Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Deseos de olvido

Redacción
11 de septiembre, 2016

El recuerdo es lo más agrio y horroroso. Preferirías en ese entonces olvidar, que tus sentidos caigan en un sueño profundo para que tus heridas empiecen a sanar.
Pasarán los días, las semanas y los años. Tu cabeza va a pedirte un día que te detengas, que lo pares todo y que sigas adelante. Pero cada que te asomes a una venta de ropa recordaras que no te gustan ni las faldas, ni los vestidos, ni los shorts.

Revivirás malos recuerdos cada que te digan que vayas por aquel trago que hace tiempo no has ido a buscar. Te preguntarán y se preguntarán también ellos en dónde has dejado a la loca, a la astuta, a la impertinente. Algunos pocos te recordarán en aquella noche oscura con aquel vestido negro, con los labios rojos y el pelo recién “salón toda la tarde” y pensarán que te has vuelto una mojigata creyente. Algunos otros te recordarán de tacones a diario, de pantalones pegados y blusas con escotes en los hombros.

Muy pocos -solo los íntimos- sabrán que hace tiempo ya que no crees en nada. Que los viernes en la noche no te caben en el pecho y que los pasas con dos pastillas para dormir, porque una, ya no hace nada. Que quisieras no estar vestida con tu cuerpo, no llevarte como uniforme diario. Si supieran que muchas veces te has arañado la piel, como queriendo arrancarla. Que ese vestido negro no volvió jamás a tu armario y que el pinta labios rojo lo tiraste junto al negro, el fucsia, el vino tinto y el rosa. Que tus sueños de ser maquillista y estilista se murieron junto a tu pelo aquel día que decidiste “que me quede corto cual varón”. Que ya no vas al gimnasio, ni usas escotes y que ya no ríes con nadie más con tu madre, con tu pobre madre que ya no sabe que pastel cocinar para animarte.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Aquella noche, morena, aquella noche de luna llena y amigas, te tomaste uno que otro traguito. Gin con tónica y dos rodajitas de naranja, para ser exactos. Era una noche templada, de primavera. El sol se había escondido horas atrás. Él te estaba viendo. De hecho, te estuvo viendo mucho tiempo. Controlaba tus pasos, te seguía la huella. Al encontrar el momento oportuno, te llevo dos tragos con una mezcla de droguitas estimulantes y de lo demás ya ni te acuerdas, ya no tuviste control.

Lo que más dolió, preciosa, fue escuchar a la tía Martita -al enterarse- diciéndole a su esposo que “siempre se ha pasado de coqueta, eso le pasa”.

Pocos sabrán que ese vestido negro nunca volvió a estar colgado entre tus favoritos en el armario, porque esa noche y junto a aquel vestido te lo han quitado todo. Ya no te sientes loca, ni astuta, ni impertinente. Ya no te gusta ponerte linda, ni maquillarte. Ya no te gusta ser mujer. Y aprendiste que el recuerdo es lo más agrio y horroroso. Preferirías en ese entonces olvidar.

Deseos de olvido

Redacción
11 de septiembre, 2016

El recuerdo es lo más agrio y horroroso. Preferirías en ese entonces olvidar, que tus sentidos caigan en un sueño profundo para que tus heridas empiecen a sanar.
Pasarán los días, las semanas y los años. Tu cabeza va a pedirte un día que te detengas, que lo pares todo y que sigas adelante. Pero cada que te asomes a una venta de ropa recordaras que no te gustan ni las faldas, ni los vestidos, ni los shorts.

Revivirás malos recuerdos cada que te digan que vayas por aquel trago que hace tiempo no has ido a buscar. Te preguntarán y se preguntarán también ellos en dónde has dejado a la loca, a la astuta, a la impertinente. Algunos pocos te recordarán en aquella noche oscura con aquel vestido negro, con los labios rojos y el pelo recién “salón toda la tarde” y pensarán que te has vuelto una mojigata creyente. Algunos otros te recordarán de tacones a diario, de pantalones pegados y blusas con escotes en los hombros.

Muy pocos -solo los íntimos- sabrán que hace tiempo ya que no crees en nada. Que los viernes en la noche no te caben en el pecho y que los pasas con dos pastillas para dormir, porque una, ya no hace nada. Que quisieras no estar vestida con tu cuerpo, no llevarte como uniforme diario. Si supieran que muchas veces te has arañado la piel, como queriendo arrancarla. Que ese vestido negro no volvió jamás a tu armario y que el pinta labios rojo lo tiraste junto al negro, el fucsia, el vino tinto y el rosa. Que tus sueños de ser maquillista y estilista se murieron junto a tu pelo aquel día que decidiste “que me quede corto cual varón”. Que ya no vas al gimnasio, ni usas escotes y que ya no ríes con nadie más con tu madre, con tu pobre madre que ya no sabe que pastel cocinar para animarte.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Aquella noche, morena, aquella noche de luna llena y amigas, te tomaste uno que otro traguito. Gin con tónica y dos rodajitas de naranja, para ser exactos. Era una noche templada, de primavera. El sol se había escondido horas atrás. Él te estaba viendo. De hecho, te estuvo viendo mucho tiempo. Controlaba tus pasos, te seguía la huella. Al encontrar el momento oportuno, te llevo dos tragos con una mezcla de droguitas estimulantes y de lo demás ya ni te acuerdas, ya no tuviste control.

Lo que más dolió, preciosa, fue escuchar a la tía Martita -al enterarse- diciéndole a su esposo que “siempre se ha pasado de coqueta, eso le pasa”.

Pocos sabrán que ese vestido negro nunca volvió a estar colgado entre tus favoritos en el armario, porque esa noche y junto a aquel vestido te lo han quitado todo. Ya no te sientes loca, ni astuta, ni impertinente. Ya no te gusta ponerte linda, ni maquillarte. Ya no te gusta ser mujer. Y aprendiste que el recuerdo es lo más agrio y horroroso. Preferirías en ese entonces olvidar.