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Una celebración de todos los días

Redacción
14 de septiembre, 2016

Como país, tenemos muchísimos pendientes. Aún no hemos alcanzado la reconciliación nacional que sane las heridas que dejó el largo conflicto armado, a pesar de que firmamos la paz hace 20 años. Como sociedad, cargamos con este gran peso del pasado y hemos caído en el círculo vicioso del revanchismo. Por aparte, todos hemos sido testigos de cómo nuestro pueblo ha sido saqueado de una manera imperdonable debido a los altos niveles de corrupción e impunidad. Los síntomas que hoy vivimos son desabastos en la red hospitalaria, insuficiencia de recursos para abatir la desnutrición crónica, carencias en nuestro sistema de educación entre muchos otros. Debemos luchar y trabajar por un sistema donde prevalezca una cultura de construcción, dignidad, armonía y respeto. Un ingrediente fundamental de esa convivencia humana es tener una permanente apertura al diálogo. Los guatemaltecos debemos reconocer que el barco de Guatemala se hunde o flota según sean nuestras acciones, no solo cumpliendo con nuestros deberes ciudadanos y las leyes vigentes, sino además aportando a tapar esos hoyos que hunden nuestro barco.

Tristemente, nuestra Guatemala está llena de contrastes y mundos paralelos. Mientras a unos les cae encima el único techo que tenían para resguardarse, un grupo de contrabandistas se organizan para, no solo bloquear los ingresos de una aduana, sino también desafiar a la ley secuestrando a un grupo de policías y de personal de la SAT que estaban haciéndole frente a sus obligaciones. Esto es el colmo de los colmos, un ejemplo de cómo los patos le tiran a las escopetas en un país donde la ley no se respeta. A mi criterio, no podemos estar orgullosos de lo que hemos logrado desde que nuestros próceres nos declararon independientes.

Los guatemaltecos no nos hemos tomado el tiempo necesario para dialogar sobre cómo resolver los pendientes que tenemos para construir la nación que soñamos. Debemos intercambiar prismas y tratar de visualizar el país que tenemos hoy y el país que queremos mañana desde la óptica de nuestros conciudadanos. Para ello tenemos diálogos pendientes entre lo urbano y lo rural, las mujeres y los hombres, la rica diversidad étnica, el sector formal e informal, el sector público y privado, los sindicatos y el gobierno, y las múltiples expresiones de sociedad civil, entre muchos otros.

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La importancia del diálogo no puede ser subestimada. El diálogo es una herramienta invaluable para definir objetivos y metas comunes, establecer acciones concretas que definan la hoja de ruta que el país necesita. Hoy ya están puestas sobre la mesa propuestas de acción desde una infinidad de actores, pero esas acciones no conforman un plan integral y cohesivo. Es importante que comprendamos que únicamente a través de nuestro involucramiento activo en diálogos permanentes, en la toma de decisiones, fiscalización de procesos y evaluación de proyectos innovadores, lograremos cambiar la situación y alcanzar esa nación libre, soberana e independiente que hace 195 años los padres de la patria soñaron.

Todos somos responsables de la transformación de nuestro país. Este 15 de septiembre, los invito a celebrar a los servidores públicos honestos y a quienes dedican su vida al servicio de nuestra patria. Además, celebremos a todos aquellos que cumplen sus responsabilidades ciudadanas, pero especialmente a quienes le dedican su tiempo al voluntariado y a la búsqueda de un mejor país. Quiero también exhortarlos a que nos comprometamos a dejarle a nuestros hijos un país del que verdaderamente puedan sentirse orgullosos. Que un día puedan levantar la frente y afirmar que sus padres lucharon un día por esa patria digna y que nos ofrece oportunidades a todos. ¡Celebremos a nuestro país todos los días y no solo hoy!

www.salvadorpaiz.com
@salva_paiz

Una celebración de todos los días

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14 de septiembre, 2016

Como país, tenemos muchísimos pendientes. Aún no hemos alcanzado la reconciliación nacional que sane las heridas que dejó el largo conflicto armado, a pesar de que firmamos la paz hace 20 años. Como sociedad, cargamos con este gran peso del pasado y hemos caído en el círculo vicioso del revanchismo. Por aparte, todos hemos sido testigos de cómo nuestro pueblo ha sido saqueado de una manera imperdonable debido a los altos niveles de corrupción e impunidad. Los síntomas que hoy vivimos son desabastos en la red hospitalaria, insuficiencia de recursos para abatir la desnutrición crónica, carencias en nuestro sistema de educación entre muchos otros. Debemos luchar y trabajar por un sistema donde prevalezca una cultura de construcción, dignidad, armonía y respeto. Un ingrediente fundamental de esa convivencia humana es tener una permanente apertura al diálogo. Los guatemaltecos debemos reconocer que el barco de Guatemala se hunde o flota según sean nuestras acciones, no solo cumpliendo con nuestros deberes ciudadanos y las leyes vigentes, sino además aportando a tapar esos hoyos que hunden nuestro barco.

Tristemente, nuestra Guatemala está llena de contrastes y mundos paralelos. Mientras a unos les cae encima el único techo que tenían para resguardarse, un grupo de contrabandistas se organizan para, no solo bloquear los ingresos de una aduana, sino también desafiar a la ley secuestrando a un grupo de policías y de personal de la SAT que estaban haciéndole frente a sus obligaciones. Esto es el colmo de los colmos, un ejemplo de cómo los patos le tiran a las escopetas en un país donde la ley no se respeta. A mi criterio, no podemos estar orgullosos de lo que hemos logrado desde que nuestros próceres nos declararon independientes.

Los guatemaltecos no nos hemos tomado el tiempo necesario para dialogar sobre cómo resolver los pendientes que tenemos para construir la nación que soñamos. Debemos intercambiar prismas y tratar de visualizar el país que tenemos hoy y el país que queremos mañana desde la óptica de nuestros conciudadanos. Para ello tenemos diálogos pendientes entre lo urbano y lo rural, las mujeres y los hombres, la rica diversidad étnica, el sector formal e informal, el sector público y privado, los sindicatos y el gobierno, y las múltiples expresiones de sociedad civil, entre muchos otros.

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Todos somos responsables de la transformación de nuestro país. Este 15 de septiembre, los invito a celebrar a los servidores públicos honestos y a quienes dedican su vida al servicio de nuestra patria. Además, celebremos a todos aquellos que cumplen sus responsabilidades ciudadanas, pero especialmente a quienes le dedican su tiempo al voluntariado y a la búsqueda de un mejor país. Quiero también exhortarlos a que nos comprometamos a dejarle a nuestros hijos un país del que verdaderamente puedan sentirse orgullosos. Que un día puedan levantar la frente y afirmar que sus padres lucharon un día por esa patria digna y que nos ofrece oportunidades a todos. ¡Celebremos a nuestro país todos los días y no solo hoy!

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