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Construir con la pluma

Redacción
08 de julio, 2017

Mantén la boca cerrada, los ojos abiertos y no dejes de moverte. Ese fue el consejo que Jimmy Breslin, uno de los mejores columnistas de la historia, dio a escritores y columnistas durante una entrevista con CNN. 

El domingo 19 de marzo la BBC anunciaba su muerte a los 88 años, causa de una neumonía. Uno de los pioneros del “nuevo periodismo”, ganador del Premio Pulitzer (1986) y venerado periodista neoyorquino había muerto. Para mí, un referente del buen columnista y ejemplo para todo escritor de lo cotidiano, se había marchado dejando un legado fiel de “narradores de lo ordinario”.

Desentierro a Breslin en esta columna porque considero que es un buen ejemplo del modelo al que deberíamos aspirar todos aquellos que nos defendemos y expresamos por medio de la pluma (o el teclado de la laptop). Ahora que la tecnología, de la mano de las redes sociales, nos ha dado a todos (escritores y no escritores) las herramientas para comunicarnos y expresarnos con el uso de la palabra, el consejo de Breslin no solamente es para los columnistas, sino para cualquiera. Es un consejo para los Millennials y la generación Touch, quienes estamos más conectados y utilizamos con mayor medida la herramientas tecnológicas actuales.

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Al día, 1.6 millones de blog posts inundan el Internet junto con 140 millones de tweets y 1.5 billones de posts en Facebook. ¡Es increíble! Y eso nos comprueba que la interacción escrita es una tendencia.

Sin embargo, en Guatemala (y considero que es un mal mundial) no tenemos el hábito de escribir bien. No pensamos antes de expresarnos, nos expresamos sin argumentos que sostengan nuestras ideas, criticamos con falacias en un lenguaje pobre y con esa pobreza alimentamos las faltas de ortografía y los errores de redacción que contribuyen a transmitir el mensaje incorrecto. ¡Escribimos mucho pero escribimos mal! No soy un experto en lenguaje, tampoco soy académico, pero he leído una cantidad de blogs y comentarios en redes que hacen que cualquiera que se esfuerza en mantener espacios decentes de opinión e información en las plataformas digitales se frustre.

Pero lo peor de todo no es la pésima redacción ni la pobreza de argumentos o las faltas de ortografía. Lo peor es que son precisamente esos espacios los que más visitas reciben. ¡La gente (los jóvenes sobre todo) prefiere leer ese contenido light, vulgar, pobre en lenguaje y corto de ideas! ¿La razón? Porque es más fácil. Ese tipo de contenidos no los incitan a pensar, tampoco a reflexionar. Entretienen  pero no dejan huella. Son como esas caricaturas que carecen de todo al compararlas con una película nominada al Oscar.

Somos lo que consumimos. Ahora yo les pregunto, ¿Somos un blog barato que narra las experiencias sexuales de una loca? ¿Somos la columna de opinión de una escritora eufórica que prefiere escupir ideas con el hígado en vez de reflexionar? ¿Somos esos posts en Facebook que se dedican a destruir personas y criticarlo todo con maldad? ¿Somos esa cuenta de Twitter que existe para hundir a otros, por medio de memes y chistes de mal gusto? ¿Escribimos para construir o para destruir?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Construir con la pluma

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08 de julio, 2017

Mantén la boca cerrada, los ojos abiertos y no dejes de moverte. Ese fue el consejo que Jimmy Breslin, uno de los mejores columnistas de la historia, dio a escritores y columnistas durante una entrevista con CNN. 

El domingo 19 de marzo la BBC anunciaba su muerte a los 88 años, causa de una neumonía. Uno de los pioneros del “nuevo periodismo”, ganador del Premio Pulitzer (1986) y venerado periodista neoyorquino había muerto. Para mí, un referente del buen columnista y ejemplo para todo escritor de lo cotidiano, se había marchado dejando un legado fiel de “narradores de lo ordinario”.

Desentierro a Breslin en esta columna porque considero que es un buen ejemplo del modelo al que deberíamos aspirar todos aquellos que nos defendemos y expresamos por medio de la pluma (o el teclado de la laptop). Ahora que la tecnología, de la mano de las redes sociales, nos ha dado a todos (escritores y no escritores) las herramientas para comunicarnos y expresarnos con el uso de la palabra, el consejo de Breslin no solamente es para los columnistas, sino para cualquiera. Es un consejo para los Millennials y la generación Touch, quienes estamos más conectados y utilizamos con mayor medida la herramientas tecnológicas actuales.

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Sin embargo, en Guatemala (y considero que es un mal mundial) no tenemos el hábito de escribir bien. No pensamos antes de expresarnos, nos expresamos sin argumentos que sostengan nuestras ideas, criticamos con falacias en un lenguaje pobre y con esa pobreza alimentamos las faltas de ortografía y los errores de redacción que contribuyen a transmitir el mensaje incorrecto. ¡Escribimos mucho pero escribimos mal! No soy un experto en lenguaje, tampoco soy académico, pero he leído una cantidad de blogs y comentarios en redes que hacen que cualquiera que se esfuerza en mantener espacios decentes de opinión e información en las plataformas digitales se frustre.

Pero lo peor de todo no es la pésima redacción ni la pobreza de argumentos o las faltas de ortografía. Lo peor es que son precisamente esos espacios los que más visitas reciben. ¡La gente (los jóvenes sobre todo) prefiere leer ese contenido light, vulgar, pobre en lenguaje y corto de ideas! ¿La razón? Porque es más fácil. Ese tipo de contenidos no los incitan a pensar, tampoco a reflexionar. Entretienen  pero no dejan huella. Son como esas caricaturas que carecen de todo al compararlas con una película nominada al Oscar.

Somos lo que consumimos. Ahora yo les pregunto, ¿Somos un blog barato que narra las experiencias sexuales de una loca? ¿Somos la columna de opinión de una escritora eufórica que prefiere escupir ideas con el hígado en vez de reflexionar? ¿Somos esos posts en Facebook que se dedican a destruir personas y criticarlo todo con maldad? ¿Somos esa cuenta de Twitter que existe para hundir a otros, por medio de memes y chistes de mal gusto? ¿Escribimos para construir o para destruir?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo