nos llevan a creer que libertad es poder manifestar cuando quiera, donde quiera, como quiera. Pero mi libertad termina donde empieza la libertad del otro.

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Algunos no estarán de acuerdo con esta frase. Yo lo veo así: quiero ir de mi casa a mi trabajo, pero hay alguien que decidió bloquear el paso porque no está conforme con algo. Su libertad de protestar, de no estar de acuerdo, de tener su propia opinión, no tiene por qué interferir con mi libertad de llegar de mi casa a mi trabajo. Yo tampoco estoy de acuerdo con muchas cosas. Pero no tengo por qué bloquear el paso de alguien más.

Y es así en todo. Voy en mi carro por una calle y el semáforo tiene luz verde. No puedo pasar porque hay alguien que está bloqueando la intersección. En su afán de avanzar, bloqueó el paso, no llegó antes a su destino y evitó que yo siguiera mi camino. Lo mismo sucede cuando alguien pone sus luces de emergencia orillad o a la banqueta, porque tiene un “su mandado” que hacer allí. Yo no puedo pasar porque van carros en los otros carriles. Debo esperar a que deje de haberlos o a que la persona finalice “su mandado” y se vaya. Voy a un restaurante y resulta que no hay un edulcorante de sobre amarillo, que es el que me gusta. Solo sirven del verde porque ellos decidieron que es más saludable, y ese a mí no me gusta. Se les agradece su preocupación por mi salud pero soy yo la que decide cuál edulcorante quiero usar. Es cuestión de libertad de elección, por lo que elijo no ir más a ese restaurante.

Y trasladamos estos ejemplos, simples e insignificantes en la vida, hacia algo más trascendental. Ahora hay unos que hablan de “seguridad alimentaria”, definido (por ellos) que solo pueden cultivar maíz, frijol, y alguna otra cosa por allí. Los demás productos, como azúcar y palma africana, no se pueden porque ¡son monocultivos! Y éstos no dan esa “seguridad alimentaria” que ellos defienden con recursos internacionales. ¿Dónde está la libertad del agricultor de cultivar lo que quiera? El agricultor es inteligente, sabe cuál producto paga más, gasta menos y le rinde mejor.

Y usa su conocimiento –ancestral- y decide qué quiere cultivar. Pero aquellos que aparentan saber más, lo convencen que no es bueno. ¡Y se genera otra manifestación!

Dice la RAE que “Libertinaje” es desenfreno en las obras o en las palabras. ¡Y qué desenfreno hay en el uso de las palabras que buscan convencer a otros de ceder su libertad de elegir y decidir su propio destino!

Ya no más. Suficiente. Quiero libertad para decidir libremente mi propio destino.

Soy responsable de mis acciones, o falta de ellas. Y quiero lo mismo para todos.

Amo la libertad.