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La corrupción es un hongo

Carmen Camey
14 de noviembre, 2017

La corrupción se esparce como los hongos: rápidamente y por la superficie. La metáfora me la dio Hannah Arendt, pero en Guatemala se aplica a la perfección. Lo salpica todo con su suciedad, mancha casi todos los recovecos de nuestra sociedad. Ahora, gracias a Dios, eso está cambiando. Poco a poco los chapines hemos ido cayendo en la cuenta de que no podíamos seguir como estábamos, y es que estábamos muy mal. Seguimos estándolo, pero vamos mejorando.

Ahora bien, una vez que miramos hacia el estado de total corrupción en la que se encontraban todas las instituciones del Estado, muchas de las empresas e instituciones, y muchas personas individuales, existe una tentación. Es la tentación del “agente impoluto”. Impoluto porque se cree que algunas organizaciones o sectores de la sociedad se han mantenido inmaculados frente a la corrupción generalizada que atacaba al resto de la sociedad. El ejemplo insignia de esta tentación son las oenegés, como siempre, con sus excepciones. Ahora han decidido salir a la batalla pública como defensoras de sea lo que sea que defienden y además se han adjudicado lo conseguido en los últimos años de lucha contra la corrupción.

Los objetivos de las oenegés son siempre maravillosos. En papel. “Lograr que los estados cumplan sus obligaciones y protejan a sus ciudadanos. Para eso denuncian a los grupos poderosos del sector público y privado que no cumplen con las leyes, y eventualmente actúan en instancias legales para evitar los abusos contra la ciudadanía”. Así argumentaba un medio a favor de ellas y en contra de que se les fiscalice. Pero es que decir eso es como decir que los objetivos del Estado son proteger a los ciudadanos. Precioso, pero en Guatemala sabemos que esos objetivos no siempre se cumplen. Lo mismo ocurre con las oenegés y con todos los sectores de la sociedad: se ven manchadas por la corrupción generalizada y muchas de ellas han cometido y siguen cometiendo actos sucios y contrarios a los mejores intereses de la democracia (ojo, está claro que eso no significa que cualquier fiscalización o ley que la pretenda sea buena). Esto no es nada nuevo, pero es importante recordarlo. Es ingenuo pensar que en una sociedad en donde la corrupción está tan profundamente intrincada existen algunos sectores en donde todo es blanco y sin mancha. La corrupción es como un hongo, lastimosamente nos alcanza a todos. Mientras antes lo reconozcamos antes podremos ponerle solución.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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14 de noviembre, 2017

La corrupción se esparce como los hongos: rápidamente y por la superficie. La metáfora me la dio Hannah Arendt, pero en Guatemala se aplica a la perfección. Lo salpica todo con su suciedad, mancha casi todos los recovecos de nuestra sociedad. Ahora, gracias a Dios, eso está cambiando. Poco a poco los chapines hemos ido cayendo en la cuenta de que no podíamos seguir como estábamos, y es que estábamos muy mal. Seguimos estándolo, pero vamos mejorando.

Ahora bien, una vez que miramos hacia el estado de total corrupción en la que se encontraban todas las instituciones del Estado, muchas de las empresas e instituciones, y muchas personas individuales, existe una tentación. Es la tentación del “agente impoluto”. Impoluto porque se cree que algunas organizaciones o sectores de la sociedad se han mantenido inmaculados frente a la corrupción generalizada que atacaba al resto de la sociedad. El ejemplo insignia de esta tentación son las oenegés, como siempre, con sus excepciones. Ahora han decidido salir a la batalla pública como defensoras de sea lo que sea que defienden y además se han adjudicado lo conseguido en los últimos años de lucha contra la corrupción.

Los objetivos de las oenegés son siempre maravillosos. En papel. “Lograr que los estados cumplan sus obligaciones y protejan a sus ciudadanos. Para eso denuncian a los grupos poderosos del sector público y privado que no cumplen con las leyes, y eventualmente actúan en instancias legales para evitar los abusos contra la ciudadanía”. Así argumentaba un medio a favor de ellas y en contra de que se les fiscalice. Pero es que decir eso es como decir que los objetivos del Estado son proteger a los ciudadanos. Precioso, pero en Guatemala sabemos que esos objetivos no siempre se cumplen. Lo mismo ocurre con las oenegés y con todos los sectores de la sociedad: se ven manchadas por la corrupción generalizada y muchas de ellas han cometido y siguen cometiendo actos sucios y contrarios a los mejores intereses de la democracia (ojo, está claro que eso no significa que cualquier fiscalización o ley que la pretenda sea buena). Esto no es nada nuevo, pero es importante recordarlo. Es ingenuo pensar que en una sociedad en donde la corrupción está tan profundamente intrincada existen algunos sectores en donde todo es blanco y sin mancha. La corrupción es como un hongo, lastimosamente nos alcanza a todos. Mientras antes lo reconozcamos antes podremos ponerle solución.

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