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El problema es la pobreza, no la desigualdad

Edgar René Ortiz
01 de junio, 2017

El problema no es la pobreza, es la desigualdad extrema”, decía el titular de un diario que coorganizó un interesante evento donde se presentaron dos estudios de Oxfam y CEPAL acerca de la desigualdad en Hispanoamérica. Acto seguido venían las recomendaciones para reducir las desigualdades: incrementar los impuestos como respuesta ante tal tragedia.

La desigualdad es un tema complejo y su abordaje en un espacio tan reducido complica el análisis. Pero quisiera hacer algunos comentarios puntuales y proponer una consigna diferente: el problema de Guatemala es la pobreza, la desigualdad es otro tema. Y es que a veces cuesta entender de qué hablan los economistas cuando se refieren a la desigualdad y a la pobreza.

Cuando los economistas hablan de pobreza generalmente se refieren una situación en la cual el ingreso de una persona está debajo de la línea de la pobreza. La línea de pobreza es el nivel absoluto de ingreso monetario que se considera necesario para tener un nivel de vida “adecuado” en un país determinado.

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En Guatemala, según la encuesta de condiciones de vida de (ENCOVI) de 2014, la línea de pobreza por persona es de Q.10,218 al año. Es decir que se considera pobres a todas aquellas personas cuyo ingreso monetario esté debajo de ese monto anual.

La desigualdad es algo muy distinto. En general y en términos muy sencillos, se habla de desigualdad para referirse a la brecha o diferencia que existe en los niveles de ingresos entre las personas de renta alta y las de renta baja.

El instrumento más común para “medir” la desigualdad de ingreso es el coeficiente de Gini. El indicador se muestra en un rango que va de 0 a 1, siendo 0 igualdad absoluta y 1 desigualdad absoluta. Por ejemplo, si en un país la persona más rica se lleva al 100% de la riqueza y la más pobre el 0%, dicho indicador daría 1, lo cual denotaría desigualdad absoluta en ese país. Al contrario un país donde el más rico gane el 50% de la riqueza y el más pobre el 50%, tendría un coeficiente Gini de 0 que equivaldría a una igualdad absoluta.

En el 2014 los guatemaltecos nos llevamos una triste noticia: encuesta de condiciones de vida (ENCOVI) reveló que la pobreza pasó de 46% en 2011 a un 59% en 2014. Sin embargo, en ese mismo periodo la desigualdad se redujo de acuerdo a lo expresado por el coeficiente de Gini que pasó de 0.56 a 0.53. De hecho la desigualdad se ha reducido algo en los últimos 15 años. En el año 2000 la quinta parte más rica de la población percibía 32 veces más ingresos que la quinta parte más pobre de la población. Para 2014, la quinta parte más rica percibía 17.5 veces más que la quinta parte más pobre.

Si la afirmación a secas de que el problema es la desigualdad y no la pobreza, Guatemala tendría motivos para festejar al ver los datos que reflejó la ENCOVI 2014 que nos dicen que Guatemala es más pobre pero menos desigual. Pero nadie haría semejante afirmación.

A su vez, si yo le preguntara, ¿es preferible nacer en Bangladés, Camboya o Etiopía que en Guatemala? Creo que la respuesta intuitiva sería un no rotundo. Todos esos países son más pobres que Guatemala pero son menos desiguales de acuerdo con el coeficiente de Gini para cada país. ¿Y eso los hace mejores para vivir incluso para los más pobres? Ni de cerca.

A veces los slogans son buenos para transmitir ideas simples. Pero como no hay respuestas simples a problemas complejos no se puede afirmar a la ligera que la desigualdad es el problema y no la pobreza. El gran reto del país es crecer y sacar a millones de la pobreza como ha ocurrido en Perú en los últimos veinte años, por ejemplo. El primer reto para nosotros es garantizar mejores ingresos a muchos guatemaltecos que hoy son incapaces de obtener un ingreso que les permita superar la línea de la pobreza.

Está claro que el camino a una sociedad más próspera está en una mejor calidad de instituciones. Como lo afirmaron Acemoglu y Robinson en Por qué fracasan los países, los países con instituciones inclusivas son los que crecen sostenidamente y los países con instituciones extractivas, no. Los países que respetan la propiedad privada, la libertad de elección y la participación efectiva en los procesos políticos prosperan.

Sin duda estaremos de acuerdo en que las “rentas” percibidas por esas instituciones extractivas generan desigualdades que son indeseables y perniciosas. Pero creo que la ruta a seguir para eliminar esas desigualdades pasa justamente por generar los cambios institucionales deseados y no por una política tributaria más agresiva y más redistributiva. Sobre eso ahondaré en artículos posteriores.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El problema es la pobreza, no la desigualdad

Edgar René Ortiz
01 de junio, 2017

El problema no es la pobreza, es la desigualdad extrema”, decía el titular de un diario que coorganizó un interesante evento donde se presentaron dos estudios de Oxfam y CEPAL acerca de la desigualdad en Hispanoamérica. Acto seguido venían las recomendaciones para reducir las desigualdades: incrementar los impuestos como respuesta ante tal tragedia.

La desigualdad es un tema complejo y su abordaje en un espacio tan reducido complica el análisis. Pero quisiera hacer algunos comentarios puntuales y proponer una consigna diferente: el problema de Guatemala es la pobreza, la desigualdad es otro tema. Y es que a veces cuesta entender de qué hablan los economistas cuando se refieren a la desigualdad y a la pobreza.

Cuando los economistas hablan de pobreza generalmente se refieren una situación en la cual el ingreso de una persona está debajo de la línea de la pobreza. La línea de pobreza es el nivel absoluto de ingreso monetario que se considera necesario para tener un nivel de vida “adecuado” en un país determinado.

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En Guatemala, según la encuesta de condiciones de vida de (ENCOVI) de 2014, la línea de pobreza por persona es de Q.10,218 al año. Es decir que se considera pobres a todas aquellas personas cuyo ingreso monetario esté debajo de ese monto anual.

La desigualdad es algo muy distinto. En general y en términos muy sencillos, se habla de desigualdad para referirse a la brecha o diferencia que existe en los niveles de ingresos entre las personas de renta alta y las de renta baja.

El instrumento más común para “medir” la desigualdad de ingreso es el coeficiente de Gini. El indicador se muestra en un rango que va de 0 a 1, siendo 0 igualdad absoluta y 1 desigualdad absoluta. Por ejemplo, si en un país la persona más rica se lleva al 100% de la riqueza y la más pobre el 0%, dicho indicador daría 1, lo cual denotaría desigualdad absoluta en ese país. Al contrario un país donde el más rico gane el 50% de la riqueza y el más pobre el 50%, tendría un coeficiente Gini de 0 que equivaldría a una igualdad absoluta.

En el 2014 los guatemaltecos nos llevamos una triste noticia: encuesta de condiciones de vida (ENCOVI) reveló que la pobreza pasó de 46% en 2011 a un 59% en 2014. Sin embargo, en ese mismo periodo la desigualdad se redujo de acuerdo a lo expresado por el coeficiente de Gini que pasó de 0.56 a 0.53. De hecho la desigualdad se ha reducido algo en los últimos 15 años. En el año 2000 la quinta parte más rica de la población percibía 32 veces más ingresos que la quinta parte más pobre de la población. Para 2014, la quinta parte más rica percibía 17.5 veces más que la quinta parte más pobre.

Si la afirmación a secas de que el problema es la desigualdad y no la pobreza, Guatemala tendría motivos para festejar al ver los datos que reflejó la ENCOVI 2014 que nos dicen que Guatemala es más pobre pero menos desigual. Pero nadie haría semejante afirmación.

A su vez, si yo le preguntara, ¿es preferible nacer en Bangladés, Camboya o Etiopía que en Guatemala? Creo que la respuesta intuitiva sería un no rotundo. Todos esos países son más pobres que Guatemala pero son menos desiguales de acuerdo con el coeficiente de Gini para cada país. ¿Y eso los hace mejores para vivir incluso para los más pobres? Ni de cerca.

A veces los slogans son buenos para transmitir ideas simples. Pero como no hay respuestas simples a problemas complejos no se puede afirmar a la ligera que la desigualdad es el problema y no la pobreza. El gran reto del país es crecer y sacar a millones de la pobreza como ha ocurrido en Perú en los últimos veinte años, por ejemplo. El primer reto para nosotros es garantizar mejores ingresos a muchos guatemaltecos que hoy son incapaces de obtener un ingreso que les permita superar la línea de la pobreza.

Está claro que el camino a una sociedad más próspera está en una mejor calidad de instituciones. Como lo afirmaron Acemoglu y Robinson en Por qué fracasan los países, los países con instituciones inclusivas son los que crecen sostenidamente y los países con instituciones extractivas, no. Los países que respetan la propiedad privada, la libertad de elección y la participación efectiva en los procesos políticos prosperan.

Sin duda estaremos de acuerdo en que las “rentas” percibidas por esas instituciones extractivas generan desigualdades que son indeseables y perniciosas. Pero creo que la ruta a seguir para eliminar esas desigualdades pasa justamente por generar los cambios institucionales deseados y no por una política tributaria más agresiva y más redistributiva. Sobre eso ahondaré en artículos posteriores.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo