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Tenemos que oír la necesidad de justicia…

José Carlos Ortega
06 de agosto, 2016

Dice el periodista y comunicador, el señor Ismael Cala: “El secreto del buen hablar es saber escuchar”. Cuando un niño empieza a tener relación social, a interactuar con las personas de su entorno, inicia dentro de su ser un deseo de justicia, que alguna vez no se puede explicar de formas sencillas, pues posiblemente será producto de la cantidad valores que le son inculcados, pero también de algo interno, innato, que le dice qué es justo y qué no lo es. Esta necesidad se acrecienta durante la adolescencia, y después se dice que es sano irla disminuyendo.
Nos sentamos a la mesa de Diálogo por la Reforma a la Justicia, y escuchamos a los diferentes grupos hablar sobre cómo se les ha denegado la justicia en diversas situaciones, que van desde lo penal, a poderse defender de una forma justa, que se cumplan sus mínimos derechos, hasta la justicia familiar, civil, comercio, etc. La justicia en Guatemala es cara, y solo los que tienen acceso a ella pueden darse el lujo, “literal”, de acudir a los tribunales a resolver sus diferencias. De hecho, la “amenaza” de recurrir a tribunales hace sopesar a cualquiera sobre los costes y a querer buscar, lo que el dicho popular reza: “más vale un mal acuerdo, que un buen pleito”. La falta de acceso a la justicia no es monopolio de una etnia, género o clase social, es de todos.
En todos los ámbitos las personas huyen a los tribunales, ya sea por los costos, por el miedo a que se pierda lo que es justo porque la ley es demasiado formalista, llena de trampas y recovecos, de sobornos, abogados que alargan y amañan los procesos, tiempos largos y que requieren de las partes permanente vigilancia y presencia, que no se tiene seguridad del final del proceso, etc. El costo no es solo por el acceso a los abogados, es por el tiempo que dura el proceso, y eso es un costo en sí mismo y, por eso también se dice que “justicia lenta, no es justicia”. No hay tribunales a los cuales todos los ciudadanos puedan acudir, ya sea por acceso, idioma, y otros. Tampoco existen fiscalías, presencia policial, investigación y defensa pública. Somos un país sin justicia accesible.
En un sistema de derecho, no legal, hay certeza en la justicia. Yo recurro a la justicia y conforme a la información existente y los hechos, el juzgador, ya sea juez o un ente colegiado, como jurados o salas, van a fallar conforme al derecho, conforme a la jurisprudencia. No se inventan las condenas.
En la búsqueda de esa universalidad de justicia se buscan soluciones orientadas al problema, “nos casamos con el problema”. Como nos enfocamos en el problema y no en las causas, las soluciones hacen más complicado el acceso a la justicia porque la hacen dependiente a que aquel Estado, que quiere ser fuerte y grande, pero que en realidad es raquítico y lleno de intereses y corrupciones.
El acceso a la justicia es un derecho fundamental. Proteger la vida, la libertad, la propiedad y la familia debe ser la prioridad vital del Estado, pues proteger los derechos individuales de uno, es el primer interés comunal y general. No hay forma más importante de priorizar que asignarle recursos. El presupuesto nacional debe reflejar el interés en temas de justicia asignando las cantidades suficientes para que la justicia pueda llegar a todos.
Pero, en esa búsqueda de la justicia para todos, y tratando de eliminar las diferencias, obvias entre personas, se buscan soluciones que únicamente encarecerán los procesos, los pondrán más lentos, y finalmente no eliminarán la falta de acceso a la justicia de forma universal.
La búsqueda de la solución de conflictos en juzgados de paz, alejadas de formalismos, donde la persona pueda buscar justicia alejada de vericuetos y memoriales, inclusive prescindiendo de un abogado, debe ser primordial en la reforma a la justicia. Hacer extensiva la justicia para todos es uno de los pilares de la paz, de solucionar conflictos antes de que estos se exacerben o se hagan mayores y una fuente esencial para eliminar resentimientos. Los juzgados de paz deben ser el primer recurso para buscar justicia y eliminar la impunidad en este país.
Además, respetar el derecho consuetudinario, y otros métodos alternativos de solución de conflictos es una forma económicamente viable para universalizar la justicia. Envés de buscar soluciones complicadas en su echar a andar y su viabilidad financiera, debemos innovar y ver hacia los lugares donde sí funciona la justicia.
TRIBUTO
En meu melhor portuñol eu quero parabenizar o grande povo brasileiro, que por sua hospitalidade sinto ser parte minha. Faiz alguns anhos atrás que juntamente com a família Merchor, eu olhaba na inauguraçao dos jogos olímpicos en meu amado Sao Paulo. Eu ficaba temporariamente na sua casa, como uma troca porque seu filho mais velho residia e estudaba na Guatemala. Don Romeu e Donna Dircee foram os melhores anfitrioes e receberme como um filho. Don Romeu, como bom brasileiro com ascendencia italiana queixouse que o Brasil nao estava preparado para fazer umos jogos olímpicos. Muitos anhos depois, Rio do Janheiro e Brasil é um grande anfitriao. Don Romeu e Donna Dircee já nao estao mais entre nós, pero seus 4 filhos sim, e muitos mais amigos, e eu felicitoos porque o início já é grande, o reflecte toda sua história, cultura e vontade. Parabens amigos: Robson, Marcio, Marcos, Juninho, Volker, Tanya, Augusta, Myriam, Rubens, e mais…

Tenemos que oír la necesidad de justicia…

José Carlos Ortega
06 de agosto, 2016

Dice el periodista y comunicador, el señor Ismael Cala: “El secreto del buen hablar es saber escuchar”. Cuando un niño empieza a tener relación social, a interactuar con las personas de su entorno, inicia dentro de su ser un deseo de justicia, que alguna vez no se puede explicar de formas sencillas, pues posiblemente será producto de la cantidad valores que le son inculcados, pero también de algo interno, innato, que le dice qué es justo y qué no lo es. Esta necesidad se acrecienta durante la adolescencia, y después se dice que es sano irla disminuyendo.
Nos sentamos a la mesa de Diálogo por la Reforma a la Justicia, y escuchamos a los diferentes grupos hablar sobre cómo se les ha denegado la justicia en diversas situaciones, que van desde lo penal, a poderse defender de una forma justa, que se cumplan sus mínimos derechos, hasta la justicia familiar, civil, comercio, etc. La justicia en Guatemala es cara, y solo los que tienen acceso a ella pueden darse el lujo, “literal”, de acudir a los tribunales a resolver sus diferencias. De hecho, la “amenaza” de recurrir a tribunales hace sopesar a cualquiera sobre los costes y a querer buscar, lo que el dicho popular reza: “más vale un mal acuerdo, que un buen pleito”. La falta de acceso a la justicia no es monopolio de una etnia, género o clase social, es de todos.
En todos los ámbitos las personas huyen a los tribunales, ya sea por los costos, por el miedo a que se pierda lo que es justo porque la ley es demasiado formalista, llena de trampas y recovecos, de sobornos, abogados que alargan y amañan los procesos, tiempos largos y que requieren de las partes permanente vigilancia y presencia, que no se tiene seguridad del final del proceso, etc. El costo no es solo por el acceso a los abogados, es por el tiempo que dura el proceso, y eso es un costo en sí mismo y, por eso también se dice que “justicia lenta, no es justicia”. No hay tribunales a los cuales todos los ciudadanos puedan acudir, ya sea por acceso, idioma, y otros. Tampoco existen fiscalías, presencia policial, investigación y defensa pública. Somos un país sin justicia accesible.
En un sistema de derecho, no legal, hay certeza en la justicia. Yo recurro a la justicia y conforme a la información existente y los hechos, el juzgador, ya sea juez o un ente colegiado, como jurados o salas, van a fallar conforme al derecho, conforme a la jurisprudencia. No se inventan las condenas.
En la búsqueda de esa universalidad de justicia se buscan soluciones orientadas al problema, “nos casamos con el problema”. Como nos enfocamos en el problema y no en las causas, las soluciones hacen más complicado el acceso a la justicia porque la hacen dependiente a que aquel Estado, que quiere ser fuerte y grande, pero que en realidad es raquítico y lleno de intereses y corrupciones.
El acceso a la justicia es un derecho fundamental. Proteger la vida, la libertad, la propiedad y la familia debe ser la prioridad vital del Estado, pues proteger los derechos individuales de uno, es el primer interés comunal y general. No hay forma más importante de priorizar que asignarle recursos. El presupuesto nacional debe reflejar el interés en temas de justicia asignando las cantidades suficientes para que la justicia pueda llegar a todos.
Pero, en esa búsqueda de la justicia para todos, y tratando de eliminar las diferencias, obvias entre personas, se buscan soluciones que únicamente encarecerán los procesos, los pondrán más lentos, y finalmente no eliminarán la falta de acceso a la justicia de forma universal.
La búsqueda de la solución de conflictos en juzgados de paz, alejadas de formalismos, donde la persona pueda buscar justicia alejada de vericuetos y memoriales, inclusive prescindiendo de un abogado, debe ser primordial en la reforma a la justicia. Hacer extensiva la justicia para todos es uno de los pilares de la paz, de solucionar conflictos antes de que estos se exacerben o se hagan mayores y una fuente esencial para eliminar resentimientos. Los juzgados de paz deben ser el primer recurso para buscar justicia y eliminar la impunidad en este país.
Además, respetar el derecho consuetudinario, y otros métodos alternativos de solución de conflictos es una forma económicamente viable para universalizar la justicia. Envés de buscar soluciones complicadas en su echar a andar y su viabilidad financiera, debemos innovar y ver hacia los lugares donde sí funciona la justicia.
TRIBUTO
En meu melhor portuñol eu quero parabenizar o grande povo brasileiro, que por sua hospitalidade sinto ser parte minha. Faiz alguns anhos atrás que juntamente com a família Merchor, eu olhaba na inauguraçao dos jogos olímpicos en meu amado Sao Paulo. Eu ficaba temporariamente na sua casa, como uma troca porque seu filho mais velho residia e estudaba na Guatemala. Don Romeu e Donna Dircee foram os melhores anfitrioes e receberme como um filho. Don Romeu, como bom brasileiro com ascendencia italiana queixouse que o Brasil nao estava preparado para fazer umos jogos olímpicos. Muitos anhos depois, Rio do Janheiro e Brasil é um grande anfitriao. Don Romeu e Donna Dircee já nao estao mais entre nós, pero seus 4 filhos sim, e muitos mais amigos, e eu felicitoos porque o início já é grande, o reflecte toda sua história, cultura e vontade. Parabens amigos: Robson, Marcio, Marcos, Juninho, Volker, Tanya, Augusta, Myriam, Rubens, e mais…