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Venezuela: lo que pide el pueblo es libertad

Carmen Camey
12 de julio, 2017

“Una tarde estábamos en casa, (a las 4 de la tarde hay un toque de queda autoimpuesto por el miedo y la inseguridad del mismo pueblo), cuando de pronto llamó mi prima para decirme que los colectivos estaban en su urbanización y que se dirigían a la nuestra. Ella estaba tirada en el suelo de la cocina con su esposo, escuchando los disparos que los paramilitares usan para sembrar el pánico. Inmediatamente empecé a pensar en dónde podía esconder a mi madre, no se me ocurrió un mejor lugar que el ducto de la basura. No llegaron. La angustia de vivir así es inexplicable”. Esto me contaba una venezolana que acaba de regresar a Guatemala, donde vive, después de pasar algunos días en Caracas cuidando de su madre.

Las anécdotas que cuenta son inverosímiles: una cola inmensa de gente esperando a comprar pasta de dientes para ponerla directamente en su cepillo. Otra cola igual de larga para que les apliquen el desodorante del día (ya se ve que los venezolanos valoran la higiene personal). No hay harina ni carne ni azúcar, excepto para Cabello y sus amigos, quienes tienen camiones de comida para abastecerse únicamente a ellos. No ha habido clases desde hace un año: los bloqueos de la oposición no lo permiten. La economía se ha venido a pique, la libertad es solo un buen recuerdo de lo que había antes del régimen. “Lo que pide el pueblo es libertad”, me decía mi amiga angustiada.

Esta “lucha leve” ha creado una situación cómoda para Maduro, el hastío y el cansancio del pueblo hasta ahora ha sido así: por pushitos y extendido en el tiempo. Los paros y las manifestaciones, aunque constantes, no han bastado para que los mandatarios dejen de esperar a que la oposición se aburra. Y esto no va a ocurrir porque, ¿quién se daría por vencido si fuera su patria?

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Pero este domingo las cosas pueden cambiar. El pueblo, basado en el artículo 350 de su Constitución, ha convocado a un plebiscito sobre tres cuestiones claves para destituir al régimen. “El comienzo de un juicio popular”, ha sentenciado Capriles. Las mesas estarán esperando a los ciudadanos alrededor de las iglesias de todo el país,  en 1,600 puntos en toda Venezuela. Habrá además 108 otros puntos en ciudades de todo el mundo. Los jóvenes y los no tan jóvenes están en pie de guerra: han salido a la calle a luchar y están dispuestos a jugárselo todo con los resultados del domingo. Mientras tanto Maduro no cesa en su empeño: “veremos quién es más fuerte”.

Desde aquí no es poco lo que podemos hacer. Los medios de comunicación en Venezuela están en manos del gobierno, y las voces de la oposición están a veces acalladas y envueltas en el ruido de la confusión. Pero en el 2017 cualquiera con un par de gigas puede dar voz  a los que otros quieren callar. Ojalá que lo hagamos, es seguro que eso querríamos que hicieran por nosotros si los papeles se invirtieran.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Venezuela: lo que pide el pueblo es libertad

Carmen Camey
12 de julio, 2017

“Una tarde estábamos en casa, (a las 4 de la tarde hay un toque de queda autoimpuesto por el miedo y la inseguridad del mismo pueblo), cuando de pronto llamó mi prima para decirme que los colectivos estaban en su urbanización y que se dirigían a la nuestra. Ella estaba tirada en el suelo de la cocina con su esposo, escuchando los disparos que los paramilitares usan para sembrar el pánico. Inmediatamente empecé a pensar en dónde podía esconder a mi madre, no se me ocurrió un mejor lugar que el ducto de la basura. No llegaron. La angustia de vivir así es inexplicable”. Esto me contaba una venezolana que acaba de regresar a Guatemala, donde vive, después de pasar algunos días en Caracas cuidando de su madre.

Las anécdotas que cuenta son inverosímiles: una cola inmensa de gente esperando a comprar pasta de dientes para ponerla directamente en su cepillo. Otra cola igual de larga para que les apliquen el desodorante del día (ya se ve que los venezolanos valoran la higiene personal). No hay harina ni carne ni azúcar, excepto para Cabello y sus amigos, quienes tienen camiones de comida para abastecerse únicamente a ellos. No ha habido clases desde hace un año: los bloqueos de la oposición no lo permiten. La economía se ha venido a pique, la libertad es solo un buen recuerdo de lo que había antes del régimen. “Lo que pide el pueblo es libertad”, me decía mi amiga angustiada.

Esta “lucha leve” ha creado una situación cómoda para Maduro, el hastío y el cansancio del pueblo hasta ahora ha sido así: por pushitos y extendido en el tiempo. Los paros y las manifestaciones, aunque constantes, no han bastado para que los mandatarios dejen de esperar a que la oposición se aburra. Y esto no va a ocurrir porque, ¿quién se daría por vencido si fuera su patria?

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Pero este domingo las cosas pueden cambiar. El pueblo, basado en el artículo 350 de su Constitución, ha convocado a un plebiscito sobre tres cuestiones claves para destituir al régimen. “El comienzo de un juicio popular”, ha sentenciado Capriles. Las mesas estarán esperando a los ciudadanos alrededor de las iglesias de todo el país,  en 1,600 puntos en toda Venezuela. Habrá además 108 otros puntos en ciudades de todo el mundo. Los jóvenes y los no tan jóvenes están en pie de guerra: han salido a la calle a luchar y están dispuestos a jugárselo todo con los resultados del domingo. Mientras tanto Maduro no cesa en su empeño: “veremos quién es más fuerte”.

Desde aquí no es poco lo que podemos hacer. Los medios de comunicación en Venezuela están en manos del gobierno, y las voces de la oposición están a veces acalladas y envueltas en el ruido de la confusión. Pero en el 2017 cualquiera con un par de gigas puede dar voz  a los que otros quieren callar. Ojalá que lo hagamos, es seguro que eso querríamos que hicieran por nosotros si los papeles se invirtieran.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo