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ALVARO VELASQUEZ

Redacción
02 de agosto, 2017

Tuve la ocasión de conocer a Alvaro Velásquez por los conversatorios que se organizaban en FLACSO ya hace algunos años para discutir sobre temas políticos, económicos y sociales. Sabía yo entonces que no sería la última vez que nuestros caminos se iban a cruzar. Y así fue. Por razón de su candidatura al Congreso de la República y luego por nuestra mutua contribución a la bibliografía política del país, tuvimos ocasión de tener intercambios de parecer y de puntos de vista. Asimismo, en su tarea como legislador, Alvaro Velásquez efectuó gestiones institucionales en las que nos vimos de tiempo en tiempo involucrados. En todos estos planos, en el del académico, en el del político y el del escritor, su fallecimiento ha dejado un vacío considerable.

Alvaro siempre fue una persona de convicciones muy arraigadas. Hombre de izquierdas, con opiniones polémicas, con un permanente ánimo de cuestionar y de proponer cambios en ocasiones radicales a asuntos muy sensibles, en no pocos foros públicos y privados chocamos personalmente nuestras espadas. Casi en la mayoría de temas disentimos fuertemente. Nunca estuve de acuerdo en su visión sobre las drogas, ni tampoco sobre el modelo económico o la forma en que percibía la cuestión fiscal. Pero jamás vi de él una falta de respeto, ni una doble intención, ni el ánimo de tirar la piedra y esconder la mano. Sabíamos que no nos íbamos a convencer, pero siempre hubo, creo yo, una disposición mutua de escucharnos y de aprender lo más posible el uno del otro.

El testimonio de Velásquez debe llevarnos a la reflexión de cómo hacer política sin hacer enemigos en el camino. De cómo las convicciones no deben traducirse en fosos o brechas sino mas bien en oportunidad de tender puentes y abrir caminos. Coherencia, respeto y buena fé son normas que todo político debe practicar no importando si está del lado derecho o izquierdo del sendero. Y ejemplos de ello los hay. Alvaro, fue uno. Por supuesto en todo el abanico del espectro político existen otros buenos ejemplos, pero que no constituyen la norma debiendo serlo.

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Alguna vez tuve ocasión de discutir con Alvaro Velásquez sobre los debates. Pero quizá nos faltó no hablar de ellos sino organizar uno más para que de ambos lados pudiéramos contrastar nuestras ideas sobre otros muchos temas. Hoy ya eso no será posible. Queda sin embargo, su trayectoria como testimonio sobre lo que es y puede ser el hacer política de una forma diferente.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

ALVARO VELASQUEZ

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02 de agosto, 2017

Tuve la ocasión de conocer a Alvaro Velásquez por los conversatorios que se organizaban en FLACSO ya hace algunos años para discutir sobre temas políticos, económicos y sociales. Sabía yo entonces que no sería la última vez que nuestros caminos se iban a cruzar. Y así fue. Por razón de su candidatura al Congreso de la República y luego por nuestra mutua contribución a la bibliografía política del país, tuvimos ocasión de tener intercambios de parecer y de puntos de vista. Asimismo, en su tarea como legislador, Alvaro Velásquez efectuó gestiones institucionales en las que nos vimos de tiempo en tiempo involucrados. En todos estos planos, en el del académico, en el del político y el del escritor, su fallecimiento ha dejado un vacío considerable.

Alvaro siempre fue una persona de convicciones muy arraigadas. Hombre de izquierdas, con opiniones polémicas, con un permanente ánimo de cuestionar y de proponer cambios en ocasiones radicales a asuntos muy sensibles, en no pocos foros públicos y privados chocamos personalmente nuestras espadas. Casi en la mayoría de temas disentimos fuertemente. Nunca estuve de acuerdo en su visión sobre las drogas, ni tampoco sobre el modelo económico o la forma en que percibía la cuestión fiscal. Pero jamás vi de él una falta de respeto, ni una doble intención, ni el ánimo de tirar la piedra y esconder la mano. Sabíamos que no nos íbamos a convencer, pero siempre hubo, creo yo, una disposición mutua de escucharnos y de aprender lo más posible el uno del otro.

El testimonio de Velásquez debe llevarnos a la reflexión de cómo hacer política sin hacer enemigos en el camino. De cómo las convicciones no deben traducirse en fosos o brechas sino mas bien en oportunidad de tender puentes y abrir caminos. Coherencia, respeto y buena fé son normas que todo político debe practicar no importando si está del lado derecho o izquierdo del sendero. Y ejemplos de ello los hay. Alvaro, fue uno. Por supuesto en todo el abanico del espectro político existen otros buenos ejemplos, pero que no constituyen la norma debiendo serlo.

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Alguna vez tuve ocasión de discutir con Alvaro Velásquez sobre los debates. Pero quizá nos faltó no hablar de ellos sino organizar uno más para que de ambos lados pudiéramos contrastar nuestras ideas sobre otros muchos temas. Hoy ya eso no será posible. Queda sin embargo, su trayectoria como testimonio sobre lo que es y puede ser el hacer política de una forma diferente.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo