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El Gobierno de Dios

José Carlos Ortega
03 de septiembre, 2016

No pretendo hoy insinuar cuál es el verdadero gobierno de Dios, o proponer algunos de los principios que revelan cómo debe ser el gobierno de Dios. Hoy quiero referirme a esa necesidad de muchas personas, creyentes o no, y de grupos enteros de la sociedad en querer responsabilizar al gobierno de atribuciones que no le corresponden.
Hay un intento, en esta primavera que se está volviendo invierno lluvioso, con un fenómeno de La Niña de por medio, de querer diseñar todo lo que está malo, y en ese sentido, realizar reformas a todo, para terminar con el sistema corrupto, despótico, de privilegios, corporativista, monetarista, machista, clasista, cleptocrático, neoliberal, etc.
Es un sentimiento muy a lo “Revolución Francesa”, que quiere rediseñar todo, para darle un nuevo comienzo a todo, para limpiar la mesa, empezar de cero, para no sentirse contaminado de nada del pasado. Eso necesariamente indica que todo lo que se ha realizado hasta la época está o funciona mal, no se rescata ningún logro de nadie. El sentimiento es válido en cuanto el Estado no responde a las necesidades de la población, y la ciudadanía manifiesta cansancio, hartazgo, poca tolerancia, necesidad de rescate, de cambio. En esta búsqueda, y ante los espacios de diálogo abiertos, tanto formales como los diálogos de reformas, como informales a través de las redes sociales, pretende que el Estado resuelva todo, instantáneamente, sin importar ni el tiempo, ni los recursos económicos, materiales y exigiendo una pulcritud divina en todos los actores – ya no queremos gobernantes temporales, queremos hombresmujeres-dioses perfectos que resuelven todo.
La Revolución Francesa tuvo logros importantes, pero en su fase inicial, la coyuntural de la época fue un terrible fracaso. Terminó decapitando a todos sus líderes en esa fase “robesperriana”, en la espera de ese hombre-dios, perfecto, sin mácula, sin pecado original… Y más terrible aún, termina en manos del monarca semi-dios Napoleón, que llevará a Francia al orden, y a una nueva época de guerra europea que derivará en muerte, destrucción y pobreza. Otro fracaso, menos difundido, pero que perdura, fue la instauración de la semana de 10 días, que debe volver a la semana como siempre ha sido, de siete días.
El error de querer rediseñar todo se filtra en muchas de las instituciones del Estado, pero sobre todo en la sociedad civil organizada, que enfocada en los grandes problemas que nos aquejan, diseña soluciones de rescate, muchas de ellas centradas en atribuir más funciones al Estado que ni puede, ni tiene con qué. Entonces, el Estado debe pagar la campaña electoral de todos los partidos, dar asesoría legal gratuita para todo tipo de problema legal de cualquier guatemalteco, curar males que no corresponden a la medicina tradicional que responde al método científico, pagar educación en diversos temas a una juventud en temas que ni los padres, ni los jóvenes, y que no corresponden a funciones del Estado, de crear “carreras” burocráticas en diversas instituciones, etc.
Hay una fuerte discusión de crear la “carrera judicial” en el Organismo Judicial, otra en el Ministerio Público, una más en el Instituto de la Defensa Pública Penal, y creo que también en el INACIF. Si existiera la necesidad de crear, habría que hacerla lo suficientemente inclusiva para que sirva a las personas que puedan estar en cualquiera de las instituciones del Estado y no tan solo en una. Pero contradictoriamente, en el análisis de la encargada de la PDH en materia de salud, encontraba como gran problema la permanencia del mismo grupo de burócratas, desde médicos hasta encargados de limpieza, sin posibilidad de rotación o remoción.
Si tan solo, cada vez que alguien sugiera una de esas soluciones, diera también la idea real, pragmática, de cuánto va a costar y de dónde va a sacar los recursos, y si se pudiera, qué va aportar ese sugerente a tan maravillosas ideas, tal vez podríamos ahorrarnos algunos tiempos para ponernos de acuerdo. En algunos casos, la imposibilidad de llevarlas a la práctica debiera ser motivo suficiente para no seguir con la propuesta. El gobierno no puede sustituir a Dios, cualquiera sea la idea que tengamos de Él – o no-, no puede hacer todo lo que es responsabilidad de los individuos, de las otras instituciones no gubernamentales como la familia, la iglesia, la comunidad. El gobierno no tiene los recursos de Dios, está administrada por personas, que tienen defectos, tendencias al mal, y nunca va a funcionar de forma perfecta. La sustitución de mis responsabilidades a responsabilidades del gobierno es endilgarle la calidad de Dios, y para los creyentes es idolatría, y para los no creyentes, la creencia de un dios…
Guatemala necesita cambios, ¡sí! Varios sectores estamos trabajando en ellos, ¡sí! Podríamos empezar, y perdonen que me ponga muy matemático, pero si nos recordáramos de las fracciones, y para sumar, primero sacáramos el Mínimo Común Denominador, es decir, si nos pusiéramos de acuerdo en los mínimos que sí nos son comunes, esta nuestra revolución o reforma, sí caminaría con viabilidad.
@josekrlos

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

El Gobierno de Dios

José Carlos Ortega
03 de septiembre, 2016

No pretendo hoy insinuar cuál es el verdadero gobierno de Dios, o proponer algunos de los principios que revelan cómo debe ser el gobierno de Dios. Hoy quiero referirme a esa necesidad de muchas personas, creyentes o no, y de grupos enteros de la sociedad en querer responsabilizar al gobierno de atribuciones que no le corresponden.
Hay un intento, en esta primavera que se está volviendo invierno lluvioso, con un fenómeno de La Niña de por medio, de querer diseñar todo lo que está malo, y en ese sentido, realizar reformas a todo, para terminar con el sistema corrupto, despótico, de privilegios, corporativista, monetarista, machista, clasista, cleptocrático, neoliberal, etc.
Es un sentimiento muy a lo “Revolución Francesa”, que quiere rediseñar todo, para darle un nuevo comienzo a todo, para limpiar la mesa, empezar de cero, para no sentirse contaminado de nada del pasado. Eso necesariamente indica que todo lo que se ha realizado hasta la época está o funciona mal, no se rescata ningún logro de nadie. El sentimiento es válido en cuanto el Estado no responde a las necesidades de la población, y la ciudadanía manifiesta cansancio, hartazgo, poca tolerancia, necesidad de rescate, de cambio. En esta búsqueda, y ante los espacios de diálogo abiertos, tanto formales como los diálogos de reformas, como informales a través de las redes sociales, pretende que el Estado resuelva todo, instantáneamente, sin importar ni el tiempo, ni los recursos económicos, materiales y exigiendo una pulcritud divina en todos los actores – ya no queremos gobernantes temporales, queremos hombresmujeres-dioses perfectos que resuelven todo.
La Revolución Francesa tuvo logros importantes, pero en su fase inicial, la coyuntural de la época fue un terrible fracaso. Terminó decapitando a todos sus líderes en esa fase “robesperriana”, en la espera de ese hombre-dios, perfecto, sin mácula, sin pecado original… Y más terrible aún, termina en manos del monarca semi-dios Napoleón, que llevará a Francia al orden, y a una nueva época de guerra europea que derivará en muerte, destrucción y pobreza. Otro fracaso, menos difundido, pero que perdura, fue la instauración de la semana de 10 días, que debe volver a la semana como siempre ha sido, de siete días.
El error de querer rediseñar todo se filtra en muchas de las instituciones del Estado, pero sobre todo en la sociedad civil organizada, que enfocada en los grandes problemas que nos aquejan, diseña soluciones de rescate, muchas de ellas centradas en atribuir más funciones al Estado que ni puede, ni tiene con qué. Entonces, el Estado debe pagar la campaña electoral de todos los partidos, dar asesoría legal gratuita para todo tipo de problema legal de cualquier guatemalteco, curar males que no corresponden a la medicina tradicional que responde al método científico, pagar educación en diversos temas a una juventud en temas que ni los padres, ni los jóvenes, y que no corresponden a funciones del Estado, de crear “carreras” burocráticas en diversas instituciones, etc.
Hay una fuerte discusión de crear la “carrera judicial” en el Organismo Judicial, otra en el Ministerio Público, una más en el Instituto de la Defensa Pública Penal, y creo que también en el INACIF. Si existiera la necesidad de crear, habría que hacerla lo suficientemente inclusiva para que sirva a las personas que puedan estar en cualquiera de las instituciones del Estado y no tan solo en una. Pero contradictoriamente, en el análisis de la encargada de la PDH en materia de salud, encontraba como gran problema la permanencia del mismo grupo de burócratas, desde médicos hasta encargados de limpieza, sin posibilidad de rotación o remoción.
Si tan solo, cada vez que alguien sugiera una de esas soluciones, diera también la idea real, pragmática, de cuánto va a costar y de dónde va a sacar los recursos, y si se pudiera, qué va aportar ese sugerente a tan maravillosas ideas, tal vez podríamos ahorrarnos algunos tiempos para ponernos de acuerdo. En algunos casos, la imposibilidad de llevarlas a la práctica debiera ser motivo suficiente para no seguir con la propuesta. El gobierno no puede sustituir a Dios, cualquiera sea la idea que tengamos de Él – o no-, no puede hacer todo lo que es responsabilidad de los individuos, de las otras instituciones no gubernamentales como la familia, la iglesia, la comunidad. El gobierno no tiene los recursos de Dios, está administrada por personas, que tienen defectos, tendencias al mal, y nunca va a funcionar de forma perfecta. La sustitución de mis responsabilidades a responsabilidades del gobierno es endilgarle la calidad de Dios, y para los creyentes es idolatría, y para los no creyentes, la creencia de un dios…
Guatemala necesita cambios, ¡sí! Varios sectores estamos trabajando en ellos, ¡sí! Podríamos empezar, y perdonen que me ponga muy matemático, pero si nos recordáramos de las fracciones, y para sumar, primero sacáramos el Mínimo Común Denominador, es decir, si nos pusiéramos de acuerdo en los mínimos que sí nos son comunes, esta nuestra revolución o reforma, sí caminaría con viabilidad.
@josekrlos

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