Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

No soy indígena

Carolina Castellanos
18 de agosto, 2017

Esta semana estuvo circulando un artículo de Estuardo Zapeta, escrito hace varios años, titulado “Soy indio”. Escrito con la maestría de siempre, así como con la franqueza que lo caracteriza, describe con orgullo que es indio. Él, siendo originario de Chimaltenango, puede utilizar esa palabra que hoy no es políticamente correcta. Si yo titulara mi artículo “No soy India”, me lloverían críticas y hasta acusaciones de racista.

Como he mencionado en otros artículos, tengo un gran respeto por los indígenas. También admiración. Son comerciantes por naturaleza. La gran mayoría es trabajadora. Una mayoría, talvez menor que la anterior, siente un gran orgullo por su etnia, sus trajes, comida, costumbres y tradiciones. He tenido el gusto de conocer a muchas mujeres que buscan superarse, ser emprendedoras y están ávidas de conocimientos para lograrlo.

Pero no, no soy indígena. Y por eso no tengo privilegios. Soy una más en este gran país que sobrevive a pesar de tantos que buscan enriquecerse de él sin aportar un solo quetzal ganado honradamente.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Si fuera indígena, podría volverme defensora de los derechos de los indígenas y eso me convertiría en una acaudalada “luchadora” y “defensora”, como los hay muchos. Demasiados. Pero no ser indígena me impide acceder a esos millones. Tampoco los quiero. Mis padres me educaron y me enseñaron a trabajar. Esta es una discriminación más hacia quienes no somos indígenas.

Tampoco pertenezco al grupo LGBTI. Tampoco tengo privilegios como consecuencia de ello. Nadie me defenderá si se violan mis derechos pues el sistema de justicia aboga por los privilegiados que, contrario a lo que dicen los socialistas, no somos nosotros.

Tampoco soy feminista. Otro privilegio que impide acceder a ventajas de diferente índole. Si doy un discurso, los medios de comunicación talvez lo publiquen. Si me declaro feminista y doy un discurso, saldría hasta en la prensa internacional.

Me pregunto por qué alguien rescató ese artículo de mi querido “Zapet”. También me pregunto por qué logró que tuviera tanta difusión, al igual que otro titulado “De indios vividores”. ¿Será porque ya estamos hartos de tantos privilegios hacia otros? ¿O será porque los demás nos sentimos discriminados? Seguramente también porque los abusos cometidos por estos “indios vividores” ya son demasiados.

Sea cual sea la razón, quise escribir sobre esto, aun cuando el tema del momento es esa masacre espantosa en el hospital Roosevelt. Como otras, ese tema lamentablemente pasará a segundas y terceras planas, sin soluciones sostenibles, a la espera de la siguiente tragedia. En cambio este tratamiento privilegiado hacia minorías vino para quedarse. Surgió como una defensa legítima para aquellos que no tenían voz. Hoy esa defensa se convirtió en abuso de algunos pocos que hacen mucho ruido con dólares y euros entre sus bolsillos.

Sigo pensando y creyendo que, como dijo algún candidato hace unos años, los buenos somos más. Mi respeto hacia los buenos indígenas, los buenos de la comunidad LGBTI y todos los buenos, sean lo que sean, seguirá para siempre. Nos seguiremos viendo en el camino de quienes luchamos por vivir mejor en un gran país.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

No soy indígena

Carolina Castellanos
18 de agosto, 2017

Esta semana estuvo circulando un artículo de Estuardo Zapeta, escrito hace varios años, titulado “Soy indio”. Escrito con la maestría de siempre, así como con la franqueza que lo caracteriza, describe con orgullo que es indio. Él, siendo originario de Chimaltenango, puede utilizar esa palabra que hoy no es políticamente correcta. Si yo titulara mi artículo “No soy India”, me lloverían críticas y hasta acusaciones de racista.

Como he mencionado en otros artículos, tengo un gran respeto por los indígenas. También admiración. Son comerciantes por naturaleza. La gran mayoría es trabajadora. Una mayoría, talvez menor que la anterior, siente un gran orgullo por su etnia, sus trajes, comida, costumbres y tradiciones. He tenido el gusto de conocer a muchas mujeres que buscan superarse, ser emprendedoras y están ávidas de conocimientos para lograrlo.

Pero no, no soy indígena. Y por eso no tengo privilegios. Soy una más en este gran país que sobrevive a pesar de tantos que buscan enriquecerse de él sin aportar un solo quetzal ganado honradamente.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Si fuera indígena, podría volverme defensora de los derechos de los indígenas y eso me convertiría en una acaudalada “luchadora” y “defensora”, como los hay muchos. Demasiados. Pero no ser indígena me impide acceder a esos millones. Tampoco los quiero. Mis padres me educaron y me enseñaron a trabajar. Esta es una discriminación más hacia quienes no somos indígenas.

Tampoco pertenezco al grupo LGBTI. Tampoco tengo privilegios como consecuencia de ello. Nadie me defenderá si se violan mis derechos pues el sistema de justicia aboga por los privilegiados que, contrario a lo que dicen los socialistas, no somos nosotros.

Tampoco soy feminista. Otro privilegio que impide acceder a ventajas de diferente índole. Si doy un discurso, los medios de comunicación talvez lo publiquen. Si me declaro feminista y doy un discurso, saldría hasta en la prensa internacional.

Me pregunto por qué alguien rescató ese artículo de mi querido “Zapet”. También me pregunto por qué logró que tuviera tanta difusión, al igual que otro titulado “De indios vividores”. ¿Será porque ya estamos hartos de tantos privilegios hacia otros? ¿O será porque los demás nos sentimos discriminados? Seguramente también porque los abusos cometidos por estos “indios vividores” ya son demasiados.

Sea cual sea la razón, quise escribir sobre esto, aun cuando el tema del momento es esa masacre espantosa en el hospital Roosevelt. Como otras, ese tema lamentablemente pasará a segundas y terceras planas, sin soluciones sostenibles, a la espera de la siguiente tragedia. En cambio este tratamiento privilegiado hacia minorías vino para quedarse. Surgió como una defensa legítima para aquellos que no tenían voz. Hoy esa defensa se convirtió en abuso de algunos pocos que hacen mucho ruido con dólares y euros entre sus bolsillos.

Sigo pensando y creyendo que, como dijo algún candidato hace unos años, los buenos somos más. Mi respeto hacia los buenos indígenas, los buenos de la comunidad LGBTI y todos los buenos, sean lo que sean, seguirá para siempre. Nos seguiremos viendo en el camino de quienes luchamos por vivir mejor en un gran país.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo